Universidad de Buenos Aires
Resumen:
El primer episodio de la séptima temporada de Black Mirror, "Common People", presenta una distopía donde la muerte es interceptada por dispositivos tecnológicos que prometen administrar la falta. Este trabajo analiza cómo la corporación Rivermind, mediante su dispositivo de preservación cognitiva, al evitar la muerte suspende el trabajo simbólico del duelo y lo transforma en una suscripción perpetua. Articulando conceptos del psicoanálisis con el "tecnofeudalismo" de Yanis Varoufakis, exploramos cómo la negativa a elaborar la pérdida convierte a los protagonistas en sujetos de una doble extracción: económica y subjetiva. El análisis revela que el discurso capitalista, al forcluir la imposibilidad inherente a la condición humana, genera formas inéditas de servidumbre donde el amor y la muerte quedan capturados por lógicas algorítmicas. La muerte emerge paradójicamente como único límite accesible frente a un sistema que prometía eliminarla, constituyéndose en la única vía de escape del dominio tecnofeudal.
Palabras Clave: discurso capitalista | duelo | tecnofeudalismo | Black_Mirror
From Suspended Mourning to The Fragmented Body: Common People and The New Technological Servitudes
Abstract:
The first episode of Black Mirror’s seventh season, "Common People," presents a dystopia where death is intercepted by technological devices that promise to manage loss. This paper analyzes how the Rivermind corporation, through its cognitive preservation device, by preventing death suspends the symbolic work of mourning and transforms it into a perpetual subscription. Articulating psychoanalytic concepts with Yanis Varoufakis’s "technofeudalism," we explore how the refusal to elaborate loss converts the protagonists into subjects of double extraction: economic and subjective. The analysis reveals that capitalist discourse, by foreclosing the impossibility inherent to the human condition, generates unprecedented forms of servitude where love and death are captured by algorithmic logics. Death paradoxically emerges as the only accessible limit against a system that promised to eliminate it, constituting the only way to escape technofeudal dominion.
Keywords: capitalist discourse | mourning | technofeudalism | Black_Mirror
Pero, como se sabe, sólo la muerte es gratis.
Sigmund Freud.
Introducción
La serie Black Mirror explora consistentemente las problemáticas contemporáneas en torno a la tecnología y sus efectos en la subjetividad. En Common People, primer episodio de la séptima temporada, esta exploración adquiere una dimensión particularmente inquietante.
El episodio presenta a Amanda y Mike, una pareja de mediana edad perteneciente a la clase trabajadora: él se desempeña como operario en una fábrica; ella, como maestra de escuela primaria. Casados hace tres años, buscan infructuosamente su primer hijo. Sus días transcurren en esta espera hasta que Amanda se desvanece mientras da clases y debe ser hospitalizada.
Cuando Mike llega al hospital, la encuentra inconsciente. Allí recibe el diagnóstico devastador: un tumor cerebral terminal, inoperable por lo avanzado de su estado. En medio de esta situación crítica, la médica le menciona una nueva corporación que está obteniendo resultados, aunque advierte sobre los riesgos. Es entonces cuando aparece la amable representante de Rivermind, quien explica a un Mike desesperado los términos de la intervención: extraerían el tumor, harían un respaldo del área afectada, reemplazarían el tejido por material sintético receptor, y las funciones cognitivas de Amanda serían transmitidas desde un servidor en la nube.
La propuesta de Rivermind se caracteriza por una estratégica opacidad. Mike no recibe información clara sobre el funcionamiento del dispositivo, los niveles escalonados de suscripción, las alteraciones automáticas en el ciclo de sueño, ni la inserción de publicidad en el discurso de Amanda. Tampoco le informan que, durante su sueño o inactividad, el dispositivo implantado aprovecha la capacidad de procesamiento cerebral de Amanda para alimentar los servidores de la corporación.
Estas condiciones se revelan progresivamente. Ante cada nueva dificultad, la corporación responde con una única fórmula: ofrecer la adquisición de un plan superior. Esta dinámica, presentada como la única vía para sostener las "mejoras" de Amanda, vela la creciente sumisión de Mike a un sistema que no ofrece alternativas reales. La única opción por fuera de Rivermind implica aceptar la muerte de Amanda.
El desenlace inevitable del tumor era la muerte, tal como le habían asegurado a Mike en el hospital. Esto implicaría un necesario trabajo de duelo. Sin embargo, lo que observamos es que ambas posibilidades –la muerte de Amanda y el duelo de Mike– se ven interceptadas y redirigidas hacia una administración tecnológica de la pérdida. Su vínculo queda así supeditado a una lógica de consumo.
Las prestaciones del dispositivo ilustran claramente el precio de este funcionamiento: los planes básicos limitan la vigilia de Amanda a pocas horas, sumiendo el resto en extensos períodos de "suspensión"; los planes superiores, en cambio, desbloquean prestaciones adicionales, como una sensibilidad artificialmente aumentada al placer y a todo tipo de sensaciones y capacidades. La inserción de anuncios publicitarios involuntarios y adecuados al contexto en el discurso de Amanda termina de consolidar esta lógica mercantil. La existencia y el afecto se transforman en bienes de cambio, y lo singular del lazo amoroso queda desplazado por una interfaz de servicios pagos.
Esta mediación tecnológica y sus efectos emergen como síntomas del discurso capitalista que Lacan introduce en 1972. Se configura así una situación distópica donde amor, muerte, imposibilidad y duelo quedan atravesados por los dispositivos del capital. Desde este punto de partida, el presente trabajo explora cómo la intervención tecnológica de Rivermind –adoptando las formas que Yanis Varoufakis asocia al "tecnofeudalismo"– no solo gestiona el duelo, sino que activamente desarticula su trabajo simbólico.
En su lugar, instala una lógica de consumo y extracción de "renta de la nube" que perpetúa el sufrimiento al excluir sistemáticamente la falta y lo negativo inherentes a la experiencia humana. Como señala Soria (2019), esto revela que "el agente del discurso pasa a ser el sujeto consumidor/consumido por un discurso que no encuentra el límite de lo imposible" (p. 821).
El duelo suspendido: la imposibilidad del acto simbólico
La propuesta de Rivermind revela una lógica más profunda que la mera gestión tecnológica. Como señala Miguel Benasayag (2021), vivimos en una
"sociedad de biopoder, centrada en nuestros cuerpos máquinas funcionantes, [donde] la muerte es central, o más bien, la preocupación por evitarla se vuelve central y dominante. La muerte, vista como algo grave que le pasará a un individuo serializado, remite a un final total" (p. 28).
La función principal del dispositivo de Rivermind, más allá del progreso tecnológico que implica, radica precisamente en lo que previene: la muerte y, consecuentemente, el duelo. Lejos de participar en la elaboración simbólica de la pérdida, el dispositivo tiende a suspenderla, neutralizarla, postergarla, velando sus efectos subjetivos y anudando el duelo a la gestión algorítmica.
Si entendemos que Amanda, ante su diagnóstico terminal, debería haber muerto, lo que hace el dispositivo es postergar ese evento natural. En lugar de permitir que Mike comience el trabajo de duelo, se le ofrece una solución técnica: mantener a Amanda presente, aunque con limitaciones nunca especificadas al principio. La frase que le dice la representante de Rivermind, "This will give you time", condensa esta lógica: no se trata de elaborar la pérdida, sino de administrarla, dosificarla.
Pero el tiempo que ofrece es puramente contractual, regulado por pagos. No es un tiempo para elaborar, sino un tiempo comprado: cada momento de consciencia de Amanda tiene un precio y una duración predeterminada. En este sentido, el dispositivo evita la falta: Amanda sigue disponible, sin corte en su existencia. La única interrupción es la que imponen las limitaciones del plan que Mike puede pagar. Esta continuidad artificial impide que la pérdida se simbolice y transforma su presencia en algo sostenido técnicamente, más en el orden del funcionamiento que de la existencia.
Al garantizar ese funcionamiento pagando el abono de Rivermind, Mike queda sumido en un sinfín de horas extras para cubrir los gastos que implica mantener "despierta" a Amanda. Soria (2019) dirá que
"Aquí el sujeto hace un uso de la falta en ser, del síntoma, como motor del movimiento incesante del mercado, que en su articulación con la tecno-ciencia ofrecerá siempre un nuevo objeto, que dará a cada instante la ilusión de suturar la carencia de ser estructural" (p. 821).
En esta línea, Lacan en el Seminario 10 nos recuerda que el duelo se constituye en relación con aquel de quien podemos decir "soy su falta", es decir, causa de su deseo. Al aceptar el dispositivo de Rivermind, Mike se niega a perder ese lugar de objeto causa del deseo para Amanda, condenándola, a través de su elección, a una suerte de no-muerte y condenándose él mismo a convertirse en objeto a resto.
Esto se articula con lo que plantea Freud (1917) en Duelo y melancolía: el duelo implica una desinvestidura libidinal que ocurre "pieza por pieza" (p. 243). Aquí, ese trabajo ni siquiera comienza. El "pieza por pieza" adquiere una resonancia siniestra: no solo refiere al fragmento de cerebro de Amanda que se reemplaza por el dispositivo de Rivermind, sino también a las funciones que Amanda progresivamente pierde y que, pieza por pieza, deben ser recuperadas mediante ajustes en la suscripción.
En este contexto, donde la elaboración freudiana del duelo es obturada, la época misma, como advierte Benasayag (2021), "está desprovista de toda dimensión trágica" (p. 25), lo que deja al sujeto sin coordenadas simbólicas para alojar la pérdida y lo empuja hacia soluciones técnicas que prometen eludirla. Sin embargo, la pérdida que no puede elaborarse simbólicamente insiste y encuentra otras vías: si Mike no puede perder a Amanda en el duelo, terminará perdiéndose a sí mismo de manera literal y fragmentaria.
La fragmentación del sacrificio: el cuerpo como moneda de cambio
Si el dispositivo de Rivermind suspende el trabajo de duelo, cabe preguntarse qué ocurre con la elaboración de la pérdida. Allouch (2011), distanciándose de la idea del duelo como trabajo, lo propone como un acto capaz de "efectuar en el sujeto una pérdida sin compensación alguna, una pérdida a secas" (p. 9). Este acto de duelo solo se consuma si quien está de duelo se desprende sacrificialmente de un "pequeño trozo de sí". El autor precisa que este trozo es "ni de ti ni de mí, de sí", señalando la dimensión de lo indistinto entre el doliente y el objeto perdido (p. 10).
En el caso de Mike, podemos pensar que al quedar impedido este acto simbólico de desprendimiento, emerge en su lugar un sacrificio literal y fragmentador, desplazado hacia lo real del cuerpo.
Es entonces que entra en juego "Dum Dummies", una plataforma que Mike descubre de manera casual en su trabajo. No es coincidencia que esta plataforma emerja cuando los costos de Rivermind se vuelven insostenibles: ambas forman parte de un mismo ecosistema extractivo donde el dolor y la desesperación se monetizan por diferentes vías. Allí, transmiten en vivo personas desesperadas por dinero que realizan actos degradantes para recibir un pago. La oferta monetaria aumenta proporcionalmente al carácter denigrante de la propuesta.
Mike comienza con actos aparentemente menores –golpearse, cortarse– que la plataforma monetiza según su espectacularidad. Pero la lógica extractiva y la necesidad creciente lo empujan hacia mutilaciones cada vez más graves. Frente al límite que su cuerpo impone a la realización de más horas extras, y ante el precio cada vez más prohibitivo de la suscripción de Rivermind, Mike encuentra en esta plataforma un recurso que revela su particular susceptibilidad a los mecanismos de mercantilización del sufrimiento.
En la alienación a la lógica que proponen tanto Rivermind como Dum Dummies, Mike encuentra una forma de no confrontar con la pérdida. Como señala Miller (2023), "insertarse en esta cadena es alienarse y no hacerlo es la separación, que uno se inserte o no en ella hace que el sujeto se experimente él mismo como desecho de la civilización" (p. 334). Mike, al alienarse completamente a ambas plataformas, se ofrece como objeto para sostener a Amanda como objeto causa de su deseo, pero en esta operación queda reducido él mismo a puro resto, a objeto a desecho del sistema.
Al negarse a perder a Amanda, Mike acaba perdiéndose a sí mismo, pero no de una vez, no en un acto simbólico único, sino "pieza por pieza" –retomando la lógica freudiana del duelo pero vaciada de su potencial elaborativo–. Este proceso no produce un corte simbólico, sino una persistencia dolorosa: un cuerpo ofrecido al espectáculo del consumo, donde el sufrimiento se sostiene como mercancía.
El sacrificio no opera como acto pleno –como lo describe Allouch– sino como una pérdida administrada, sostenida por la deuda y por la demanda de la plataforma. Como señala Soria (2019), "el cuerpo biológico sigue allí como un escollo a transformar" al que la tecno-ciencia provee "múltiples ilusiones", sin conseguir "los efectos de goce esperados" (p. 823). En Mike, esta dimensión real de la castración se literaliza: cada fragmento entregado revela la falla del dispositivo para producir la completud prometida.
Lo que entrega Mike para sostener a Amanda no es solo una parte de sí en sentido individual, sino también fragmentos de ese "sí" indistinto que constituía su proyecto de vida compartido, ahora capturado y administrado por el dispositivo de Rivermind. No hay acto sacrificial que cierre el duelo, sino una pérdida que se prolonga indefinidamente.
Cada parte cedida busca sostener la ilusión de que lo perdido puede recuperarse: en una función que Amanda recupere, en una respuesta amorosa, en la fantasía de un futuro. Pero, como señala Allouch, la pérdida es sin compensación. Esa es la trampa del dispositivo: a medida que Rivermind ubica las funciones más deseadas en los niveles más caros, más debe sacrificar Mike para alcanzarlas. La pérdida no tramitada en lo simbólico se cursa en lo real del cuerpo, revelando (como exploraremos más adelante) que es el cuerpo mismo el territorio de la extracción.
Rivermind, señor tecnofeudal
La pérdida que se cursa en lo real del cuerpo revela la lógica extractiva más amplia en la que Mike y Amanda quedan atrapados. La estrategia de captura se revela desde el primer encuentro en el hospital con la representante de Rivermind. Como señala Miller (2023), la publicidad opera movilizando el deseo mientras tranquiliza al superyó respecto a la culpa y asegura al yo la solidez de la decisión. Esta representante que presenta la "solución" a Mike encarna los "semblantes imaginarios" (p. 19) que, según Miller, desorientan: ante el diagnóstico terminal de Amanda, ofrece tiempo –no para elaborar la pérdida, sino para seguir pagando–. La oferta se presenta como salvación cuando en realidad inaugura una nueva forma de servidumbre.
Esta servidumbre opera según lo que Yanis Varoufakis (2024) describe como "tecnofeudalismo": Rivermind no funciona como una empresa compitiendo en un mercado abierto, sino como un "señor de la nube", propietario de un "capital en la nube" –el dispositivo y su infraestructura algorítmica– cuya función primordial es la modificación del comportamiento y la extracción de "renta de la nube".
La corporación no solo cobra una suscripción mensual por mantener activas las funciones cognitivas de Amanda; durante los períodos de "suspensión", el dispositivo aprovecha su capacidad de procesamiento cerebral para alimentar la capacidad de funcionamiento de sus servidores. Esta doble extracción –renta directa y capacidad computacional– transforma a Mike en "vasallo" y a Amanda en recurso.
En lugar del trabajo de duelo que elabora la pérdida de una vez, Rivermind ofrece una pérdida administrada: Amanda nunca termina de morir mientras ella y Mike paguen la renta. El duelo, que debería ser un acto con término, se convierte en una suscripción sin fin.
En este esquema tecnofeudal, la subjetividad de Amanda es colonizada: su discurso se ve infiltrado por anuncios publicitarios "contextualmente relevantes" que la convierten en agente involuntaria de marketing para Rivermind, monetizando hasta sus interacciones cotidianas en la escuela; sus períodos de suspensión y vigilia son administrados según los planes de pago; y sus capacidades sensoriales pueden ser moduladas algorítmicamente.
Los planes escalonados de Rivermind materializan esta lógica extractiva. El plan básico apenas mantiene despierta a Amanda por unas horas, con transmisión constante de anuncios comerciales; el plan Lux regula positivamente sus sensaciones, potencia habilidades y promete "controlar todo". Cada nivel implica mayor dependencia y mayor extracción. Sin embargo, como advierte Soria (2019), pese a las ilusiones que proveen estos gadgets tecnológicos, el cuerpo biológico persiste como "escollo a transformar", sin alcanzar los efectos de goce esperados, haciendo presente "una dimensión real de la castración, de la falla" (p. 823).
Este sistema tecnofeudal no opera aisladamente. A medida que el precio de la suscripción de Rivermind se vuelve prohibitivo para la pareja, ambas plataformas conforman un circuito de extracción que se retroalimenta: la primera demanda pagos crecientes que empujan a Mike hacia la segunda, donde transforma su sufrimiento en espectáculo rentable.
Ambas plataformas extraen valor de la negativa a elaborar la pérdida. La promesa de completud tecnofeudal se revela así como lo que siempre fue: una forma sofisticada de extracción que impide el duelo mediante la administración tecnológica de la pérdida.
La muerte como límite
El dispositivo de Rivermind promete diferir la muerte indefinidamente, pero es precisamente la muerte la que emerge como único límite a su lógica extractiva. Después de un año de existencia administrada, donde cada función vital tiene un precio y cada momento de consciencia se paga con fragmentos del cuerpo de Mike, Amanda reconoce lo que el sistema oculta: que la única salida es aquella que ningún upgrade puede comprar.
La escena final condensa la perversión del dispositivo. Es el aniversario de la pareja y Mike ha vendido la cuna del hijo que nunca tendrán, venta que metaforiza el futuro cancelado, para comprar treinta minutos del plan Lux. En el jardín, mientras maximiza la serenidad de Amanda en la aplicación, ella le dice que "es hora". Mike se resiste, menciona un encargo especial de un cliente privado en Dum Dummies que les permitiría continuar. Pero Amanda insiste: está segura. Solo le pide que lo haga cuando ella "ya no esté ahí" –cuando los treinta minutos terminen y vuelva a ser puro recurso computacional–.
Mike la acuesta. El timer marca los últimos segundos. Se dicen que se aman y, cuando el tiempo expira, Amanda comienza a transmitir anuncios publicitarios. Es entonces cuando Mike la ahoga con una almohada. Ella no se defiende –ya no está ahí– pero su cuerpo continúa emitiendo publicidades hasta el último aliento. Incluso en la muerte, Rivermind extrae valor: Amanda muere vendiendo productos que nunca eligió promocionar.
El acto de Mike revela la paradoja del sistema: para liberarla debe matarla. El "encargo especial" que menciona sugiere una mutilación definitiva –la castración literal que cierra el círculo de fragmentaciones–. El cuerpo que se ofreció pieza por pieza en Dum Dummies llega a su sacrificio final, no ya para sostener la vida artificial de Amanda, sino como culminación de su propia desintegración.
En este desenlace, la muerte no aparece como derrota sino como único acto posible frente a un sistema que prometía eliminarla. Amanda elige morir porque es lo único que puede elegir. Mike accede a matarla y en esa acción respeta genuinamente por primera vez la elección de Amanda, que nunca pudo tener lugar desde el desvanecimiento en el hospital, ya que él eligió por ella la continuidad de su vida en ese sistema. Es la única forma de amarla fuera de la lógica transaccional esclavizante de Rivermind.
La muerte, negada sistemáticamente por este tecnofeudalismo, retorna como aquello que no puede ser capturado, administrado ni monetizado. Es el límite que revela la imposibilidad de su promesa: donde el dispositivo ofrecía gestión infinita de la pérdida, la pareja encuentra que solo el acto definitivo de perder –y perderse– escapa a su dominio.
Conclusión
El recorrido por Common People nos confronta con los síntomas del discurso capitalista en su versión tecnofeudalista más extrema: Rivermind transforma el duelo en suscripción perpetua y pone al vínculo entre Amanda y Mike bajo gestión algorítmica.
¿Qué nos dice este episodio sobre nuestro presente? En una época donde proliferan las promesas de optimización tecnológica del duelo –desde la inteligencia artificial que simula conversaciones con muertos hasta las redes sociales que eternizan perfiles–, Common People nos interroga sobre el precio de eludir la pérdida. Queda abierta la pregunta sobre qué particularidad de la estructura permite a Mike asumir con tal presteza el recurso a la automutilación como respuesta a las demandas de este sistema.
La situación de Amanda revela el callejón sin salida al que conduce el dispositivo: después de un año de existencia administrada, la acción posible es elegir aquello que desde el principio le correspondía. En este sentido, aquella frase que Fisher (2017) atribuye a Jameson o Žižek –"es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo"– (p. 22) cobra una dimensión siniestra: para Mike y Amanda resulta efectivamente más fácil imaginar –y consumar– el fin de sus propias vidas que imaginar una existencia por fuera del sistema tecnofeudal que los mantiene cautivos.
Quizás la advertencia más perturbadora del episodio no radique en la distopía tecnológica que presenta, sino en reconocer que ya habitamos formas incipientes de esta administración de la pérdida. La pregunta que nos deja no es si estos dispositivos llegarán, sino qué formas de resistencia son posibles cuando el duelo, ese trabajo fundamental de lo humano, es capturado por lógicas que prometen diferirlo indefinidamente a cambio de nuestra servidumbre.
Como anticipaba el epígrafe, "sólo la muerte es gratis": en un mundo donde todo intenta ser monetizado al máximo, la muerte emerge como lo único que escapa a la lógica extractiva del tecnofeudalismo. Solo reconociendo este límite de lo imposible –ese real que ninguna tecnología puede domesticar– es posible recuperar la dimensión propiamente humana de la existencia.
Referencias:
Allouch, J. (2011). Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. El cuenco de plata.
Benasayag, M. (2021). ¿Funcionamos o existimos? Una respuesta a la colonización algorítmica. Prometeo Libros.
Fisher, M. (2017). Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? Caja Negra.
Freud, S. (1917 [1915]). Duelo y melancolía. En Obras completas (Vol. XIV, pp. 235-255). Amorrortu.
Freud, S. (1940 [1938]). La escisión del yo en el proceso defensivo. En Obras completas (Vol. XXIII, pp. 271-278). Amorrortu.
Lacan, J. (1972). Del discurso psicoanalítico (Conferencia en la Universidad de Milán, 12 de mayo de 1972). Inédito. https://www.elsigma.com/historia-viva/traduccion-de-la-conferencia-de-lacan-en-milan-del-12-de-mayo-de-1972/9506
Lacan, J. (2009). El Seminario, Libro 10: La angustia. Paidós.
Miller, J.-A. (2023). El otro que no existe y sus comités de ética. Paidós.
Miller, J.-A. (2025). Todo el mundo es loco (3ª reimpresión). Paidós.
Soria, N. (2019). Síntomas del discurso capitalista. XI Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. XXVI Jornadas de Investigación. XV Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. I Encuentro de Investigación de Terapia Ocupacional. I Encuentro de Musicoterapia. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires. https://www.aacademica.org/000-111/517
Varoufakis, Y. (2024). Tecnofeudalismo. Ariel.
NOTAS
FORUM
El abordaje de este texto sobre el primer capítulo de la séptima temporada de “Black mirror” me resultó sumamente preciso. En el se evidencia cómo el dispositivo tecnológico “Rivermind” suspende la muerte y, con ello, el trabajo de duelo, transformando la pérdida en una suscripción perpetua, una sujeción patológica. En este sentido, justamente, lo que en condiciones saludables debería iniciar en Mike ese proceso, queda interceptado por la tecnología, siendo que, Amanda continúa presente bajo una modalidad contractual y publicitaria, imposibilitándose de este modo el corte simbólico necesario y su consecuente elaboración, una vez que el objeto amado ha sido perdido. Esto trae como consecuencia una continuidad artificial que, indefectiblemente, abre las puertas de par en par a la Melancolía, en donde la libido queda fijada al objeto y el “yo” se empobrece, tal y como puede advertirse en el sacrificio progresivo de Mike, quien se fragmenta “pieza por pieza” en su intento y esfuerzo infrahumano por sostener a su amada con vida. En este punto, me parece oportuno el señalamiento de Freud en “Duelo y melancolía” en relación con la trama ficcional propuesta. Freud (1917 [1915]) afirma que el trabajo de duelo implica una desinvestidura libidinal, pieza por pieza, del objeto perdido. Esta coincidencia expresiva “pieza por pieza” entre el escenario audiovisual y el señalamiento teórico respecto del trabajo de duelo, reviste especial interés debido a que la denigración llevada adelante por el mismo Mike al fragmentar su cuerpo, es relativa a la imposibilidad de poder aceptar la realidad inminente de la muerte de su esposa. De este modo, al no poder ir efectuando la desinvestidura libidinal sobre el objeto amado, que irremediablemente será perdido, la investidura libidinal fijada al objeto se vuelve sobre el “yo”, produciendo así los efectos adversos que se evidencian en el día a día de Mike.
Por otro lado, en la resolución del episodio puede observarse lo mencionado recientemente. Es decir, cuando Amanda elige morir y Mike concreta ese acto, la evidencia recae en que sólo el reconocimiento de la pérdida permite reorientar la libido. La muerte, negada en un principio a través del dispositivo tecnológico al que recurrieron, retorna como el único atisbo capaz de liberar al sujeto de la servidumbre algorítmica y tecnológica. Así, el episodio de “Black Mirror” dramatiza aquello sobre lo cual Freud, sabiamente, ya nos había advertido en sus teorizaciones en relación al duelo y la melancolía. La no elaboración del duelo deriva en una Melancolía sostenida, pero la aceptación de la pérdida, en cambio, constituye la única vía para recuperar la dimensión propiamente humana de la existencia.
El capitulo "Common People" de la serie Black Mirror nos muestra la importancia del duelo, de poder elaborarlo. El querer escaparse, mirar para otro lado o desentenderse de esta elaboración simbólica que idealmente atravesamos ante la muerte de un ser querido, siempre trae efectos. Efectos o síntomas de los mas variados, los cuales dependerán de la estructura y subjetividad de la persona que no atraviese el duelo. Con esto no quiero decir que la elaboración simbólica de la muerte de alguien a quien amamos es un camino de rosas, ni un proceso lineal, ni una check list con casilleros por tachar, para nada. El duelo es subjetivo, es único, cada uno lo transita de la manera que puede, no hay un duelo igual a otro, porque no hay un vinculo igual a otro. No solo duelamos la ausencia física de esa persona que ya no está, sino que también el rol que esa persona ocupaba en nuestra vida y nosotros en la de ella. Mike, al elegir contratar a Rivermind hizo que este proceso, sea mucho mas doloroso y traumático de lo que hubiese sido aceptar el diagnostico de Amanda. ¿Quién puede juzgarlo? En una situación en la que se encuentra extremadamente vulnerable le ofrecen una opción, aparentemente una solución mágica ante el escenario de la muerte de su amada. Lo que Mike no sabia, ni Amanda tampoco, era que esa solución era una dilatación de lo inevitable. La muerte iba a llegar de todos modos, El modo que Rivermind les ofreció y ellos aceptaron, los esclavizó, quedando atrapados en una lógica consumista, propia del capitalismo, en la que siempre se necesita más y más para sentirse completo o realizado. En este caso, lo que terminaron consumiendo fueron sus propias vidas. Por un lado, Mike, al trabajar incontables horas extras para pagar las suscripciones, y luego ingresando a Dum Dummies, en donde llevó a cabo actos completamente autolesivos y degradantes. Por el otro, Amanda, dejó de ser ella misma, perdió su subjetividad, todo aquello que la caracterizaba, ya no estaba ahí, sino que había control de sus habilidades cognitivas, de sus sentidos, de sus emociones, exageradas horas de sueño y anuncios comerciales que salían de su boca, de los cuales ni si quiera estaba enterada. ¿Qué clase de vida era esta? ¿Valía la pena seguir así? ¿Hasta cuando o hasta qué punto estaban dispuestos a llegar con el fin de poder abonar las suscripciones de Rivermind? Cuando Amanda se da cuenta que la única salida a esta encerrona era la muerte, decide finalizar con su vida, decisión que Mike por fin respeta. Luego de tanto sufrimiento, vuelven al punto de partida: la muerte. Pero en este caso, se dio de una manera mas siniestra, ya que Mike tuvo que asesinar a su propia esposa. En el capítulo no se muestra como continua Mike luego de haber realizado ese acto, pero podemos pensar que ahora no sólo tiene que elaborar la muerte de Amanda, sino que también todo lo que ocurrió en ese tiempo, como dejaron de ser ellos mismos, como él vendió su sufrimiento y desmembramiento ante otros y como tuvo que terminar con la vida de su esposa. Supongo que el proceso de duelo de Mike, y los efectos de haber intentado evitarlo , serán un poco mas complejos de elaborar, que si lo hubiera hecho en el momento en que recibieron el diagnostico de su esposa.
¿La muerte es gratis?... o deja la deuda pendiente, de aquello que nunca se dijo, en algunos casos, te deja con la falta en ser completud cuando estas con ese ser querido, con la falta de esa caricia, de esa presencia, de esa existencia...como sucede con Mike, hasta donde su subjetividad y su Yo estan dispuestos a pagar literlmente por un tiempo mas de existencia con su amada Amanda, hoy el capitalismo fragmenta los cuerpos desde el momento en que se debe cumplir con las reglas o leyes laborales, la Cutura contemporanea de tiempo y espacio, la tecnologia nos separa del Otro, de su cuerpo y de su subjetividad, pero tambien te ofrece herramientas a modo de categorias de niveles pagos para, obtener el objeto del deseo y su cuerpo fragmetado a traves del espejo, de la pantalla virtual distorsionada, y ¿si tiene un precio?, el de ser conciente que esa persona que se fue o esta por irse,ya no volvera, es el precio que hay que pagar... con las ofertas de Rivermid, la muerte queda interrumpida, a costa, del capitalismo y el porvenir de una ilusion que menciona Freud,creencia falsa de la religion en analogia con el tecnofeudalismo, creyente de una esperanza tecnologica, el peso intolerable que la civilizacion le pone al ser humano, atraves del esfuerzo, de las lagrimas y el suspiro de solo recordar, y si la tecnologia suspende el duelo de lo no aceptado en esta escena con Amanda de Negar y alargar para llegar a la muerte y prolongar la vida a costas de la interaccion inconmensurada del mercanitlismo, capitalismo, por unos momentos mas con aquella persona que esta condenada a morir sabiendo su escaso tiempo, ¿que es, lo que se es capaz?, lo que un ser humano esta dispuesto a hacer para compartir unos minutos, horas, dias, meses con su ser amado... hasta donde se permite uno con la tecnologia y el capitalismo, frenar el duelo y prolongarlo en la existencia, satisfaccion narcisita, si al final todos llegamos ahi, a la muerte, la vida nos aniquilia, nos lleva a la inexistencia, pero si hoy estas en una situacion similar, ¿aceptarias de la corporacion Rivermind, por un tiempo mas... con un ser amado?
El artículo propone una reflexión sobre cómo la tecnología y el discurso capitalista atraviesan la experiencia humana del duelo. Lo que más me interpeló fue la frase que describe a Amanda como alguien que “muere vendiendo productos que nunca compró”. Esta idea me resulta muy inquietante, porque señala un futuro posible en el que incluso la muerte podría ser capturada por la lógica del consumo.
Considero relevante cómo el texto expone la suspensión del duelo cuando la pérdida se transforma en un servicio administrado tecnológicamente. En el caso de Mike, la imposibilidad de elaborar la ausencia de Amanda conduce a la fragmentación de su propia subjetividad. Esto muestra que ningún dispositivo puede sustituir el proceso simbólico necesario para tramitar la pérdida, que implica aceptar la finitud y resignificar la propia vida. Otro punto interesante es que la muerte aparece como límite ineludible frente al avance del capitalismo. Mientras Rivermind intenta mercantilizar la vida y el afecto, lo real de la muerte se resiste a ser domesticado, recordándonos que hay experiencias humanas que no pueden reducirse a contratos o productos.
El tema abordado en este capítulo me resulta extraordinario. Su análisis me llevó a pensar que no estamos tan lejos de mercantilizar la muerte, transformándola en un objeto más dentro de la lógica del consumo y convirtiendo la pérdida en mercancía.
Por otra parte, el modo en que se aborda la muerte resulta especialmente significativo: un tema tabú para el psicoanálisis, que se presenta como lugar de vacío para la significación y, al mismo tiempo, como el destino inevitable del cual no podemos escapar. Servirse de este tema permite interpelar lo que ocurre cuando el duelo queda suspendido: no aparece el dolor por la pérdida material, pero sí una pérdida de sí mismo que se manifiesta en la mutilación del propio cuerpo. La pérdida se encarna en ese cuerpo fragmentado, y la única vía posible para escapar de ese dolor termina siendo la muerte, precisamente aquello que se intentaba evitar.
Todo esto me lleva a reflexionar sobre nuestra condición de seres finitos: la muerte es parte constitutiva de la vida. Pretender evitarla —como ya lo hacemos con los paliativos frente al dolor— no modifica esa condición, pues el final es inevitable. Debemos permitirnos sentir, tanto lo bueno como lo malo, porque ambas dimensiones forman parte de lo que significa estar vivos.
En este caso, la muerte retorna como lo que verdaderamente es: aquello que no puede tener precio ni ser mercantilizado.
El análisis del episodio Common People demuestra cómo la tecnología incide directamente en la subjetividad humana. El texto muestra con claridad que la promesa de "administrar" la pérdida a través de dispositivos como el de Rivermind, que posterga la muerte y suspende el trabajo simbólico del duelo, transformándolo en una suscripción interminable y en un objeto de consumo.
Me parece adecuada la articulación con el "tecnofeudalismo", ya que pone en evidencia cómo las corporaciones extraen valor económico y subjetivo, colonizando el modo en que vivimos y elaboramos lo más humano: la pérdida, la finitud y el amor. Esto, desde una mirada ética, interpela al rol del psicólogo que acompaña procesos de subjetivación y simbolización. Si el duelo es capturado por el mercado y los algoritmos, ¿en qué lugar queda la palabra, el acto y el límite que el psicoanálisis y la clínica tradicional sostienen?
Creo que el texto invita a reflexionar sobre el costo de aceptar, sin cuestionamiento, soluciones tecnológicas que, bajo la promesa de evitar el dolor, terminan negando la propia condición humana: la imposibilidad, la falta y la muerte como experiencias ineludibles y fundantes.
Me resulta algo a destacar el análisis que se hace del duelo en términos de Freud en relación con el capítulo Common People, aquel "pieza por pieza" que se ve representado no en lo simbólico como proceso de duelo en este caso sino en cada pieza dental que Mike va dejando "a voluntad" para poder mantener -gracias al dinero que esto le genera y la entrada al consumo, que en este caso no es sustancia, sino "planes", pero bien podría serlo- cierta ilusión de evitación del sufrimiento, del sufrimiento psíquico que sin dudas iba a causarle la muerte efectiva de su amada, y que sin embargo allí está, pero transformado inmediatamente en sufrimiento del cuerpo. Da cuenta de lo inevitable del proceso, que por un lado u otro, aparece.
Me resultó muy interesante el artículo, especialmente en cómo muestra que el dispositivo no solo evita la muerte del paciente, sino también la posibilidad de elaborar simbólicamente el duelo por parte de su esposo. Al suspender esa pérdida, lo que se pone en juego no es solo la prolongación de la vida, sino también un corrimiento del trabajo psíquico necesario para tramitarla, con consecuencias profundas en la economía subjetiva. En este sentido, el capítulo deja ver cómo el discurso capitalista empuja a los límites de lo impensado con tal de evitar el encuentro con lo real de la muerte y del duelo, ofreciendo soluciones tecnológicas que buscan taponar aquello que, estructuralmente, no puede ser abolido.
El articulo sobre Black Mirror, Common People, plantea de manera cruda y real de una forma metafórica, y no tanto, como la tecnología puede meterse en cuestiones tan humanas como el duelo. Se muestra como la empresa rivermind transforma algo que debería ser un proceso simbólico, en un sistema de consumo, donde cada recuerdo o momento se paga como si fuera un servicio más. También se señala el carácter tecnofeudal del sistema, que atrapa tanto a Amanda como a Mike en una lógica de extracción constante. En síntesis, el texto ayuda a pensar como ciertos recursos técnicos actuales podrían llegar a funcionar de manera similar, evitando que la perdida se elabore realmente.
La primera frase de Freud que aparece en el capítulo —“Pero, como se sabe, sólo la muerte es gratis”— me impactó de entrada. En este episodio de Black Mirror, conocemos a Revermind, una empresa que vende la ilusión de tener más tiempo, de saltear el duelo, de evitar el dolor. Pero en realidad, lo que se consigue es más tiempo para sufrir. Más tiempo para seguir pagando. Nos volvemos esclavos del sistema.
Mike es un ejemplo claro: llega a límites impensados con tal de no enfrentarse a la pérdida. Lo que ya había perdido lo persigue, y en ese intento desesperado por evitarlo, se pierde a sí mismo. Me hizo pensar en nuestra vida cotidiana: trabajamos más, producimos más, convencidos de que así vamos a evitar la falta. Pero esa promesa de completud nos deja más vacíos.
Lo más fuerte para mí fue darme cuenta de que lo único que no tiene precio es justamente la muerte. Y es esa misma muerte la que evitamos constantemente. El sistema se alimenta de ese miedo: tratamientos de belleza, aplicaciones de productividad, tecnologías que prometen mejorar nuestra vida, darnos tiempo. Consumimos lo que sea con tal de sentir que todavía “hay más tiempo”.
Siempre en coordenadas de cantidad: más tiempo, más belleza, más amor. Se produce, se acumula. Y por eso el duelo no encaja. En estas coordenadas, el duelo no tiene lugar. Y ahí es donde nos destruimos, intentando pagar para no perder, cuando en realidad, la pérdida es lo único que puede darnos, aunque sea, un poco de libertad.
Película:Black Mirror: Common People
Título Original:Black Mirror: Common People
Director: Ally Pankiw, Charlie Brooker, Bisha K. Ali
Año: 2025
País: Reino Unido
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