Universidad de Buenos Aires
Resumen:
La propuesta que guía este trabajo se basa en las ideas de Maurice Blanchot acerca de lo impersonal y muerte en la literatura, para analizar la problemática del suicidio en el film Birdman, o La inesperada virtud de la ignorancia (Gonzalez Iñárritu, A. 2014). Este film y su narrativa audiovisual nos brindan la oportunidad de problematizar el imperativo moderno de "ser-alguien", “ser-un-quién” y sus implicancias subjetivistas, en relación con el padecimiento del sujeto contemporáneo. Siguiendo la perspectiva blanchotiana de lo impersonal, consideramos el pasaje de deconstrucción del quién al qué como una forma de resistencia a ese mandato y como condición de posibilidad para otras formas de existencia.
Palabras clave: Alguien | Impersonal | Muerte | Suicidio
From Who to What: Reflections on the Transition from "Being- Someone" to the Unexpected Virtue of Ignorance
Abstract:
The proposal that guides this work is based on Maurice Blanchot’s ideas about the impersonal and death in literature, in order to analyze the issue of suicide in the film Birdman, or The Unexpected Virtue of Ignorance (Gonzalez Iñárritu, A. 2014). This film and its audiovisual narrative provide us with the opportunity to problematize the modern imperative of "being someone," "being a who," and its subjective implications in relation to the suffering of the contemporary subject. Following Blanchot’s perspective on the impersonal, we consider the transition from deconstructing the who to the what as a form of resistance to that mandate and as a condition for other forms of existence.
Keywords: Someone | Impersonal | Death | Suicide
Prólogo
Antes de adentrarnos en las ideas de Maurice Blanchot sobre la noción de lo impersonal y su relación con la cuestión del quién en el contexto de este film, es relevante destacar que la filosofía contemporánea piensa la realidad desde la perspectiva de lo impersonal, que no puede ser atribuida a un quién. En consecuencia, la filosofía actual se ve comprometida en establecer un pasaje, un tránsito, del quién al qué. Sin embargo, es importante señalar que salir del ámbito del quién no implica regresar al qué, ya que eso sería plantear un retorno a un supuesto originario. Se trata más precisamente de pensar en otro tránsito, de cuestionar qué es lo que establecimos en el quién que nos resultó tan importante para pensar la realidad y el modo en que nos ubicamos y habitamos el mundo, siendo más interesante interrogarnos, ¿qué es lo que pasaría en ese tránsito?
Por otro lado, es importante aclarar que la noción de persona carece de una especificidad conceptual y no puede ser fácilmente definida. El término "persona" abarca diferentes significados en distintos campos lingüísticos y disciplinas. No existe algo inherentemente esencial o característico en esta noción que permita una definición precisa, ya que su naturaleza varía según el contexto en el que se emplee. Desde una perspectiva filosófica, especialmente desde el enfoque personalista, se suele asociar el concepto de persona con la identidad, estableciendo una conexión entre la identidad y la naturaleza del Ser. Estas particularidades hacen referencia a la certeza de ser un individuo único, y a la autonomía de un ser-quien (Pfeiffer, M. L. 2017).
¿Y conseguiste lo que querías en esta vida, a pesar de todo?
Sí lo conseguí.
¿Y qué era lo que querías?
Considerarme amado, sentirme amado en la tierra.
Raymond Carver
Birdman, o La inesperada virtud de la ignorancia, nos sumerge en la vida de Riggan Thomson (Michael Keaton), un actor cuya fama se ha construido gracias a su icónico papel como el superhéroe aclamado, Birdman. A pesar de su éxito, Riggan se siente vacío y lucha contra las exigencias de la cultura popular, que espera que continúe siendo una celebridad del cómic. En busca de un nuevo propósito para su vida y ansioso por ser reconocido como un actor talentoso, Riggan se embarca en la audaz tarea de llevar a Broadway la adaptación teatral de la obra literaria de Raymond Carver, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? Esta decisión representa su desesperado intento por alcanzar la consagración artística.
“Una cosa es una cosa y no lo que se diga de ella”
En su camarín, Riggan entabla un diálogo consigo mismo frente al espejo. Expresa su anhelo de ser recordado como alguien más que un intérprete de cómic, quiere ser reconocido como alguien capaz de crear algo “duradero” y “significativo”. Sin embargo, se siente atrapado en la imagen que se ha construido de sí mismo, la imagen de Birdman; así es que procura diferenciarse de ella a pesar de la insistencia del público y de la prensa en que allí permanezca. Riggan emprende un camino para afirmar quién-es, se embarca en el intento de luchar contra su mediocridad mientras la voz de Birdman lo perturba, convirtiéndose en un fiel compañero –un atormentador incondicional– quien parece no abandonarlo e insistir en aquello que él quiere dejar atrás: “Nosotros fuimos los verdaderos, Riggan. Lo teníamos todo y lo dejamos ir”. Riggan inhala y exhala, esperando que la voz se disipe. Sin embargo, esta insiste: “Sabes que no me iré”.
En su libro El espacio literario Mauirice Blanchot (1955) hace referencia a Franz Kafka quien expresa, según él “con sencillez”, lo siguiente: “Escribir para poder morir. Morir para poder escribir” (p. 81). Al igual que Kafka exploró la idea de morir para poder escribir, algo en Riggan debe morir para poder actuar, ¿pero de qué muerte se tratará finalmente?
En el escritorio de su camarín, se encuentran dos frases visibles, una de ellas está adherida al espejo y expresa lo siguiente: “Una cosa es una cosa y no lo que se dice de ella”. La otra, en cambio, es una nota que reposa sobre un ramo de flores, la cual podemos inferir que se trata de aquella que le dejó su hija Sam (Emma Stone), quien en una escena previa seleccionaba esas flores en un comercio por encargo de su padre que le había indicado que sean Alquimias. La nota dice: “no tenían lo que querías”. Realizamos un paréntesis aquí para decir que la preferencia de Riggan respecto a las Alquimias puede ser un detalle pero no una cuestión menor respecto a su vida, puesto que la alquimia es mencionada a menudo en historias y películas como el proceso de transmutación de los metales, por ejemplo para convertir plomo en oro. La relación entre la alquimia y la peripecia de Riggan puede pensarse en torno a su intento de transformación y de perfección. Riggan quiere transformarse, busca redimirse y encontrar su realización en lo actoral.
Retomando la primera frase, “Una cosa es una cosa y no lo que se dice de ella”, es interesante reflexionar sobre la misma teniendo en consideración las ideas planteadas nuevamente por Blanchot (1981) en su libro De Kafka a Kafka. Según Blanchot, cuando hablamos nos convertimos en dueños de las cosas. No sabríamos qué hacer si estas no tuvieran nombres. Las palabras que utilizamos para referirnos a las mismas nos permiten nombrarlas, pensar en ellas e incluso transformarlas para darles nuevos nombres. Sin embargo, esto también nos confronta con el problema de que las palabras suprimen las cosas. Cuando las construimos para decir algo de las mismas, estas las reemplazan y van desplazándolas. Para Riggan, ser nombrado como héroe de cómic lo suprime y fija. Tal vez interpretar la obra de Carver sea una forma de liberarse de eso. No obstante, la trampa se crea cuando dejar de ser nombrado como Birdman se convierte en ser nombrado como otro alguien: un actor exitoso y admirado.
Lo que precisamente parece condicionar a Riggan es el anhelo de ese reconocimiento, lo cual obtura la experiencia de actuar en sí misma. En el camarín, su ex esposa Amy (Sylvia Thompson), le expresa que él confunde el amor con la admiración, señalando con ello la importancia de no confundir la validación del otro, con lo que suscita el encuentro con el arte. En línea con lo que mencionamos previamente respecto a la liberación de Riggan, en el libro El corazón de un perro, Laurie Anderson (2017) plantea una conexión breve pero interesante entre el amor y la muerte: “[…] Pero finalmente lo vi. La conexión entre el amor y la muerte. Y que el propósito de la muerte es liberar el amor” (p. 77) Es dejando morir su necesidad de admiración y reconocimiento que tal vez Riggan pueda dejarse habitar por el amor en aquello que hace.
La única ley del abandono, como la
del amor, es la de ser sin remisión e inapelable.
J. L. Nancy
Un desvío: El pasaje de superhéroe a irrelevante
Durante una discusión entre Riggan y Sam, ella le expresa lo siguiente: “Y, seamos sinceros papá, tú no haces esto por amor al arte, sino para volver a ser alguien. Hay un montón de personas que cada día luchan por convertirse en alguien. Y tú, como si no existieran. ¡Pasan cosas en un lugar que ignoras y que ya se han olvidado de ti! ¿Quién coño eres? Odias a los blogueros, te ríes de Twitter. ¡Ni siquiera estás en Facebook! ¡Tú sí que no existes! Haces esto porque te aterroriza, como a todos, ser irrelevante. ¿Sabes qué? ¡Tienes razón! ¡Lo eres! No pasa nada, ¿ok? No eres importante, ¡hazte la idea!”.
En el libro "Quién" o "qué". Los tránsitos del pensar actual hacia la comunidad de los vivientes, compilado por Mónica Cragnolini (2017), se presentan reflexiones de varios autores. Entre ellos, Juan Pablo Sabino plantea la necesidad de separar la noción de vida del concepto de quién y abordarla desde su aspecto de qué. Siguiendo la perspectiva de Jacques Derrida, Sabino sugiere, alrededor del vínculo con los animales, que al detenernos en la mirada de estos, podemos cuestionar lo que se encuentra detrás de esa mirada impersonal, silenciosa y solitaria que nos desliga de nuestro ser quién y nos conecta en un ser qué. Según Sabino, este proceso ocurre en un momento inicial, innombrable, intraducible e irrepresentable, donde no existen nombres, signos ni tiempo. La mirada del animal nos desnuda, suspende nuestros prejuicios y nos desapega de nosotros mismos (Cragnolini, 2017). Birdman es un pájaro que mira a Riggan pero es un pájaro ya atravesado por el quién y es por ello que la mirada que le dirige no es silenciosa sino perturbadora, aquella que le exige ser alguien.
Volviendo a las palabras que Sam le dirige a su padre, podemos decir que estas lo confrontan con esa idea de desapegarse del ser un quién y suscitan en él una perplejidad frente a la posibilidad de irrelevancia, de ser olvidado en un mundo donde la mirada de los otros, con la que forjamos identidad, se convierte cada vez más en condición de vida. Lo que Sam le dice instaura la necesidad de separar la noción de vida del concepto de quién para explorarla desde su aspecto de qué, aspecto impersonal, que implica ir más allá de la identidad individual para centrarse en la experiencia compartida de la existencia. Sam, en su enfado hacia Riggan, parece apuntar a esta idea de separar el quién del qué cuestionando a su padre y a su necesidad de identidad. La crítica revela la obsesión contemporánea, que se remonta al proyecto ilustrado de la modernidad, de ser alguien, un ser individual, autónomo y soberano, nombrado y reconocido por los demás.
Respecto al padecimiento que ser-alguien le suscita, podemos decir que la apuesta a que algo de ello se disipe apuntaría a producir el pasaje de ser superhéroe de cómic, no hacia el ser-actor-reconocido sino hacia la posibilidad de habitar ese ser-irrelevante que su hija le señala. ¿Puede Riggan soportar eso? Retomamos aquí lo que decía aquella nota en su camarín: “No tenían lo que querías”. ¿Puede Riggan vivir desprovisto del dominio de quién-es para sí y para los otros? Citamos nuevamente aquí a Blanchot (1955): “No hay que permanecer en la eternidad perezosa de los ídolos, sin cambiar, desaparecer, para cooperar con la transformación universal: actuar sin nombre y no ser un puro nombre ocioso”. (p. 82)
Por esta misma vía, en el libro La amistad Blanchot (1971) hace referencia a lo neutro, allí dice que dicha noción representa tanto una amenaza como un escándalo para el pensamiento. Al considerar lo neutro, se liberaría el pensamiento de la fascinación por la unidad enfrentándonos a una exigencia radicalmente diferente, capaz de desafiar y escapar de cualquier forma de unificación (Blanchot, 1971).
En el mismo sentido y en contraposición a lo que mencionamos anteriormente respecto al concepto de persona asociado a la identidad y a la autonomía de un ser quien podemos mencionar a Giorgio Agamben (2018), quien en su libro Autorretrato en el estudio afirma que lo sagrado, lejos de ser la persona, radica en lo impersonal de un ser humano. Según él, la perfección es impersonal, mientras que la persona en nosotros es parte del error y pecado.
En otras palabras, pensar en uno mismo como alguien irrelevante, en el sentido de alguien más, entre otros, un qué, implica estar desapegado de sí frente a una mirada que, como decíamos previamente, también puede llegarnos de manera impersonal. Desde esta posición, tal vez sea posible realizar las cosas “por amor al arte” –como Sam le planteaba a su padre– siguiendo la ley del abandono, como dice Jean Luc Nancy en el epígrafe del texto “La comunidad de los amantes” de Blanchot (1983), la de ser sin remisión e inapelable. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor… y de vida? De lo que puede hacerse desapegado de todo lazo, en el abandono y en la irrelevancia.
Puesta en abismo: Matar(se), en la obra teatral, al interior del cine
En este punto nos resulta interesante plantear la noción de puesta en abismo, que más adelante explicaremos brevemente, porque de algún modo justifica la decisión de tomar un material audiovisual, una narrativa ficcional, para pensar problemas existenciales en la vida de un sujeto.
Luego de la escena en la cual Riggan se halla en una situación humillante, tras por accidente haber quedado afuera del teatro en ropa interior. Reingresa al mismo y retoma el diálogo de la escena en curso, escena que a lo largo del film vemos repetirse y que tiene como suceso central el suicidio del personaje, interpretado por Riggan, quien se dispara tras un desengaño amoroso: “¿Por qué, dime por qué? ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué siempre le ruego a la gente que me ame? Solo quería ser lo que tú quisieras. Ahora paso cada maldito día intentando ser alguien que no soy”. Posiciona su mano con el gesto de un arma debajo de su mentón.
Estas líneas del guion nos invitan a reflexionar sobre la interacción que se establece con el relato al interior de la historia de Riggan, permitiéndonos reconocer en esta conexión la técnica de puesta en abismo (Laso, E. y Michel Fariña, J. J., 2021), mencionada anteriormente. Esta técnica se caracteriza por crear un juego narrativo entre una obra que se presenta dentro de otra, generando así un diálogo que propicia una resignificación. Esas líneas del guion de alguna manera se convierten en la enunciación que subyace a la historia de Riggan y que él mismo ratifica de la siguiente manera: "Y esta obra comienza a parecer una versión en miniatura y distorsionada de mí mismo que me sigue a todas partes y me golpea con un pequeño martillito". Si la voz de Birdman lo golpea como el picoteo de un pájaro en la cabeza que le dice que siga siendo ese quien que todo lo tiene, la obra de Carver lo enfrenta con la insoportable idea de que sólo se puede ser-alguien que no se es.
Asimismo, otra escena en la que identificamos una puesta en abismo es aquella en la Riggan, luego de discutir con la Sra. Dickinson (Lindsay Duncan)– la temida crítica teatral quien enfáticamente le recuerda que él no es un actor sino una celebridad y que se ocupará de destruir su obra– sale del bar en el que se encontraban y en la acera escucha a un hombre que recita unas líneas de Macbeth, la obra de Shakespeare. Mientras ingresa a un comercio de bebidas alcohólicas, repleto de luces de colores, se escucha:
Mañana y mañana y mañana. Se trepa con este paso trivial día tras día hasta la última sílaba del tiempo prescrito. Todos nuestros ayeres han iluminado –Riggan pide una botella de whisky– a los tontos hacia el polvo de la muerte. ¡Apágate, apágate, breve vela! La vida no es más que una sombra caminante, un pobre actor que se pavonea y agita durante su obra en el escenario y luego no se le oye más. Es una historia contada por un idiota llena de ruido y furia que no significa nada (Shakespeare, 1606. Macbeth. Acto V, Escena V).
Es luego de batallar contra la Sra. Dickinson que ese relato de la obra shakesperiana cobra un sentido singular para él, pues parece ser la voz de su frustración. Sumergiéndose en la embriaguez, se duerme en las escaleras de una vivienda, se apaga. Con la cabeza sobre una bolsa de residuos, yace dormido, como un resto más, hasta que la voz de Birdman lo insta a levantarse mientras le dice: "Eres una estrella de cine", "tú eres Birdman". Vemos luego como Riggan se arroja desde una terraza al vacío y vuela hacia el teatro.
¿Cuál es acaso el tiempo prescrito para Riggan? ¿“Prescrito” en el sentido del determinismo o el sentido de algo que se extinguió? ¿Cuáles son los ayeres en la vida de Riggan que podrían iluminarlo hacia el polvo de la muerte? ¿Hacia qué muerte, la muerte de quién? ¡Oh, sé tú, quien se apaga. Apágate, apágate!
Dejemos de pensar contra el vacío y despertemos en él.
Babasónicos
De la puesta en escena al abismo: Un acto final entre luces y sombras
Es hora de volver a escena. Riggan se prepara nuevamente, toma el arma, la carga, esta vez no se trata de un arma de utilería. Se enfoca nuevamente la frase en el espejo “Una cosa es lo que es y no lo que se dice de ella”, convirtiéndose casi en otra voz que lo acompaña pero que trae otra interpelación. Camina hacia el escenario, rechaza la sangre de utilería que la asistente le acerca para la escena. Interpreta el guion: “¿No me amas, verdad? Yo ya no existo, ni siquiera estoy aquí”. Se dispara, se desploma. La audiencia, dubitativa en un principio, aplaude de pie.
No podemos dejar de vincular esta escena a lo sucedido previamente con la Sra. Dickinson, quien lo nombra hostilmente celebridad, expulsándolo de su apuesta artística y reduciéndolo a la sombra del actor que no puede ser.
En su texto Un placer tan sencillo Michael Foucault (1994) hace referencia a los Bosques de Aokigahara de Japón conocido por ser un lugar al que las personas acuden para suicidarse. Foucault postula que allí existe la posibilidad de entrar a un lugar sin tiempo ni geografía para buscar, rodeados de la más extravagante decoración y de compañeros sin nombre, “ocasiones de morir libres de toda identidad” (Foucault, 1994). Para Riggan el escenario es el espacio sin tiempo ni geografía que Riggan elige para suicidarse, donde toda la confusión y el caos respecto de ser alguien parece desplegarse.
Luego del disparo lo vemos a Riggan en el hospital. “Se voló la nariz”, dice su amigo Jake (Zach Galifianakis). El vendaje que lleva se parece a la máscara de Birdman, se lo quita. Sin embargo, otra vez frente al espejo, Birdman se erige de pie a su lado. Riggan, se dirige hacia la ventana de la habitación, la abre, observa la danza de una bandada de pájaros. Lo perdemos de vista.
Blanchot (1955) plantea en una nota al pie que el deseo de morir expresaría una cierta necesidad de plenitud, la aspiración hacia el borde extremo donde “desbordar” no significa plenitud sino vacío, “el exceso respecto del cual lo lleno no es bastante” (p. 116). Esta idea de “desbordar” puede relacionarse, al interior de la vida de Riggan, como un intento de romper con las expectativas de esa cultura popular que lo ancla en la sensación de insignificancia y vacío. “Lo lleno” con Birdman para él no alcanza.
Pero Riggan ha perdido el control, se encuentra en la posición de haber perdido el dominio de sí y de su carrera. Es la pérdida de ese dominio lo que se torna insoportable, rápidamente intenta recuperarlo y lo hace proyectando su muerte.
Como Blanchot dice: “La prepotencia del sujeto parece no tener límites, queriendo extenderse hasta el límite de los límites, la muerte. [...] Existe otro modo más real y factible de dominio: proyectar la propia muerte, suicidándose”. (p.169)
Sin embargo, siguiendo a Blanchot, no es lo mismo morir que suicidarse, puesto que suicidarse implica intentar adelantarse a un futuro que es incierto, el de una muerte que no acontece, en la que no tengo acción, y de la que tampoco podré dar testimonio.
Mónica Cragnolini (2017), retomando las propuestas del pensamiento blanchotiano respecto al suicidio, postula lo siguiente en su texto “Insensata delicadeza: El suspiro que ‘deja ir’”:
Al proyectar mi suicidio quiero tornar calculable lo incalculable, programar lo improgramable, hacer factible lo que debe advenir sin mi “intervención”. Adelantando el encuentro imposible, tal vez sea un modo de querer aferrar lo inaferrable, un dejo de “dominio” frente a las circunstancias, un resguardarse una gota de poder (después de todo soy “yo” quién decide morir, cuando todo lo otro que me acontece coarta mi decisión) (Cragnolini, 2017).
En la Revista Conjetural nro. 10, el psicoanalista Jorge Jinkis (1986) postula en el artículo “Interpretación psicoanalítica del suicidio”:
El suicidio, tantas veces demorado, tantas veces anticipado en su morosa renovación, es el ámbito de la muerte imaginada (Bachelard, 1949). […] Esta proliferación es correlato de la afirmación freudiana: “La muerte propia es, desde luego, inimaginable, y cuantas veces lo intentamos podemos observar que continuamos siendo en eso meros espectadores”.
Por eso, sólo se puede hablar de la muerte “propia” de manera inapropiable. Riggan deja de imaginarla para llevarla a escena, convirtiendo al público en su espectador, en quien pueda dar testimonio de ello. “[...] cuando me doy muerte tal vez sea “Yo” quien la da, pero no soy quien la recibe” (Blanchot, 1955, p. 94).
Según Blanchot, la muerte voluntaria implica negarse a reconocer la otra muerte, aquella que no se capta, que nunca se alcanza; es una forma de negligencia soberana. La expresión "yo me mato" sugiere un desdoblamiento que no se ha tenido en cuenta. Yo es un yo en la plenitud de su acción y decisión, siendo capaz de actuar con soberanía y alcanzarse a sí mismo, pero, paradójicamente, es otro a quien alcanza (Blanchot, 1955).
Para finalizar, Giorgio Agamben (2007) dice en La potencia del pensamiento que “Sólo muriendo podría el Yo abrir un paso más allá́ de sí mismo” (p. 135), por lo tanto, el acto de morir se convierte en una posibilidad de trascender los límites del yo. En este instante final, cuando la existencia individual se disuelve, se abre la puerta hacia lo impersonal hacia una dimensión en la cual el ser ya no se define por roles, nombres o identidades preestablecidas. Pero no nos referimos al suicidio sino a la muerte, a otro tipo de muerte.
En el caso de Riggan, su búsqueda por desprenderse de la figura de Birdman encuentra un eco en esta idea de Agamben. Pero Riggan no se somete a la experiencia de ese tipo de muerte de la que habla el autor. Si bien él se ve desafiado a abandonar una identidad, el lugar de un quién que lo suprime, no llega a habitar el lugar de qué, de impersonalidad, que inferimos se convertiría en la posibilidad de que algo más allá de sí-mismo puede manifestarse. En ese tránsito Riggan se extravía. A medida que avanza la película, vemos que el desasimiento de Birdman no se concreta puesto que queda sujeto al ser-reconocido como actor y eso no sucede, al menos en lo tiempos que a él le urgen. Así, su identidad de Birdman rápidamente retorna y lo lleva a arrojarse por la ventana. Riggan no soporta ese tiempo intermedio, ese intervalo en el que no deja de ser Birdman y no llega a ser reconocido como alguien en el ámbito teatral. En ese intervalo tal vez radique la virtud de la ignorancia, la de no saberse alguien. Ese intervalo, quizás en consonancia con el silencio del que habla Blanchot respecto a quien escribe, implica una desaparición, un renunciamiento de sí que no es a través de la huida que propicia la voluntad de “la propia muerte” sino de una muerte distinta, la que no se capta. Laurie Anderson (2017) dice: “Vivir en el intervalo, entre el momento que está espirando y el que está surgiendo, vacío y luminoso. La ciudad verdadera cayendo por tu mente en pedazos brillantes. Y cuando cerras los ojos, ¿Qué ves? ¿Nada? Ahora volvelos a abrir” (p. 67). ¿Cómo hallar en el vacío lo iluminado?
Epílogo
El intento de la filosofía moderna ha sido desprender al hombre del lugar del qué y transformarlo en un quién. Es decir, todo su proyecto, el proyecto ilustrado, que procuró alcanzar la autoconciencia, la identidad y conocimiento de sí, es un proyecto que fue dirigido a construir un quién. Es por esta línea que la filosofía actual está comprometida en el pasaje de salida de ese quién y piensa en una realidad en términos del qué, es decir, de lo impersonal.
Para Blanchot por ejemplo, la escritura en literatura implica establecer un pasaje del yo al él, a la impersonalidad, donde el autor se disuelve y se pierde a favor del anonimato. Según Blanchot, el escritor se entrega a la escritura sin buscar reconocimiento, encontrando en ello una forma de experimentar la muerte y permitiendo de esa manera que algo más allá de él mismo tome forma en la obra. Las subjetividades contemporáneas, tan sujetas al sí mismo, podrían hallar en ese pasaje otro tipo de vida, desde la de la renuncia a ser soberano, agente de dominio de sí, y también de todo lo que establece como otro.
¿Cómo hay que entender ese tránsito del quién al qué? Dejando a un lado las figuras subjetivistas de la modernidad que pusieron en el quién, en el ser-alguien, el lugar de asentamiento de esto que llamamos existente humano, para así pensar a su alrededor formas de transformación política, de deconstrucción de lo que se ha erigido como la figura de sujeto autofundado, autotélico.
Entendemos que si la filosofía contemporánea se ha abocado a problematizar ese pasaje algún motivo ha de hallar, ¿podríamos acaso no vincular la exigencia de ser un quién a los padecimientos del sujeto contemporáneo? Es a través de lo impersonal que apostamos a habitar una contraofensiva poderosa a la obsesión contemporánea de ser-alguien, abriendo paso con ello a la posibilidad de existencias más vivibles.
Referencias:
Agamben, G. (2018). Autorretrato en el estudio. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2018.
Agamben, G. (2007). La potencia del pensamiento. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora S.A., 2007.
Anderson, L. (2017). El corazón de un perro. Ciudad del este: Bikini Ninja, 2017.
Blanchot, M. (1981). De Kafka a Kafka, París, Éditions Gallimard, 1981.
Blanchot, M. (1955). El Espacio Literario, Editora Nacional, Madrid, 2002.
Blanchot, M. (1971). La amistad. Editorial Trotta, Madrid, 2007.
Blanchot, M. (1983). La comunidad inconfesable. Les Éditions de Minuit, 1983.
Cragnolini, M. (2017). “Quién” o “qué”: Los tránsitos del pensar actual hacia la comunidad de los vivientes/ Mónica B. Cragnolini [et al.]; compilado por Mónica B. Cragnolini. - 1a ed. Adrogué: La Cebra, 2017.
Cragnolini, M. (2017). “Insensata delicadeza: el suspiro que ‘deja ir’” en:
https://www.instantesyazares.com.ar
Laso, E. y Michel Fariña, J. J., (2021) “Una puesta en abismo de la Ley”. Disponible en: https://www.eticaycine.org/Your-Honor
Foucault, M. (1994). Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales Volumen III. Francia: Éditions Gallimard, París, 1994.
Jinkis, J. (1984). “Interpretación psicoanalítica del suicidio”. Revista Conjetural, vol. 10, invierno de 1986, pp. 21. Disponible en: http://www.conjetural.com.ar/revistas/10.pdf (Fecha de consulta: 24/06/2023)
Laso, E. y Michel Fariña, J. J. (2021). Una puesta en abismo de la Ley. Disponible en https://www.eticaycine.org/Your-Honor
Pfeiffer, M. L. (2017). “Persona humana” Disponible en: https://salud.gob.ar/dels/entradas/persona-humana
NOTAS
FORUM
TODOS SOMOS BIRDMAN, A PESAR DE LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA.
No nos engañemos. Los seres humanos somos patéticos y no hay nada que pueda cambiar un hecho tan incontestable como ése. En algunos casos, pocos y muy señalados, nacen personas que sobresalen por su capacidad para decir y hacer aquello que los demás solamente soñamos, pero que, por una causa o por otra, somos incapaces de hacer y/o decir.
Sumidos en nuestra profunda ignorancia, pensamos que por todas aquellas cosas que hemos creado o robado de la naturaleza somos “la raza superior” “el homo sapiens” o majaderías como las que, día tras día, escuchamos, ciegos ante la evidencia de nuestra propia e insana naturaleza.
Encima y para colmo de males pasamos más tiempo preocupados de lo que hacen los demás que empeñados en superar nuestras taras, circunstancia que nos ha llevado a una nueva crisis -ya mundial, que no local- la cual amenaza con desequilibrar las cosas hasta extremos nunca antes alcanzados, acabando con cualquier posibilidad de entendimiento entre los que tienen, una minoría, y el resto.
Ya ni tan siquiera hace falta subir al escenario para ver los negros nubarrones que se ciernen en el horizonte, a imagen del literario cuervo descrito por Poe en sus legajos y bajo cuyas alas sobreviven, muy a duras penas, los miles de millones de seres humanos que, cada día, que se parecen más a los protagonistas de la sensacional E tu vivrai nel terrore! L’aldilà (The Beyond. 1981) del tristemente desaparecido Lucio Fulci.
En su secuencia final, los protagonistas quedan atrapados en un dantesco escenario, sin posibilidad alguna de escape por mucho que miren a su alrededor, circunstancia que les emparenta, de alguna u otra forma, con el protagonista de Birdman, otro magnífico ejemplo del cine de autor, pero que no cae en la pedantería y en el exceso de “lo cotidiano”- hecho que parece querer terminar con cualquier atisbo de originalidad dentro del panorama cinematográfico actual-.
Riggan Thomson (Michael Keaton) en un actor marcado por haber dado la réplica a un superhéroe conocido como Birdman. Aquel papel le dio una fama explosiva, banal y tan poco duradera como llegó a ser su matrimonio, y eso que su mujer era lo mejor que le había pasado en su vida, por tópico que esta afirmación pueda sonar.
Ahora, con medio siglo sobre las espaldas, Thomson está empeñado en demostrar que es algo más que un actor que logró la fama gracias al boom de películas basadas en héroes gráficos y/ o literarios, y trata -casi diríamos que de manera infructuosa y suicida- de llevar al escenario la obra What We Talk About When We Talk About Love, escrita por Raymond Carver en 1981.
Thomson tuvo en sus años de juventud un encuentro con Carver y, desde entonces, albergaba la idea de llevar uno de los relatos cortos del literato y poeta norteamericano hasta los escenarios de Broadway. Con lo que no contaba el actor era con la hostilidad manifiesta de los “sesudos críticos” del circuito teatral neoyorquino- tan mezquinos como incapaces de admitir su profundo y manifiesto patetismo- y con los problemas que siempre acarrea trabajar con actores que tienen su ego, o sus inseguridades más grandes que su cerebro.
Y es que tanto Lesley (Naomi Watts) como Mike (Edward Norton) son eso mismo, dos actores, muy buenos -en especial, él-, pero incapaces de dejar atrás sus taras, sus neurosis y sus inseguridades. Acaban por ser dos niños pequeños empeñados en montar la pataleta suprema, sin reparar en gastos, ni en las consecuencias.
Pivotando entre todos está Sam (Emma Stone), hija disfuncional, ex-adicta, que tampoco tiene muy claras sus prioridades. Y, aún menos, su relación con un padre al que recuerda más por las fotos en las marquesinas de los cines que por los momentos que pasaron juntos.
¿Quieren más? Pues hay hasta un amigo abogado-productor Jake (Zach Galifianakis) que, lejos de solucionar problemas, los ocasiona -a veces, sin querer, y a veces, queriendo-, de igual forma que Laura (Andrea Riseborough), la “novia” de Thomson, tampoco le apoya.
Ante tal cúmulo de circunstancias, no es extraño que Thomson oiga en su cerebro la voz del héroe que una vez fue, capaz de volar, de levitar, de mover cosas con su pensamiento y que no se rendía, ante nada, ni ante nadie, por muy adverso que el futuro se le presentara.
Claro que aquello era tan sólo una película, y esto es la dura, áspera y patética realidad de un ser sumido en sus propias dudas, sus inseguridades, su melancolía y su deseo de que, por una vez, pueda hacer una cosa bien y luego, si se diera el caso, dejarlo todo y dedicarse a vivir lo que lo que le quede de vida, sin mayores problemas.
¿Les suena de algo esta última frase? ¿No han sentido, por lo menos una vez en sus vidas, ganas de hacer una cosa, solamente una cosa siguiendo las reglas propias, y luego dejarlo todo y vivir sin mayores pretensiones?
Ya se sabe que “de la teoría a la práctica, hay un buen trecho” pero, visto lo visto, Riggan Thomson, termina por ganarse ese derecho, ya sea por la inesperada virtud de la ignorancia –subtítulo de la película escrita, producida y dirigida por el director mejicano Alejandro González Iñárritu- o porque, algunas veces, algún patético ser humano logra hacer algo digno de mencionar.
Después está todo aquello que emparenta a Riggan Thomson con el personaje de la canción de Alberto Cortez “Castillos en aire”, en especial la última de las estrofas de la canción. Esa parte fue la que más me gustó de toda la película, por la forma en la que el director no se olvida de la capacidad de fabular que también es inherente a los seres humanos y que, por desgracia, algunos se empeñan en querer borrar del séptimo arte.
Birdman no es una película fácil, más bien todo lo contrario. No se engañen, casi nadie sale bien parado, más bien diría que apaleado, pero, el regusto final, la sensación que te queda -sello de fábrica de Alejandro González Iñárritu en todas su películas- hace que uno acepte quién es y, a pesar de todo, recupere algo de la fe que esta sociedad banal, mercantilista, farisea y patética se empeña en arrebatarnos.
A partir del artículo referido al film “Birdman”, despierta interés el cuestionamiento que realiza Sam, la hija de Riggan, a su padre, haciendo referencia a que éste, es un ser de irrelevancia fuera de su personaje “Birdman”. Éste también tiene una discusión con la Sra. Dickinson la cual le recuerda que no es actor sino, celebridad. Podría pensarse que ambas confrontaciones, le permiten al mismo Riggan, a preguntarse acerca de su padecimiento por el ser-alguien. Podría pensarse que tanto Sam como la Sra. Dickinson, incomodan al sujeto, debido a que éste, se encuentra fijado en el personaje Birdman y ahora Riggan, se ve interpelado acerca de su propia identidad, pero se abre la posibilidad de habitar con ese ser irrelevante, que actúa por amor. Sin embargo, lo insoportable pareciera apoderarse de Riggan, dado que el tiempo de no ser Birdman, se vuelve intolerable.
La noción de “puesta en abismo” en la que refiere al sujeto que resignifica en la escena que representa de Birdman, invita a pensar en un sin tiempo insoportable, en un vacío en el que no se sabe ser alguien, en el cual, las subjetividades contemporáneas están ensimismadas y expuestas a exigencias de ser alguien. Se podría inferir que en el caso de Riggan, responde a exigencias de la cultura popular, pero, detrás de Birdman, hay un sujeto del padecimiento, su desenlace es el suicidio del personaje que, en el mismo escenario se desencadena el sin tiempo de Riggan, un sujeto desbordado, que no soporta ser irrelevante.
“Birdman – La inesperada virtud de la ignorancia”
Esta maravilla del cine nos plantea la incertidumbre de la existencia. ¿Existimos porque somos vistos por otros? A medida que se desarrolla el film podemos descubrir que lo que tortura al protagonista es justamente no ser, haber perdido la calidad de “ser” como criatura viviente, debido a ya NO SER, para otros. Toda construcción en la trama de su vida, es para que los demás la vean. Decide ser actor porque un escritor, en un momento de borrachera, le escribió una buena crítica sobre su actuación en una obra, en su juventud. No parte de su propio deseo, sino del deseo de ser el deseo del otro. Vive atrapado en el papel que lo consagró, del que reniega, porque ya no cabe en los estándares superyóicos de la cultura teatral de la que depende para existir. “Mira todas esas rosas…y tú las detestas…”, le dice su ex esposa. Nada alcanza en la neurosis, se podría decir que tiene todos los éxitos cosechados, y el amor de su familia, pero nada llena el vacío. En un momento reflexiona sobre su vida y reconoce que canjeó la realidad de sus afectos por la ficción del reconocimiento…”no estuve presente en mi propia vida y ahora no la tengo, nunca la tendré…”, es aquí donde pasa al acto, algo de la realidad se mezcla con la puesta en escena, ya el arma no es de utilería, por algunos momentos deja de actuar y se muestra, descarnado, haciendo propio el discurso de su existencia, “No me amas, ¿verdad? Yo ya no existo, ni siquiera estoy aquí”, acto seguido, se dispara.
Hola, para esta semana elegí el artículo “Del quién al qué: reflexiones sobre el tránsito de ser-alguien a la inesperada virtud de la ignorancia” del film Birdman.
Para poder retomar el concepto proveniente de la filosofía de la modernidad sobre el lugar del hombre a ocupar como un “quien”, desplazado de subjetivaciones más impersonales y menos restringidas del mismo ser, como el pensarse un “qué”. La problemática del desplazamiento del “que” al “quien” para el sujeto yace en que este segundo esta vinculado naturalmente a las expectativas y mas ciertamente lo percibido por el sujeto por los demás, teniendo que ser un sujeto respondiendo a un ideal impropio, sino mas bien cultural o epocal. Como una posible resolución el autor propone la vuelta a una concepción de uno mismo como un “que”, del cuál uno pueda plantearse las posibilidades de su existencia desde una perspectiva propia mas “impersonal” en cuanto es pensado por fuera de su persona, así como un autor se “da muerte” a si mismo para poder conceptualizarse al momento de pensarse en una obra, en una suerte de propio anonimato, abriendo paso a existencias más vivibles.
Sobre esta conceptualización parece valioso enlazarlo con textos que hablan sobre estos desgastes epocales del ser, tomaremos de referencia “El coste de la excelencia” de Aubert y De Gaulejac, que trabajan el burnout en pleno aumento dentro de la sociedad asociado con el mito de Ícaro, curiosamente también presente dentro del film a través de la figura del alter ego de Riggan, “Birdman”, viendo las consecuencias de esta filosofía moderna del ser, pensándose un “quién”, que curiosamente como en el desenvolvimiento del film donde hay una caída del ser del protagonista a un vacío, así mismo el mito de Ícaro luego de que este vuela demasiado cerca del Sol.
Película:Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)
Título Original:Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance)
Director: Alejandro González Iñárritu
Año: 2014
País: Estados Unidos
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