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"Unidades de ayuda", la responsabilidad profesional frente a subjetividades arrasadas por rostros desfigurados

por Loza, María Julieta

“The chef prepares a special menu for your delight, oh my

Tonight you fly so high up in the vanilla sky

Unbearable or great

You gotta love every hour, you must appreciate

This is your time

This is your day

Youve got it all

Dont blow it away”

Vanilla Sky, Paul McCartney

Escena: “Unidad de ayuda”

“Sala con estudios, placas, comienzan a realizar una serie de descripciones médicas de un caso. Se ven 6 doctores y el protagonista, David, con su cara desfigurada por un accidente, frente a ellos. Habla el Dr. Pomerantz: Fijamos la estructura craneal con 30 tornillos, sujetándola con micro paneles y el hueso de la mandíbula y los injertos de cartílago han mantenido la estructura de las mejillas, desafortunadamente por su estado de coma...

David (hablando para sí): Doctores... Su poder esta en la jerga, por lo que tienes que estudiarla. Lo interrumpe al doctor diciendo: Es ese el procedimiento para los hematomas bilaterales en la fractura Lefort III en un paciente en estado de coma...

Dr. P: Correcto, por supuesto, el riesgo... (sigue hablando por detrás de la voz de David)

David: (nuevamente pensando para sí) Haces lo que puedes...

Dr. P: La posibilidad de producir daños cerebrales era muy grande...

David: Los injertos de las mejillas... los tornillos van sujetos con un tipo de aluminio que me pueden producir esta presión... Porque estoy listo para otra operación...

Dr. P: Sí, estamos trabajando en las prótesis, pero no estás en condiciones para que podamos experimentar...

David: No! Hagan experimentos! Úsenme...

Dr. P: Ya se te pasaran los dolores de cabeza...

David: Son más que eso. Son como placas de acero rebanando todos mis pensamientos.

Dr. P: No somos cowboys, no podemos apresurarnos.

David: No puedo pensar con claridad muchas veces.

Dr. P: Podemos aumentar tu medicación...

David: Si, la medicación (sacudiéndola irónicamente) -Algunos miran el reloj, otros hacia otro lado.

Dr. P: Y hay cosas que seguiremos investigando. Sin embargo, piensa que hay muchos otros que no han tenido el beneficio estético de la cirugía plástica que tu tienes.

David: Esto no se trata de vanidad, Dr. Pomerantz. No se trata de vanidad. Se trata de funcionar en el mundo... Mi trabajo es estar ahí afuera, funcionando. Yo tengo el dinero. Les pagaré cualquier suma. Sólo inventen algo! Toquen jazz! ¿Eres el mejor cirujano de cara de Nueva York? Carajo!! Pruébalo! -Se quedan todos callados y habla otro de los doctores: Podemos hacer algo con tu brazo...

David: A la mierda mi brazo! -Todos se inquietan comienzan a mirarse

Dr. P: Ninguno de nosotros ignora tus sentimientos. Preparamos algo basado en examinación preliminar.

David: Díganme! -Se acerca una persona con algo en la mano.

Dr. P: A veces es práctico en las primeras etapas de rechazo. -Abren la caja- Es una prótesis estética facial. Tardamos dos semanas en hacerla. -Él se queda parado mirándola. Con una sonrisa sarcástica dice- ¿Una prótesis estética facial?

Dr. P: La prótesis estética funciona. Emocionalmente y en términos prácticos Y la protección plástica bloquea el exceso de rayos y ayuda a la regeneración de las células.

David: ¿Así que una protección estética regenerativa?

Dr. P: Correcto. Y la ergonomía de la placa protectora le permite interactuar con los movimientos de tu cara. -Dice otro medico mientras todos sonríen asintiendo.

Dr. P: Es una unidad de ayuda.

David: Bien... Porque por un momento pensé que estábamos hablando de una PUTA MÁSCARA!!!!!

Dr. P: Es sólo una máscara si la tratas de ese modo

David: Oh, no es muy buena... Es perfecta para el día de Holloween. Pero que pasa con los otros 364 días del año?”

Este recorte lo he relacionado con una viñeta muy breve, tomada de unos dichos de una profesional que trabajó en el Hospital del Quemado, durante treinta años. Alma, es una ex-instrumentista y esposa de un ex-médico del hospital (ambos viven ahora en el Sur), que me habló de lo que ella observó y vivió allí, y es lo que hemos relacionado con el recorte de la película Vanilla Sky, para llevar adelante el desarrollo de este trabajo.

En el área de kinesiología del hospital se realizan el mismo tipo de máscaras que le entregaran a David, protagonista de la película. Estas máscaras son, principalmente, para que las cicatrices que quedan en los rostros de los quemados no se hagan más grandes, o sea, su función está principalmente dirigida a lo físico. Se las entregan una vez que los pacientes se han recuperado físicamente y, ya dados de alta, se van a sus casas, a “reiniciar su vida”, sin apoyo psicológico, y con la máscara en el rostro.

La preocupación de Alma se debe a que, justamente en todos sus años en el hospital, ha visto muchas veces, que una persona que tiene dañado un 80% de su rostro se recupera y, tal vez, otra con un 20% de daño, no. Ella está muy segura de que esto se debe a la contención (o falta de ella) psíquica y emocional que han recibido los pacientes. Una contención que el hospital, los médicos y los psicólogos, parecen no brindar según los dichos de Alma. La función institucional de los psicólogos es ocuparse del paciente mientras está en el hospital, pero cuando se le da el alta, salvo una “especial y específica” indicación del médico, no se sigue tratando a estas personas.

Los médicos se “preocupan” sólo porque muchas veces, por cuestiones emocionales, se afecta la recuperación física, pero aparentemente hasta ahí llega su preocupación, en su gran mayoría. Generalmente, a los pacientes se les da el alta y se les indica que vuelvan a sus quehaceres, que rehagan sus vidas, pero Alma me dice: “ya nada, nunca, vuelve a ser igual”. Los que pueden pagar, inician un tratamiento, pero la gente más pobre no tiene posibilidades. Ella me pregunta, ¿viste alguna vez a una persona con el rostro quemado por la calle? La verdad, no, y esto parece deberse, simplemente, a que se ocultan. También señala que nuestra sociedad le parece absolutamente discriminadora al respecto.

Por último le pido que me cuente una anécdota, algo que haya observado y que le haya quedado grabado en su mente, en relación a todo lo hablado. Ella me cuenta entonces, que nunca olvidará a una nena de 3 años a la que se le había caído grasa hirviendo en la cara y su mamá no aceptaba el nuevo aspecto de la chiquita, y un día mientras la mamá lloraba, la niña tratando de consolarla, le decía: “no llores mami por no tener una de estas (refiriéndose a la máscara), ya te van a hacer una a vos...”

Introducción

La intención de este trabajo es muy simple, observar como, a partir de las dos situaciones planteadas: un recorte de material cinematográfico y lo que nos cuentan que sucede “no tan lejos” de nosotros (en el Hospital del Quemado), van aconteciendo interrogantes de situaciones que podemos relacionar con cuestiones éticas, no sólo en relación a los profesionales de la salud mental y de la salud en general, sino también en relación a los pacientes, a las instituciones de salud y hasta a la sociedad misma.

Interrogación

“…jerga...”

El primer contacto con el contexto de la escena nos impacta, y comienza a interrogarnos. Seis especialistas o representantes de la clínica (el único que sabemos quién o qué es, es el Dr. Pomerantz), detrás de un enorme escritorio, rodeados de todos los estudios clínicos de David. Él, sentado frente a ellos como en un interrogatorio intimidante, solo, sin familia, amigos, nadie que lo apoye, frente a todos estos amos “que saben”, y que le dicen lo que tiene que hacer. Es él mismo el que comenta, en un comienzo, que el poder de los médicos (podemos pensar si no pasa lo mismo con los psicólogos y psicoanalistas) está en: “su jerga”.

En qué lugar se ubican los profesionales para hablarle al paciente que sufre, a una subjetividad que tiene su rostro desfigurado, sea por las llamas, o por un accidente de autos, como es el caso de David. Hasta qué punto se condice con la responsabilidad profesional, el hablarles con un discurso técnico, enigmático, que parece funcionar más como un escudo que como una herramienta de ayuda para el paciente. David mismo dice que para hablar con ellos, para “ser escuchado” y poder pararse frente a ellos, tiene que aprenderse la “jerga que ellos usan”. Sin embargo, ni en esta escena, ni en otras de la película, él llega a creer el discurso del amo. Nunca termina de creer, a pesar de que su grito de ayuda pareciera estar dirigido a ellos que, en realidad, puedan ayudarlo. No podemos dejar de preguntarnos, cuánto se puede ayudar a un paciente que no cree en estos profesionales, y qué lo llevó a este descreimiento que parece ubicarlo en una situación sin una salida favorable.

“…beneficio estético…”

David es un joven, lindo, inteligente y sumamente rico, y por esto último ellos le dicen que pudo tener acceso a la cirugía plástica que lo dejó “como lo dejó”. Le indican que esto debe tranquilizarlo, conformarlo, tener dinero le ha brindado un “beneficio” más que el común de la gente. Esto nos hace ruido: están cuidando realmente de él o finalmente, David, termina siendo discriminado. ¿Acaso por tener todas estas características, su problema es sólo de “vanidad”? ¿Qué pasa con sus dolores, que llegan a ser tan fuertes que son: “placas de acero que le rebanan los pensamientos”, con el no poder “pensar con claridad...”?

Hay, claramente, una problemática ética si pensamos en la capacidad y competencia de estos médicos, que no están escuchando lo que David hace explícito que le aqueja físicamente. No vemos a nadie preocupado por lo que no hace explícito: lo que lo aqueja psíquica o emocionalmente; o es que por el hecho de haber tenido acceso a esta cirugía estética que mencionan, no tiene derecho a quejarse, a hablar de su situación, que se le presenta como insoportable. En relación a esto nos preguntamos qué pasa, entonces, con la otra gente que en éstas situaciones no tiene el dinero que posee David. ¿No se los atiende o se los atiende “menos”? Esto tiene que ver con el juramento hipocrático, finalmente: ¿a quiénes juraron atender los médicos, (también los psicólogos y psicoanalistas)? a los ricos que pueden pagar una cirugía (a los que pueden pagar para recostarse en un diván)?

Nos interroga también lo que parece ocurrir en el hospital. Según lo relatado, se los trata psicológicamente hasta que tienen el alta física. Sólo la gente con más dinero puede tener un tratamiento, ¿no sería ético que todos tuvieran acceso al mismo? Podemos pensar que “hacen” la mayoría de los profesionales de la salud psíquica, que trabajan en este tipo de instituciones al respecto: esto nos acerca a la singularidad en situación, ya que se entiende que no podemos plantear reglas generales, de prácticas en las que los profesionales no estén apoyados por la institución, o aún más que vayan en contra de ésta, como así tampoco esperar que el “juramento profesional” los convierta en salvadores del mundo. Aún así, considero que las singularidades en situación nos permiten la reflexión y lo más importante: la acción al respecto.

Demanda...

“Experimenten conmigo, úsenme!” Debemos pensar si, realmente, no se trata de una demanda desmedida, o si lo ameritaría el caso. Por supuesto, que este tipo de demandas son posibles sólo para la gente rica como David. También podemos desenroscar un poco más el ovillo, y suponer que es justamente la condición de rico y conocido, la que no permite al Dr. Pomerantz arriesgarse como, tal vez, podría hacerlo si se tratara de un pobre, que no tuviera los medios de “hacer algo” (un juicio, por ejemplo) frente a una falla médica en un “experimento”.

Podemos cuestionarnos si no es posible hablar de un conflicto de intereses, y nuevamente de una discriminación injusta, esta vez sobre todo de tipo económica. Entonces, operarlo o no operarlo se presentan como dilemas éticos: ¿por qué razones últimas se responde, o no se responde a la demanda? También podemos pensar cuál sería la recomendación de un profesional de la salud psíquica para este caso: experimentar o no hacerlo, ¿cuáles serían las peores consecuencias para David, desde el punto de vista psíquico o emocional? Debemos preguntar si es correcto frente a tremenda reacción del paciente, que un médico simplemente le diga: “podemos aumentar la medicación...” o “podemos arreglarle el brazo...” ¿Qué podría decir aquí un psicólogo o psicoanalista?

También nos vemos obligados a pensarlo éticamente desde David, ¿es correcto creer que puede pedirse cualquier cosa, (en este caso que lo usen como experimento) simplemente porque puede pagarse? Claro que también en este caso tendríamos que tomar en cuenta algo, que nadie parece poder alojar en la escena, y esto es la extrema sensibilidad y angustia que lo lleva a David a decir lo que dice y “demandar” lo que “demanda”.

El tema nos lleva a considerar también qué es lo que sucede en el Hospital del Quemado, si un paciente demanda seguir atendido por un psicólogo de allí (con el que probablemente ya tiene una transferencia hecha). Reflexionemos acerca de dónde se ubica la cuestión ética, frente a la situación de que la institución no conteste a esta demanda de manera afirmativa. Nuevamente, algo que ya tocamos: cuál sería el rol o la función del psicólogo frente a una demanda así, con un paciente en transferencia, que no puede pagarle, pero que necesita seguir atendiéndose psicológicamente. ¿Debe o no debe atenderlo? En el caso de querer hacerlo, imaginemos qué pasa si la institución no apoya su decisión de seguir haciéndolo. ¿A quién debe responder, a la demanda de urgencia del paciente o a la demanda de la institución donde trabaja? Se presenta un claro conflicto de intereses en este último punto.

Los Otros...

“No se trata de vanidad, se trata de funcionar en el mundo” La cuestión aquí se ubica en si está, realmente, el mundo, el “afuera del hospital”, preparado para recibir este tipo de subjetividad. ¿Está la sociedad preparada para mirar una cara destrozada sin que esto provoque sentimientos como: horror, temor, angustia o rechazo? ¿Y con la máscara, qué se cubre? La pregunta principal estaría en, si acaso, el mundo está más capacitado para ver una máscara, una “unidad de ayuda”, que una cara desfigurada por quemaduras, o producto de un accidente automovilístico. El interrogante ético aquí está, nuevamente, relacionado con el apoyo emocional, psíquico, profesional que se le pueda brindar a David y a un quemado, para enfrentar el mundo: con o sin máscara. Y esto es: responsabilidad médica, ¿o es que la responsabilidad del médico queda acotado sólo a lo físico? Por supuesto, esto nos lleva a plantearnos la pregunta por el lugar del psicólogo o psicoanalista. El profesional de la salud psíquica tendría que lograr ayudar desde otro lugar, pero aún así, ¿hubiese podido hacerlo?.

Específicamente relacionado al hospital, nos preguntamos: acaso los profesionales ignoran que la sociedad discrimina, y que no está preparada para ver o tratar con “ciertas cosas”, ciertas singularidades, como un rostro desfigurado por la quemadura. ¿Cómo dejan que los pacientes se vayan a enfrentar al mundo con tan solo una máscara, no hay nada más que pueda ser hecho al respecto? Todo esto no puede ser, acaso, atentar más contra la subjetividad de una persona desvastada por un accidente o quemaduras, por dolores que no cesan, por una cara desfigurada.

“…toquen jazz...”

Si llegaran a encontrar la forma de reconstruir su cara operándolo, podemos interrogarnos por qué verdaderas razones lo harían. Acaso sería por el bien de David, por cuestiones científicas, o por el propio ego del Dr., Pomerntz. Nuevamente rozamos el conflicto de intereses. El hecho de no operarlo cuando él lo requiere, no responde también, a una razón del ego. Porque, al ser el “mejor cirujano de rostros de New York”, tal vez, no quiera arriesgarse, como propone David, sin saber si la operación será un éxito seguro, ya que de lo contrario, mancharía su imagen. “No somos cowboys”, dice, refiriéndose a que no se aventuran, no operan sin tener ciertas seguridades. “Inventen, toquen jazz” dice David, pidiendo por favor que improvisen con él. Ahora, aquí podemos pensar un doble juego: qué pasaría, también, si respondiendo a este desafío para el ego, el Dr. Pomerantz operara a David. Sería ético o sería una falta de responsabilidad o idoneidad. Esto nos lleva a una reflexión sobre el lugar de saber del psicólogo o psicoanalista y como también se juega muchas veces la cuestión del ego. Hasta dónde puede un profesional de la salud mental creer que su conocimiento teórico puede mantenerlo lejos del error, llevándolo a una especie de omnipotencia profesional inconciente.

Halloween...

Se entiende que una prótesis facial estética “funcione” en términos prácticos, ayuda a la piel a regenerarse y, por supuesto, a cuidarla de cualquier cosa que pueda dañarla por su alta sensibilidad. Ahora: “funciona emocionalmente”, debemos pensar qué significa esta afirmación. Es, entonces, emocionalmente mejor para David no verse ante un espejo, no ver su propio rostro. Por qué sería emocionalmente mejor ver una máscara sin rostro, sin gestos propios; acaso lo ayudaría a olvidar, por un momento, cómo luce su cara. ¿Qué le devuelve el espejo a esa subjetividad cuando, en lugar de su cara, ve un objeto blanco sin expresión con agujeros en los ojos, nariz y boca? De todas formas, no podemos dejar de preguntarnos, qué le devuelve el espejo a la persona quemada o desfigurada por un accidente, cuando mira en el espejo su cara y esperando encontrar su rostro, ve algo que no solo no reconoce y sino que tampoco es nada lindo; de hecho en el Hospital del Quemado no hay espejos por ningún lado, según lo referido por Alma.

Ahora, pensemos si algún profesional de los que vieron a David, se interrogó acerca de lo mencionado en el párrafo anterior. ¿Dónde queda la responsabilidad, la capacidad, la competencia profesional? Y, por sobre todo, dónde queda la compasión, ¿dónde está?; no tendría que ser una obligación más de los profesionales del campo de la salud, y significativamente mayor en los de la salud mental. ¿Es ético no tenerla y actuar fríamente desde los deberes que impone un código o un marco teórico?

Para poder sentir algo mínimo de todo esto, invito a que recordemos, qué le pasa a uno, cuando antes de salir a una fiesta de disfraces, se mira en el espejo y, cuando, caminando por la calle así disfrazado, rumbo a la fiesta y pudiendo verse en los vidrios de los edificios, tiene la extraña sensación de que: “casi” no es “uno mismo”.

Time is money...

En las imágenes de la película puede verse en varias ocasiones como los diferentes médicos, especialistas, o representantes del lugar, miran su reloj; la sensación es de apuro, tal vez, frente a la angustia que genera ver a David, lo que dice David, pero ¿es este, nuevamente, un comportamiento esperado para un médico frente a un paciente con semejante nivel de angustia y desesperación?

Conclusiones

Las preguntas que surgieron plantean claramente un problema ético, ya que, por supuesto, desbordan el conocimiento y se despliegan mas allá de lo establecido por la moral, por lo deontológico. En ambos casos, tanto en el recorte de la película, como en la situación del Hospital del Quemado, se plantean singularidades en situación: los dilemas rondan entre la demanda del paciente en contraposición a la de la institución; en el hecho de poder experimentar, operar o no hacerlo; en la consideración del paciente: una máscara de la que no se termina de saber si es mejor o peor, para cada subjetividad arrasada. También en la pregunta (o afirmación) de cuán preparada están las sociedades para recibir estas subjetividades, y en reflexionar acerca de qué podría hacerse para que esto fuera diferente a lo que hoy acontece.

Todas estas cuestiones nos muestran el límite del universo disponible, lo conmueven, lo desestabilizan, proponiendo así una ampliación de los límites de este universo de referencia, y ubicando la instauración de uno nuevo. “El punto de singularidad vehiculiza la exigencia de una nueva ley; ésta sí universal, que deje atrás el limitado horizonte restrictivo de la legalidad previa [1] y como comenta Laso en su comentario de “Crash into me”, con un nuevo universo, ninguno de los participantes (profesionales, pacientes, instituciones y sociedades) salen indemnes, a todos les queda una cicatriz, una huella. [2]

Bibliografía

Cátedra I de Psicología, Ética y Derechos Humanos, Ética y Ciencia, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.

Fariña, M., Ética un horizonte en quiebra, Eudeba, Buenos Aires, 2008.

Film, Vanilla Sky, dirigida por: Cameron Crowe, versión norteamericana de “Abre tus ojos”, escrita por Alejandro Amenazar y Mateo Gil.

Internacional Bioethical Information System (IBIS):
Principios Éticos de los Psicólogos y Código de Conducta. American Psycological Association, 2002 (2003) (APA)
Código de Ética de la Federación de Psicólogos de la republica Argentina (FePRA)

Salomone, G., Domínguez, M., Clínica y Deontología, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.



NOTAS

[1Fariña, M., Ética un horizonte en quiebra, Eudeba, Buenos Aires, 2008, Pág. 63.

[2Laso, E., en Ética y Ciencia, De la svástica al palimpsesto, hacia la letra, Cátedra I de Psicología, Ética y Derechos Humanos, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.





COMENTARIOS

Mensaje de Natalia Perrotti  » 14 de noviembre de 2011 » perrotti_ku@yahoo.com.ar 

Me parece muy útil la reflexión que se propone en este trabjo acerca de la importancia del lugar del psicólogo en las prácticas médicas.
Me resuenan, especialmente, dos cuestiones. Por un lado, la frase "o es que por el hecho de haber tenido acceso a esta cirugía estética que mencionan, no tiene derecho a quejarse, a hablar de su situación, que se le presenta como insoportable". La cirugía plástica, estética, borra las huellas físicas, visibles del daño. Pero quizás la medicina olvida que las huellas visibles no son las únicas marcas que le quedan a un sujeto que ha vivido un hecho traumático como una quemadura o un accidente. El sólo hecho de haber vivido esa situación deja huellas a nivel de la subjetividad. Huellas que no son perceptibles a simple vista, pero que, sin embargo, resulta mucho más difícil (o imposible) poder borrarlas, ya que no hay cirugía que logre ocultarlas.
Por otro lado, me resuena el modo en que David articula la demanda de que prueben hacer algo más con su rostro. Para ello utiliza la palabra "experimento". ¿Qué es lo que está pidiendo en realidad alguien que que dice querer que se experimente con él? Esa forma de articular la demanda mediante la palabra experimento deja al sujeto ubicado en una posición de objeto, objeto de una práctica médica, objeto de un experimento. Me parece que también en este punto el rol del psicólogo resulta imprescindible para poder deconstruir esa demanda y abrir la posibilidad de que pueda surgir un sujeto.



Mensaje de Tamara García Karo   » 13 de noviembre de 2011 » tamigk@hotmail.com 

El film de Amenábar “Abre los Ojos”, presenta a un joven que se ve ante la encrucijada de enfrentarse con una nueva imagen de su cara, en la que ante el espejo ya no ve un bello rostro, sino un monstruo que lo horroriza. No podrá soportar la máscara que porta, y se servirá de la tecnología, la crío conservación, para vivir aunque sea en sueños la vida que quisiera tener, con su bello rostro. La empresa que contrata, Life Extension, empalma la vida real con la vida virtual. Para ello el personaje primero debe morir, y así podrá vivir su vida en sueños. Firma el contrato con la empresa y se suicida. Su sueño de vida o su vida en sueños, no será tan bella como pretendía. El inconsciente seguirá insistiendo en el sueño y le jugará una mala pasada en donde sus deseos y miedos reaparecerán en una pesadilla.
César dirá que no quiere soñar más porque sus sueños le angustian. Quiere huir de aquello que se le torna pesadilla, pero señalemos que ello, inconsciente, le pertenece. Nuevamente huye en lugar de responsabilizarse subjetivamente. Pide recuperar una vida “real”, pero para ello debe morir porque de este modo mataría a su sueño. César elige morir, cae desde una azotea y muere en sus sueños. Despierta nuevamente en el año 2140, y nace a una nueva vida.
Quisiera mencionar que la tecnología a la que acude el personaje, la crío conservación, consiste en una práctica que permite conservar en temperaturas debajo de los cero grados a humanos o animales a quienes la medicina no ha podido mantener con vida, y se los congela para reanimarlos cuando la tecnología del futuro lo permita. Lo que se pretende es la preservación del cerebro porque consideran que allí se encuentran almacenadas la memoria, la personalidad y la identidad. Cuando el avance de la ciencia lo permita, las reanimaciones serán llevadas a cabo. Las personas que han optado por esta tecnología, es decir que han sido congeladas porque esperan ser sanados y rejuvenecidos, revivirán a una vida en buen estado de salud, libre de la enfermedad o proceso de envejecimiento. Esta información ha sido extraída de la enciclopedia virtual Wikipedia y de la web www.cryonics.org.
Es interesante señalar que el avance de esta ciencia como así también su uso, parece pretender conservar la vida como si ésta fuese el bien supremo. Sin embargo, se esta desconociendo que es la muerte lo que permite la vida. La vida biológica no es fundamento de la existencia. Pretender ello es ignorar los fundamentos que hacen a la constitución subjetiva.
Podemos pensar que estamos ante la transformación del sujeto en una máquina. La concepción del cuerpo como máquina funcionando. Señalemos que eso es la exaltación de la vida por sobre todo. La conservación de lo dado, es una especie de figuración del horror.



Mensaje de Gabriel Guralnik  » 4 de noviembre de 2011 » gabriel.guralnik@gmail.com 

El tema que toma María Julieta me parece de gran interés, y el comentario del profesor Fariña lo complementa con varios aportes, pero, en particular, con dos. Por un lado, la película es una remake de la obra de Amenábar. Por otro, la salida a la "pesadilla" de una cara que el protagonista no acepta (y acaso tampoco "los otros") es un artilugio de ciencia-ficción, pero sumerge a la trama en lo fantástico.
Consideremos un momento la película original: "Abre los ojos". La obra es de 1997. Internet recién comenzó a hacerse popular en 1995, y todavía no llegó la hora en que todo el mundo se pregunte por la "realidad de lo real", llevando al paroxismo de lo popular la Alegoría de Platón. No es casual que "Abre los ojos" se haya estrenado en los EEUU en 1999, despuès del estreno de "The Matrix". Se dice que, cuando todavía estaban pasando los créditos, Tom Cruise ya estaba llamado a su agente para conseguir los derechos de la remake.
Pero volvamos a "Abre los ojos". Ni siquiera los nombres de los personajes son ingenuos. César no requiere mayor elucidación. Tampoco Sofía. Menos conocido es Don Pelayo, el que paró los pies a los árabes en Covadonga. En cuanto a Nuria, se la considera la santa patrona de los pastores. En Sofía hay algo del orden del supuesto saber, que César, el canalla (como bien lo dice Fariña) trata de arrebatar a Pelayo. El salto de Nuria en el automóvil parece remitir a las colinas de los pastores, solo que en este caso llevará a César a una etapa de destrucción facial, que para él se asimila a una destrucción total, ya que sólo lo que se ve, el fenómeno, lo que "aparece", es lo que para él tiene algún valor. La ironía es que, en la segunda etapa de César (o en la tercera, si consideramos su etapa canallesca), Sofía y Nuria se transfunden. Y en el proceso el fenómeno, lo que se aparece, "lo real", lo que ya está poniéndose en duda en las representaciones sociales en 1999, se diluye. Es tan etéreo como la pantalla de una computadora. Que es tan etérea como un sueño. La pesadilla no alcanza para que César deje de ser el canalla que es. En todo caso, lo confronta consigo mismo. Por eso elige llevar la máscara en la cárcel, en el sueño, cuando todos (en especial su psiquiatra) le indican que no hay daño alguno en su cara. Elige no tener cara. Elige no ser el que es. O, más bien, desearía o ser quien es. La pesadilla de la ciudad solitaria tampoco es casual. La ausencia de personas remite a una presencia que puede estar en cualquier parte, dentro de las casas, bajo los puentes, tras las cortinas, y cuyo horizonte no hace más que acentuar su ilimitación. Es el notodo. Que, en César (en términos simbólicos, el que tiene el miembro más grande que cualquiera de la República, y por eso la elimina) es la castración. Quienes han leído a Lacan (yo he leído sólo algunos seminarios, y sigo en el proceso) tal vez puedan dar cuenta de cómmo este cuasi-fantasma se vincula con el momento en que finalmente queda develado que Ellie es L.E. (life extension). Fíjense que se muestra en el escritorio un palito metálico, que dice "vida". Y enseguida se le agrega otro palito, que dice "sueño". La combinación no queda perfecta, sigue teniendo algo de palito quebrado. Si alguien llegó hasta aquí, y tiene los conocimientos, tal vez pueda explicarme cómo se vincula esta explicación que recibió César sobre la crionización con el supuesto saber (Sofía) que remite a la castración (Nuria, la ciudad desnuda) que remite al sueño de 1999 (muy distinto al sueño de antes de Internet y la realidad virtual) que remite a la certeza que remite a la psicosis. Porque es el psiquiatra, el que porta el discurso del saber-poder sobre la presunta psicosis de César, el que llora en la azotea...



Mensaje de Michel Fariña, Juan Jorge  » 21 de septiembre de 2011 » jjmf@psi.uba.ar 

Como se sabe, Vanilla Sky (Crowe, 2001), el film que comenta Julieta Loza, es la versión norteamericana del rodado originalmente por Alejandro Amenabar bajo el título “Abre los ojos” (Amenabar, 1997). La historia es exactamente la misma:
César, un joven carilindo, millonario y seductor, ofrece una fiesta en su casa el día de su cumpleaños. Una chica, Nuria, con la que mantiene una relación amorosa esporádica, se hace presente para saludarlo y llevarle un regalo, con la expectativa de pasar con él esa noche. Pero César la desprecia y en cambio se muestra fuertemente atraído por Sofía, quien llega de la mano de su mejor amigo, Pelayo. Este último advierte la maniobra seductora y sabiendo que no tiene chances frente a César, se emborracha y abandona la fiesta. César intenta conquistar a Sofía, pero ella prefiere irse y esperar a un próximo encuentro. Ya amaneciendo, Nuria, que lo había estado esperando, le ofrece llevarlo en auto para que estén juntos en el departamento de ella. Él duda, pero finalmente accede de mala gana. No advierte que Nuria está borracha y seguramente drogada, pero sobre todo que anhela tomarse venganza por el destrato que ha sufrido. Conduce de manera imprudente y finalmente acelera en una curva para que el auto se desbarranque en un precipicio. Ella muere en el accidente, pero César sobrevive, quedando con serias heridas en el rostro. Lo someten a distintas operaciones, pero logran reconstituir malamente sus facciones, desfiguradas para siempre por las profundas cicatrices. Horrorizado por el monstruo en que se ha transformado, vocifera contra los médicos, exigiendo una nueva cirugía estética y rechazando la máscara facial que le ofrecen.
En este punto se instala el pasaje citado por Julieta Loza, a partir de su versión en Vanilla Sky. La pregunta que anima el escrito es clave: ¿Cómo tratar desde el punto de vista médico-psicológico una situación como ésta?
Una alternativa es la que toman los profesionales en la trama del film cuando intentan consolarlo con frases como “por lo menos estás vivo…” “es un milagro que sólo tengas lesiones en el rostro”, etc. Pero estas fórmulas voluntaristas, que suelen utilizarse en casos de quemaduras, traumatismos endógenos o accidentes, no conforman al paciente, quien como se vio en el parlamento citado, se enfurece y comienza a desplegar su odio y resentimiento de manera indiscriminada. Finalmente, la trama del film lleva a una solución fantástica, en la que los médicos terminan ofreciéndole una alternativa por la vía de la crio conservación, combinada con artificios de realidad virtual.
La perspectiva ética que nos interesa adelantar aquí tomará un camino evidentemente diferente. Una mirada analítica sobre el caso buscará ante todo entender el sentido singular de esa herida para el paciente. Las pistas para pensar el caso habrá que tomarlas seguramente de ese mundo virtual, fantaseado, que el personaje ha diseñado para escapar de la angustia. Pero para aprovecharlas, debemos poner entre paréntesis los elementos fantásticos de la historia y (re)leerla como un delirio, una alucinación, un sueño que deviene eterna pesadilla. En otras palabras, como un escenario en el que el paciente pueda implicarse en su síntoma. Seguiremos así un texto de Sigmund Freud poco frecuentado por la bioética: “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños”, imprescindible para acceder a los fantasmas más temidos de nuestros pacientes.
Con este cambio de luces, la culpa que atormenta a César, adquiere una nueva dimensión, aportándonos una verdad sobre el sujeto y su compromiso en el accidente. El verdadero monstruo no es el que afloró con las cicatrices, sino el que anidaba en él cuando su rostro era inmaculado. Es el mal amigo que no duda en humillar a Pelayo seduciendo abiertamente a la joven que lo acompañaba, es el amante irresponsable que distribuye promesas sin medir las consecuencias de sus acciones. Es finalmente el canalla que degrada a la mujer que lo ama, precipitando el pasaje al acto que termina mutilando su propio rostro.
Solo en la medida en que César (o David en la versión de Vanilla Sky) pueda confrontarse con ese punto de goce, podrá hacer algo diferente con su "careta".




Película:Vanilla Sky

Titulo Original:Vanilla Sky

Director: Cameron Crowe

Año: 2001

Pais: Estados Unidos - España

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