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El salón de los espejos

por Colombo, Sebastián, Fiumo, Daniela

El film en el que nos adentraremos, A Love song for Bobby Long (EE.UU., Shainee Gabel, 2004), inicia y concluye signado por la muerte; sin embargo, en ese devenir, cambia una vida, la de Pursy.

Ante la muerte de su madre, la bella joven se dirige al pueblo donde ésta vivía. Allí se encuentra con dos hombres, Bobby y Lawson, ocupando la casa que solía ser de su madre. Su estadía en ese lugar le generará sucesivas interpelaciones que cambiarán su vida, en tanto logrará (re)armar su identidad [1] a partir de la intervención de diversos personajes, fundamentalmente de su padre. Luego de entablar una relación con ella, Bobby se enterará de que Pursy es su hija, pudiendo acceder a su rol paterno y evitar la muerte en soledad en un mismo movimiento.

A partir de este recorte nos interesa detenernos en el circuito de responsabilidad subjetiva (cf. Michel Fariña, J.J., 2000). Para ello, analizaremos el cambio de posición que se da en Pursy, a partir de una serie de movimientos situados en diversos momentos del film.

En primer lugar, la escena donde Pursy conoce al vecino de Lorraine, quien le cuenta el origen de su nombre y cómo ayudó a su madre a elegirlo. Relata que el mismo proviene de la flor de la verdolaga (en el idioma original de la película, el inglés, el nombre de nuestra protagonista surge del nombre de esa flor, “Purslane”), frente a lo cual ella reacciona con sumo rechazo.

Consideramos un segundo momento en el que Pursy, al enterarse de que Bobby es su padre, se pregunta explícitamente por su historia. Momento representativo de la mayor parte de su estadía en Nueva Orleans, en la cual se ve repetidas veces interpelada, y que implicará un verdadero “efecto sujeto” (cf. Mosca, J.C.,1998).

Por último, ubicamos un tercer momento (situado hacia el final del film), en el que Pursy lleva a la tumba de su “ya padre” Bobby, la flor de la verdolaga, como símbolo de un cambio de perspectiva respecto de su historia.

Tiempo 1

“Tu nombre no tiene palabras.”
Roberto F.E. Sorokin Espasa, Tu nombre.

La película inicia introduciendo a los espectadores en el universo subjetivo particular de Pursy: una joven de 18 años, que vive con su novio desempleado en una casa completamente desordenada, que abandonó la escuela luego de la muerte de su abuela para dedicarse a trabajar como mesera de un bar. En esta primera escena, irrumpe una noticia que le da su pareja: con soltura, le comenta que ha olvidado decirle que hace dos días recibió un llamado donde le informaban que su madre había fallecido. Ante esto, nuestra protagonista se enoja y decide partir hacia Nueva Orleans (ciudad en la que vivía su madre) con la ilusión de poder llegar antes del velorio.

Luego de aquella escena, se observa cómo la joven llega a la casa de su madre y se sorprende al ver que en ella viven dos sujetos: Bobby Long (quien antiguamente era profesor de Literatura, y comienza a vivir allí luego del funeral de Lorraine), y su aprendiz y biógrafo, Lawson. Ellos le explican que eran amigos de Lorraine, que estaban viviendo en esa casa desde hacía ya mucho tiempo, y que ella les había heredado la casa a los tres. De este modo, Bobby inicia su relación con Pursy basada en una mentira, ya que ella era la única heredera de esa casa, pero al no tener dónde vivir, continúan llevando la mentira adelante durante gran parte de la historia.

Asombrada y enojada con Lorraine (así se refiere siempre a su madre), Pursy reacciona negativamente, criticándola por primera vez en la película e introduciéndonos en la imagen que la joven tenía de ella: una mujer alcohólica, figura materna ausente, que mantenía a sus vagos y borrachos amigos. A su vez, Bobby reprocha a Pursy no haber asistido al velorio, y se esfuerza por incomodarla constantemente (insinuándosele o criticándola).

Intentando apaciguar un poco la situación, Lawson le entrega a nuestra protagonista, a modo de herencia, algunos libros que eran muy importantes para su madre, considerando que debía conservarlos ella. Pursy los acepta con cierto desprecio, diciendo que tal vez pueda venderlos y sacar algunos pesos, y ante la estupefacción que le genera toda la situación, se va hacia el aeropuerto, decidida a volver a la casa donde vivía.

Una vez en el aeropuerto, la película comienza a mostrarnos que una operación de duelo no se agota -ni mucho menos- allí, en esa huída al que era “su hogar”. Vemos cómo la situación interpela a Pursy, que luego de ser atrapada por uno de los libros que le fue entregado (el cual “casualmente” Bobby había regalado a su madre, lo que se ve en la dedicatoria que, aunque ella aún no lo sabe, será sustancialmente resignificada a posteriori), decide volver a la casa para convivir con su aún no reconocido padre, y con Lawson.

En este punto, podría plantearse algo de lo relativo al azar y el deseo: podemos pensar que la elección de la joven de comenzar a leer ese libro es pura casualidad y obra del destino (atribuyéndolo, por ejemplo, al simple hecho de que quería pasar el rato en el aeropuerto hasta el momento de viajar), y que luego, como consecuencia de que se ve significativamente tomada por esa lectura, termina volviendo a la casa de Lorraine. Pero, ¿no cabría también preguntarse si lo que la lleva a leer ese libro, tan preciado para su madre (según las palabras de Lawson), sea algo del orden de su deseo inconsciente, es decir, algo que insiste en preguntarse por su historia, por un saber sobre su madre? (por ejemplo, en este caso, podría ser conocer acerca de los libros que la movilizaban)...

La convivencia en la casa de Lorraine comienza siendo muy accidentada. Se dan una gran cantidad de situaciones conflictivas entre Pursy y Bobby. Mientras ella lo critica por ser un alcohólico (entre otras cosas), él le devuelve imágenes negativas de ella: que es una vaga, que vive de la generosidad de él y de Lawson, que no es una niña inocente, que no tiene respeto ni por él -que es el hombre mayor de la casa- ni por los muertos (en referencia a Lorraine, respecto de quien la joven había hecho ya varios comentarios despectivos). Y es justamente en este punto donde podría ubicarse el inicio de un quiebre en la identificación de Pursy con la imagen que tiene de su madre. Cabe destacar que todos en el pueblo le dicen a nuestra protagonista, a modo de halago, que es igual a Lorraine, a quien ella critica constantemente (llegando a decir, por ejemplo, que todos en el pueblo la recordaban, excepto su madre, que nunca había ido a visitarla).

En este insidioso cuestionamiento a su figura materna puede verse algo más que un simple rechazo. Teniendo en cuenta la teoría de Lacan acerca del estadio del espejo, podría pensarse que a partir de que su madre aparece para Pursy -desde su niñez- como una figura ausente, se crea una imagen de Lorraine (en gran medida también a partir de los comentarios negativos de su abuela), que resuena en un gran rechazo hacia su madre; pero también -en consecuencia- hacia ella misma, hacia su propia identidad. Los personajes del pueblo refuerzan esta relación especular.

Sin embargo, Bobby, al rechazar a Pursy -al tiempo que recuerda amorosa y positivamente a Lorraine-, comienza a mellar esta cuestión, ubicando a nuestra protagonista y a su imagen especular negativa, en lugares incompatibles, devolviéndole a Pursy (aunque sea desde el rechazo) una imagen distinta de lo que era su madre.

En pos de cernir estas cuestiones, hemos tomado como Tiempo 1 del circuito de la responsabilidad subjetiva, la siguiente escena: saliendo de la casa, Pursy se encuentra con un vecino que estaba cortando flores en su jardín y que la reconoce. Él le comenta que ayudó a su madre a elegir su nombre por la flor de la verdolaga (recordemos, “Purslane” en inglés), evocando características positivas de la flor: que es bella, dorada, amarilla como el color del maíz, como lo era Pursy, según este vecino, para su madre: “Golden”. Ante esto, la joven le responde negativamente, explicándole que según sus conocimientos, la flor de la verdolaga es testaruda, y que los jardineros la odian porque mata a los tomates. Aquí se ve claramente cómo el rechazo de nuestra protagonista hacia su madre, recae en un rechazo hacia ella misma, hacia su historia, hacia su identidad. Ya que al rechazar a la flor, Pursy rechaza su nombre, siendo éste un significante de suma importancia en la identidad de un sujeto.

En su texto “El doble de la clonación y la división del sujeto”, Michel Fariña y Gutierrez, toman a Legendre, exponiendo:

“[…] la genealogía instituye los tres principios básicos mediante los cuales la palabra humaniza. La genealogía proporciona: un principio de identidad, a partir del cual el sujeto puede decir soy este que soy; un principio de diferenciación subjetiva, mediante el cual el sujeto no se confunde con los otros ni confunde a los otros con él; y un principio de causalidad, mediante el cual el sujeto es el que es y no se confunde con otros porque fue engendrado por determinados padres.” (Gutiérrez, C. & Michel Fariña, J.J., 2000, pp. 181-182)

A partir de esto, podría pensarse que la acción realizada por Pursy en el Tiempo 1, es decir, rechazar la flor, que supone un rechazo hacia su madre y hacia su propia nominación, tiene como objetivo rechazar su genealogía. Y al encaminarse por esta vía, se desdibujan los mencionados principios (de identidad, de diferenciación y de causalidad), lo cual genera un conflicto en Pursy con su propia identidad y con su historia. Un claro ejemplo de esto se presenta cuando le dice a Bobby que a falta de recuerdos genuinos de su madre, ella los inventa para tratar de recordar algo, hasta que decide dejar de hacerlo, ya que por más que intente de esta forma, nunca lo logra. Podríamos pensar entonces que como consecuencia de no poder saber exactamente quién es ella, no puede diferenciarse claramente de los otros.

Esta cuestión podría plantearse en relación a lo ya expuesto respecto del conflicto especular que puede vislumbrarse en el personaje. Posteriormente, este Tiempo 1 será resignificado, movimiento en el cual Pursy será capaz de realizar un (re)armado de su identidad.

Tiempo 2

“Inventamos lo que descubrimos;
descubrimos lo que imaginamos.
Nuestra recompensa es el asombro.”

Carlos Fuentes, La gran novela latinoamericana.

Este segundo momento es el de la interpelación. En el transcurso del film vamos descubriendo distintos momentos en los que Pursy se ve tomada por indicadores de la realidad que la ponen sobre aviso de que la acción del Tiempo 1 no se agota en los objetivos que la joven había planteado para ella: algo de su intento por rechazar su identidad aparece insuficiente frente a nuevos elementos disonantes que van surgiendo en su estadía en Nueva Orleans. Situaciones, puntos de inconsistencia, por los que ella se ve tomada, interpelada, y que la llaman a responder. Y es en base a ellos que ubicamos una hipótesis clínica respecto del recorrido subjetivo de Pursy: la posibilidad de un (re)armado de su identidad.

Tomemos algunos ejemplos de estos indicadores de los que hablábamos recién.

Por un lado, ya en la casa de Nueva Orleans, Pursy comienza a ordenar algunas cajas (cabe destacar, las que estaban más a la vista) que pertenecían a Lorraine, y en una de ellas encuentra un muestrario de colores de pintura que su madre había elegido para los diferentes ambientes de la casa. Pursy los observa durante unos segundos en silencio, y continúa ordenando. Unos días después, nuestra protagonista sorprende a Bobby y Lawson con una gran iniciativa por “poner en pie” esa casa, limpiándola y embarcándose en la empresa de “dar color” a ese que comenzaba a ser su hogar: comienza a pintar las paredes del zaguán.

Por otro lado, en un paseo con el vecino y amigo de su madre (aquel que destacábamos en el Tiempo 1) ella le transmite su versión de Lorraine: que era egoísta, y que sabía que luego de que su abuela muriese, ella estaría sola ya que su madre nunca había estado allí para ella. Frente a tales dichos, el vecino la detiene y le ofrece otras palabras: “Tu madre te quería”. Palabras que advertimos resonando profundamente en el silencio y la mirada perpleja de Pursy.

También detectamos que en un determinado momento de la película, y a medida que su relación con Bobby va mejorando, éste le ofrece, junto con Lawson, ayudarla a que termine la escuela. Ella, asustada por el provenir y la posibilidad del fracaso, decide que “eso no es para ella”, que “lo que ella necesitaba era trabajar”. Pero luego, con el apoyo de ambos, emprende ese arduo camino que, aún sin saberlo, la sorprendería con grandes resultados. No sólo será llamativo el cambio de posición que ”llama” en Pursy respecto de su pasado, sino el momento en que toma esa decisión: evaluando la posibilidad con Bobby, en el “bar de siempre”, y frente a los “pero” que ella se estaba imponiendo para no llevar adelante tal esfuerzo, comienza a sonar de fondo una canción, la canción que Bobby señala como la preferida de Lorraine, a la par que “deja deslizar” las palabras “Tu madre estaría tan orgullosa”. Vislumbramos aquí la misma mirada perpleja de Pursy, pero esta vez, ella se deja tomar por la melodía que suena ahora en un primer plano.

Por último vemos que terminando las vísperas de Navidad, Pursy se sienta junto a Bobby y Lawson en el zaguán de la casa. En un diálogo que nos muestra los vestigios de lo que había sido una “verdadera noche en familia”, Pursy deja asomar algo de su deseo con estas palabras: “Quisiera que estuviera Lorraine” [2].

Observamos entonces cómo en todas estas situaciones en las que Pursy se ve interpelada, ella va tomando una posición distinta de la que veíamos al principio. Y cómo los amigos de Lorraine, y en especial Bobby, le van devolviendo a Pursy una imagen especular distinta de ella misma, a la vez que le brindan una imagen de Lorraine muy diferente de la que ella tenía. Remarcamos que estos son tan sólo algunos ejemplos (ya que también podemos observar estos movimientos en escenas como la de Pursy comenzando a usar los vestidos de su madre, o cuando conoce a los amigos del bar donde Lorraine cantaba, dejándose tomar por las historias que le contaban acerca de ella).

Sin embargo, y como en toda película donde las cosas estaban saliendo demasiado bien para todos, aparece el ex novio de Pursy, con una noticia que la trama nos venía advirtiendo… En algún momento “la verdad” (frente a las mentiras iniciales de Bobby) iba a tomar lugar para hacer estallar la armonía conseguida. La carta del abogado lo decía claramente: la casa de Lorraine no había sido heredada a los tres, sino tan sólo a Pursy.

Tomamos este momento, que irrumpe significativamente interpelando a Pursy, como clave para abordar las situaciones enumeradas anteriormente. La joven reacciona primero enojada con su ex novio, quien insulta a Bobby y Lawson llamándolos “perdedores que engañan a una niña”, frente a lo cual ella responde, en un principio, sin saber exactamente qué decir pero frenándolo decididamente con las palabras “no los llames así, ellos son mis…”, aunque sin poder terminar la frase: momento de interdicción, de hiancia, de falta de significantes para poder “nombrar” aquello que para ella en este preciso instante pasa a ser innombrable. Será luego de esto que Pursy responderá a esta interpelación desde el enojo hacia Bobby y Lawson, tomando la decisión de vender la casa.

A continuación, se da nuevamente lo que podríamos situar como un cambio de posición pero que, en rigor, no será más que una suerte de retorno a la primera versión de Pursy: de la mano de la venta de lo que para ella había cobrado el significado de un hogar, la joven se pone en campaña para volver a “guardar a Lorraine” en sus cajas, abandonar el pueblo y dejar sus estudios (en consonancia con las últimas palabras de su ex novio respecto de retomar la escuela): “A weed is just a weed; no matter how pretty is the flower” [“Una hierba mala es sólo una hierba mala; no importa cuán bella sea la flor].

Y aquí, cuando los espectadores comenzábamos a creer que el título del film parecía ser una dolorosa ironía para nuestros personajes, irrumpe una singularidad que deja en absoluto asombro a Pursy. Es el momento que consideraremos como Tiempo 2 del circuito de responsabilidad subjetiva elegido: terminando de ordenar las cajas de Lorraine, Pursy encuentra un monto de cartas que su madre le había escrito antes de morir, pero que nunca había tenido el coraje (según la misma Lorraine) de enviar. Una en particular devela a Pursy que tenía la intención de contarle quién era su padre, que él tampoco lo sabía, que quería presentarlos, que quería que tuviese esas cartas para que conociera su historia (la de los tres), y que les había compuesto una canción a ambos. En el momento en que Pursy lee el nombre de la canción, “Mi corazón fue un cazador solitario”, se dirige inmediatamente al libro que Bobby le había regalado a Lorraine, con ese mismo nombre. Vemos allí cómo se resignifica, en un primer momento, la dedicatoria del libro que Pursy ya había leído hacía tiempo; y aún más significativo, vemos cómo, al descubrir que Bobby es su padre, la interpela la pregunta por su historia, por saber de su madre, obligándola nuevamente a responder.

Tiempo 3

“Tus pasos no siguen lo que ven tus ojos,
sino lo que está dentro, sepultado”.

Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz.

Ya hemos analizado cómo en el Tiempo 2, al descubrir que Bobby es su padre y, de esta forma, verse interpelada por la pregunta sobre su historia, el Tiempo 1 (en el cual Pursy rechaza su genealogía, su nominación y con esto, su propia identidad) es resignificado.

Frente a esta situación, Pursy se ve tomada por esta singularidad que irrumpe, ante la cual podría tomar principalmente dos posturas bien diversas: o bien, tomando esta interpelación para abrirse paso al campo de la responsabilidad subjetiva, dando lugar a una aceptación del hecho de que Bobby es su padre, con las implicancias que esto tenga en relación a su identidad, y dando una respuesta que suponga un cambio de posición subjetiva frente a dichas circunstancias; o bien, intentando ignorarla, dejarla de lado, y continuar taponando la posibilidad del despliegue de la pregunta por su historia.

Consideramos que efectivamente, Pursy toma esta interpelación, dejándose atravesar por la misma. Esto se evidencia al buscar a Bobby para decirle que es su padre. Cuestión ante la cual Bobby también se verá interpelado, mostrando un cambio de posición. Situación que puede leerse en la actitud paterna que toma frente a la graduación de Pursy. [3]

Tanto en el diálogo que se da entre Pursy y Bobby cuando ella le explica que es su padre, como en el posterior desarrollo de la situación, se dan momentos muy ricos que denotan un cambio en la posición subjetiva en Pursy. La vemos conmovida, interpelada por esta situación que surge inesperadamente. Tomamos como ejemplo de esto, el momento en que ella le dice que ahora que tiene a su padre, él puede ayudarla a elaborar sus recuerdos de su infancia y de su madre, por lo que ya no tendrá que inventarlos.

Sin embargo, nos gustaría destacar otro momento de gran relevancia, donde se expresa en todo su esplendor el cambio subjetivo que se da en Pursy; donde en la joven se abre paso la dimensión ética, dando lugar a la producción de sujeto, un sujeto como efecto de este movimiento, un sujeto completamente distinto al que veíamos en el Tiempo 1: un sujeto de deseo. Y en relación a esto, siguiendo la línea de lo planteado por D’Amore en su texto “Responsabilidad subjetiva y culpa”, agregamos:

“[…] el sujeto del acto coincide con el de la responsabilidad subjetiva. Es por esto que también afirmamos que la responsabilidad subjetiva es otro nombre del sujeto, del sujeto en acto.” (D’Amore, O., 2006, pp.89).

En el final de la película, vemos a Pursy dejando elementos muy significativos en la tumba de su padre, Bobby, ahora fallecido: el libro de su biografía escrito por Lawson (terminado y publicado); la partitura de la canción que su madre dedicó a él y a su hija; y una flor de verdolaga. La conjunción de estos tres elementos, expresa un cambio subjetivo en Pursy de una sustancialidad inmensa.

Es en esa maravillosa conjunción donde Pursy acepta su genealogía y su nominación, al tiempo que resignifica las características de esa flor, que primeramente aparecía como testaruda y despreciada.

Pursy (re)arma su identidad (no como un mecanismo consciente ni voluntario, claro está); surge como sujeto efecto de este movimiento al permitir que irrumpa esa singularidad situada en la pregunta por su historia, dejando de rechazar su pasado, su identidad, abriendo paso al despliegue de lo que se juega de su deseo, en un verdadero acto ético.

A partir de la intervención de un padre en la relación especular con su madre, de esta terceridad que irrumpe como función, Bobby logra devolverle una imagen distinta a Pursy de lo que ella es, a la vez que modifica la imagen que tiene de su madre. Al aceptar su genealogía, al tomar esa singularidad que surge, donde el hacer modifica el saber, abriendo lugar al acto, Pursy deja de pretender impedir la inscripción de las marcas de su pasado, y con ello, deja entrar a los tres principios que describe Legendre, de los que hablábamos al comienzo: el principio de identidad, que vemos haciendo efecto en su decisión por (re)armarse una identidad; el principio de diferenciación subjetiva, mediante el cual ella ya no se identifica con esa imagen primera que tenía de su madre, decidiendo erigirse como sujeto de deseo, y ya no confundiéndose con los otros, ni confundiendo a los otros con ella; y el principio de causalidad, mediante el cual Pursy es quien es, y no se confunde con otros porque fue engendrada por determinados padres, y a partir del cual ella toma su lugar como hija de Lorraine, pero también como hija de Bobby. Destacamos este punto ya que le permite crear(se) un padre, movimiento facilitado también por el cambio de posición que se da en Bobby a lo largo del film.

“Tus pasos no siguen lo que ven tus ojos, sino lo que está dentro, sepultado”: y abriendo paso a esas marcas ya no rechazadas y a otras nuevas, una nueva Pursy, una nueva Purslane, una nueva historia, y la posibilidad de un nuevo e incierto camino.

Referencias

D’Amore, O. (2006). “Responsabilidad y culpa”. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos, Letra Viva, Buenos Aires.

Gutiérrez, C. & Michel Fariña, J.J. (2000). “El doble de la clonación y la división del sujeto”. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños. Lumen/Humanitas, Buenos Aires.

Lacan, J. (1949) “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. En Escritos 1. Comunicación presentada en el XVI Congreso Internacional del Psicoanálisis, en Zurich, el 17 de julio de 1949, Buenos Aires.

Michel Fariña, J.J. (2000). “The Truman Show. Mar abierto (un horizonte en quiebra)”. En Ética y Cine. Eudeba, Buenos Aires.

Montesano, H. (2008). “Identidad”. En Aesthethika, Volumen 4, No. 1.

Mosca, J.C. (1998). “Responsabilidad. Otro nombre del sujeto”. En Ética. Un horizonte en quiebra. Eudeba, Buenos Aires.

Salomone, G.Z. (2006): “El sujeto dividido y la responsabilidad”. En La transmisión de la ética. Clínica y deontología. Vol. I: Fundamentos. Letra Viva, Buenos Aires.



NOTAS

[1Líneas abajo nos extendemos sobre este punto. Sólo adelantamos aquí que al tomar el término identidad no hacemos referencia a una entidad fija, cerrada, acabada, “…asumiendo que no se trata de algo que pueda ser considerado como una entidad en sí misma, una condición esencial, sino la posibilidad de considerarla una construcción subjetiva, que siempre muestra un desencuentro con lo idéntico a sí mismo.” (Montesano, H., 2008, p. 41).

[2Leemos algo del orden del “deseo” allí, no en tanto expresa un “anhelo”, sino en los términos que venimos situando respecto del “agujereado” de la trama especular que se viene produciendo en el personaje, y que va posibilitando el armado de otra trama subjetiva.

[3Sólo dejamos señalado este interesante punto aquí, en tanto adentrarnos en su análisis excedería los objetivos de este trabajo.





COMENTARIOS

Mensaje de Sebastián Colombo y Daniela Fiumo  » 3 de septiembre de 2014 » d.fiumo@hotmail.com; bascolombo@hotmail.com 

Agradecemos a la Lic. Gabriela Mercadal por haber contribuido con ricas sugerencias para este trabajo y por habernos motivado a prepararlo para su publicación en este Congreso. Le enviamos un afectuoso saludo y, nuevamente, muchas gracias!!!



Mensaje de Gabriela Mercadal  » 17 de agosto de 2014 » gamercadal@gmail.com 

"Sin embargo, y como en toda película donde las cosas estaban saliendo demasiado bien para todos..." Demasiado bien, se podría decir, para el "TODO". Allí, donde el pretendido "todo" del campo de la representación acechaba, lo que "no encaja" se hace lugar. En el film y en la vida de la protagonista. Imagen "incompatible" en tanto la misma no se constituye "realmente" sin su agujereado. Y allí donde el mismo se hace posible, y se consiente con dejarlo pasar, un lugar para el enigma, para lo "incierto" de un otro camino, por ello mismo, posible. La novedad que irrumpe. Otra posibilidad de ex-sistir que quiebra toda pretendida consistencia.

Realmente interesantes los puntos que se van señalando como parte de un recorrido tal, del armado de esta nueva, agujereada trama que se va tejiendo en el decir. Allí, entonces, un lugar. Creación de un espacio. Y un nuevo modo de la nominación que a los semblantes imaginarios, le agrega ese Real. RSI que en su anudamiento permite sobrevivir al agujereado que lo sostiene.




Película:Una canción del pasado

Titulo Original:A love song for Bobby Long

Director: Shainee Gabel

Año: 2004

Pais: Estados Unidos

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