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Inventar-se un modo de ser

por Suque Stecklein, Valeria

“Yo no soy un cuerpo que tiene alma,
soy una alma con una parte visible
llamada cuerpo”.
Paulo Coelho, Once minutos

El viento roza su fina cabellera dorada, detectamos sus pecas y sus ojos color celeste al igual que su camiseta. Rápidamente vemos a un niño aprendiendo a manejar.

A medida que pasa el film [1] nuestra percepción será engañada, será atrapada por aquellos casilleros en los cuales caracterizamos casi todo, en donde a partir de la materialidad nominamos, ciegos, reiterando repeticiones. A simple vista vemos a un niño, porque tiene pelo corto y camiseta “masculina”, o quizás al revés, porque vemos el cuerpo caracterizado de una determinada manera le atribuimos el carácter de masculino. Pero cuando se trata del cuerpo, difícilmente pueda ser atrapado totalmente por aquel ideal regulatorio. Podremos tender al equívoco, como en el inicio del film.

Judith Butler nos advierte sobre esto, nos dirá que la diferenciación sexual muchas veces tendrá que ver con diferencias materiales (Butler, 1993). La materialización del sexo se impone bajo normas reguladoras las cuales obran de una manera performativa -siguiendo una hegemonía claramente heterosexual-. La autora define la performatividad como “una práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra” Pero justamente esta materialización nunca es completa. “los cuerpos nunca acatan enteramente las normas mediante las cuales se impone su materialización” (Butler, 1993, p 18). Luego retomaremos esta cuestión.

Tímidamente conoce a una niña del vecindario, ésta le dice:


 “¿buscas a los otros? Te vi mirándolos”, luego de un silencio… pregunta “¿eres nuevo?”
 Si, llegamos ayer
 Soy Lisa, vivo aquí. Luego de un silencio dice “Eres tímido”
 No soy tímido
 ¿Cómo te llamas?
 Michaël, me llamo Michaël.

Rápidamente ella lo presenta al resto del grupo de chicos que se encontraba en el bosque y comienzan a jugar.

Luego se da lugar a otra escena en la cual para sorpresa de los espectadores descubrimos el secreto que teje este personaje. Es una escena en donde Michaël y su hermana se bañan en la bañera. Juegan juntos y se lavan el pelo mutuamente.

La mamá desde lejos les dice: “Laure, sal del agua”. Allí agarra a la pequeña y la envuelve en una toalla. Luego Michaël también lo hace. Pero no sin dejar ver su cuerpo desnudo, allí vemos que se trata de un cuerpo femenino. Su mirada enseguida denota una especie de angustia, algo no está bien.

Lacan (1962) en el Capítulo V del Seminario La angustia titulado “Lo que engaña” trata de explicar por qué los niños tienen miedo a la oscuridad (tal no es el caso pero su búsqueda de la respuesta nos guiará para nuestro recorte ficcional). Ensaya una respuesta desde el estadio del espejo. Gabriela Basz hace una lectura de este texto, en el cual explicita:

A partir de esta experiencia de reconocimiento de la propia forma en el espejo, plantea que dicho reconocimiento es en sí limitado porque deja escapar algo de aquel investimiento primitivo de nuestro ser, resultante del hecho de existir como cuerpo. El estadio del espejo, dice, deja escapar un resto no imaginado del cuerpo que se manifiesta en ciertos fenómenos (lo extraño, el miedo a la oscuridad y otros), resto que al no ser especular resulta imposible situar. […] el objeto, que en tanto no especularizable, ocupa el lugar del vacío, de la falta” (2010, pp 267-268).

Esa angustia que percibimos en la mirada se puede pensar desde esta respuesta, en donde habría un resto que escapa a ser simbolizado o atrapado por el baño de lo simbólico. Podemos pensar en esa genitalidad femenina que no logra investir, siente que algo falta. Desde esta escena descubrimos que Michaël en realidad es Laure. Allí retroactivamente comprendemos aquella timidez al entablar la conversación con Lisa, en donde aquellas palabras no contradijeron esa pregunta “¿eres nuevo?” sino todo lo contrario, toma esa apreciación, aprovecha ese instante para “hacerse pasar" por un varón, entra al grupo de niños como tal. Estos niños, tanto varones como mujeres fueron “engañados” tal como lo fuimos nosotros al inicio del film. Juzgaron por la apariencia varonil del “Michaël” sin levantar sospechas.

Al salir del baño, su madre le pregunta que ha estado haciendo, Laure le responde que hizo una amiga. Se sorprende, ya que siempre anda todos los días con varones.

Laure de a poco se va incorporando al nuevo grupo, imita al resto de los varones, escupe, juega al futbol. Pero hay situaciones en las cuales se las debe ingeniar para continuar con el encubrimiento (respecto de su familia, ya que ésta la consideraba como una niña), por ejemplo, mientras jugaban al futbol le vinieron fuertes ganas de orinar, recurrió al bosque pero uno de los niños lo siguió, trató de hacerlo lo más rápido posible, pero para evitar ser descubierto se levanta los pantalones, manchándose así su bermuda roja. Con lo cual tuvo que irse a su casa.

Luego de unos días de no concurrir a los encuentros, Lisa lo va a buscar y le dice que con el grupo van a ir a bañarse a un lago cercano. Allí se las ingenia para cortar su maya y crearse una silueta de plastilina para simular un pene.

En un momento hubo un altercado entre el grupo y una mamá fue a hablar con la mamá de Laure. Es allí cuando se entera de aquello que venía negando. “¿Qué has hecho? ¿por qué lo has hecho?” pregunta la mamá, y sin encontrar respuesta le da una cachetada.

Se acercaban las clases y la mamá sintió que debía resolver la situación de algún modo. Debía acabar aquella “farsa”, sin pensar que para Michaël era la pura verdad. Podríamos hacer una salvedad respecto al concepto de verdad desde Freud, en donde nada tiene que ver con lo exacto, con lo que se puede verificar en la realidad, sino que es una invención, es algo que se construye y conforma lo que el autor llama realidad psíquica.

La madre hizo que se pusiera una vestido y vaya a la casa del niño al cual había golpeado y a la casa de Lisa para que vieran que era una niña.

Al querer negarse, su madre le dice “la escuela va a empezar, no tenemos opción hay que decirlo. No hago esto para herirte, ni para darte una lección. Estoy obligada, entiendes?. No me molesta que juegues a ser varón.”

El grupo al fin y al cabo se entera pero ante la duda quieren corroborar, Lisa debe verificar sus partes íntimas para confirmarlo. Michaël se ve angustiado frente a ese brutal arrebatamiento, primero su madre y ahora el grupo.

Finalmente se reencuentra con Lisa y se vuelven a presentar, con la diferencia de que ahora responde acompañado de un gesto de complicidad: “me llamo Laure”.

Este recorte ficcional nos traslada a aquel epígrafe escogido por Judith Butler en “Cuerpos que importan” [2], el cual nos dice

¿Por qué deberían nuestros cuerpos terminar en la piel o incluir, en el mejor de los casos, otros seres encapsulados por la piel?

Podríamos pensar aquí cómo o de qué manera se encapsulan los cuerpos, de qué manera se los significa, bañándolos en sentido, en palabras. Aquellos cuerpos se ven encapsulados bajo una construcción cultural que se impone sobre la superficie de la materia. Es así, por ejemplo, que mencionamos en aquella escena que el cuerpo de Laure es femenino. Ya que socialmente está clasificado como tal.

Qué es el cuerpo sino es algo que se inscribe, que conlleva un trabajo de inscripción en el aparato psíquico. Podríamos suponer que en Laure existiría ese trabajo, en donde, según el discurso de su mamá, “juega” a ser varón. Este jugar tendrá que ver por un lado con lo exterior, con el vestir, con el hacer amigos, por ejemplo; y por el otro tendrá que ver con la construcción de ese cuerpo en soledad, frente a ese espejo que le devuelve algo que no es. Allí hay algo que no va bien, que no cierra, que falta.

Desde los textos freudianos, tanto para la niña como el varón el primer objeto de amor es la madre. En cuanto a la niña, esa fuerte ligazón halla un tope en el encuentro con la castración, tanto la propia como la materna. Siguiendo a Freud:

Se siente gravemente perjudicada, a menudo expresa que le gustaría “tener algo así”, y entonces cae presa de la envidia del pene […]”(Freud, 1933, p 116)

En cuanto a este encuentro con la castración, Freud resuelve que hay tres orientaciones o caminos posibles:

“[…] una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis; la siguiente, a la alteración del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad, y la tercera, en fin, a la femineidad normal” (Freud 1933, p 117)

Respecto del complejo de masculinidad, dirá:

“[…] O bien sobreviene el proceso que me gustaría designar desmentida [Verleugnung], que en la vida anímica infantil no es ni muy peligroso, pero que en el adulto llevaría a una psicosis. La niñita se rehúsa a aceptar el hecho de su castración, se afirma y acaricia la convicción de que empero posee un pene, y se ve compelida a comportarse en lo sucesivo como si fuera un varón” (Freud, 1925, pp 271-272)

Realizando una lectura del film a partir de esta conceptualización, podríamos suponer que Laure claramente estaría en esta posición, en la cual hace todo lo posible para ser un varón. Materializa dicha fantasía de ser un varón, se inventa un modo de ser. En esta invención, Laure también se inventa un nombre que le permite una identificación sexuada.

Cabe aclarar que en estos textos, Freud propone que la resolución del Complejo de Edipo y del Complejo de Castración será normal o anormal, siguiendo una lógica binaria, que construye o va de la mano con una identidad de género. Tal como lo explicita Elizabeth Ormart (2015), Freud ha sostenido un ideal regulatorio -pensado desde Foucault- de lo sexual signado por las coordenadas de su época.

Retomando lo propuesto por Butler, el “sexo” no se lo puede pensar sino como una construcción social, con una norma cultural que gobierna aquella materialidad de los cuerpos. Ya no será un dato corporal dado en el cual se construye una “identidad de género”.

Desde la Ley promulgada en nuestro país [3], se define a la identidad de género como “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”.

Tendrá que ver entonces con la autopercepción, con lo que cada uno percibe de sí mismo. Siguiendo la letra de la ley, esa vivencia puede coincidir o no con el sexo que se le fue asignado -hasta ahora según parámetros binarios: Femenino o Masculino-. Aquí el “sexo” estará vinculado con la materialidad de los cuerpos. Siguiendo los conceptos psicoanalíticos, estos parámetros estarán signados por la teoría falocentrista (Freud, 1905) en el cual se mide según se tiene o no el falo.

Ahora bien, desde el recorrido propuesto hay algo que se nos escapa, que tiene carácter de terceridad, que rompe, e irrumpe con esos parámetros binarios. Esto tiene que ver con lo que se llama transgénero. El prefijo “trans” según la RAE [4] significa “al otro lado de” o “a través de”.

En concordancia con la ley, una persona puede sentirse “al otro lado” (siguiendo la definición), ¿será el caso de Laure que habiendo nacido con genitales femeninos siente que es Michaël? ¿se sentirá “al otro lado”? ¿este jugar inocente será un modo de construcción de subjetividad? ¿ese sentimiento de ajenidad ante la imagen que ve en el espejo y ante el llevar puesto un vestido falso da cuenta que hay una real en juego que no puede dejar de no inscribirse?

Estos son uno de los tantos interrogantes que nos permiten pensar, a partir de una ficción, modos de construir-se subjetividad, modos de investir ese cuerpo que nos toca y nos envuelve, siguiendo la poética de Coelho, el alma.

Bibliografía

Basz, G. (2010) “Encadenamientos y desencadenamientos en la infancia: una batifobia” en ANCLA 3, Encadenamientos y desencadenamientos II. Revista de la Cátedra II de Psicopatología. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.

Butler, J. (1993) Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Paidós (2002)

Freud, S. (1905) “Tres ensayos de la teoría sexual”. En Obras Completas. Editorial Amorrortu. Buenos Aires, 1986

Freud, S. (1925) “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos”, en Obras Completas t. XIX, Editorial Amorrortu. Buenos Aires.

Freud, S., (1933) “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis: 33ª. Conferencia: La Femineidad” en Obras Completas t. XXII, Editorial Amorrortu, Buenos Aires.

Lacan, J. (1962) El Seminario. Libro 10. La angustia. Buenos Aires, Paidós, 2006.

Ley 26.743 Identidad de Género. Promulgada en Mayo de 2012. Argentina

Ormart, E. (2015) Del sexo a la teoría queer. Una lectura de la serie Ps!. En Congreso de Ética y Cine.



NOTAS

[1Tomboy es una película francesa del año 2011, su directora es Céline Sciamma.

[2El epígrafe pertenece a Donna Haraway, extraído de “Manifiesto para ciborgs”.
Butler, J. (1993) Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Paidós. (2002) p 17.

[3Ley 26.743 Identidad de Género. Promulgada en Mayo de 2012. Argentina

[4Diccionario de la Real Academia Española, disponible en http://dle.rae.es/?id=aI82hct





COMENTARIOS

Mensaje de Valeria Suque Stecklein  » 31 de octubre de 2016 » val9_2004@hotmail.com 

Gracias Giselle por tu aporte!
me sirve mucho para seguir trabajando y pensando sobre este tema. Sin duda es necesario introducir un tiempo de espera para pensar el devenir del sujeto.
Gracias nuevamente!



Mensaje de Giselle A. López  » 31 de octubre de 2016 » gisellelopez@psi.uba.ar 

Frente a un bello y delicado film, encontramos un comentario más que interesante. En éste se incluye la cita de Butler “el discurso produce efectos que nombra”. Así como Butler define que el género o la identidad sexual es una construcción social y no un dato biológico ni anatómico, para el psicoanálisis la posición sexuada está articulada al cuerpo, en tanto construcción: el cuerpo no se posee, sino que se construye y todos asumimos una posición sexuada más allá de la anatomía con que nacemos, posición que se articula en relación con el goce y el falo.
El film aborda el complejo tema acerca de la identidad sexual en niños, aspecto sensible en el que no puede faltar un análisis en su complejidad, más allá de la moral de los Derechos Humanos, discurso social insoslayable, pero que no debería excluir la atención a la dimensión singular del sujeto involucrado.
En este sentido es que, atendiendo a las desarrollos de Freud acerca de la sexualidad en dos tiempos, se podría pensar la importancia de poder introducir en estos casos un tiempo de espera. La misma, no tendría que ver con una demora en las vías de la procrastinación, sino de poder habilitar un espacio para el devenir del sujeto.
Desconocemos la edad del protagonista, pero siempre se habla en términos de “niño”. Para Freud, la sexualidad infantil cae bajo el período de latencia para luego redespertar con la pubertad, segundo tiempo en que se resignifican vivencias previas. Segundo tiempo ineludible y fundamental, donde se cristalizarán las identificaciones. Por tanto, nada queda anticipado en la infancia: azar, contingencia y decisión subjetiva serán los elementos que organizarán el “destino” sexuado de cada quien. Si esto es así, entonces, bien vale la pena la espera para permitir el despliegue singular del sujeto, en este caso, de Michael. No precipitar una identificación imaginaria, prisa que NO es acto, sino angustia del Otro materno / paterno / social frente al campo social cuando este último no tolera un modo diverso de expresión y la misma se torna una exigencia estereotipada a cumplir, que promueve un para todos, excluyendo así lo singular y lo diverso. Creemos que los interrogantes con que concluye el artículo son más que pertinentes y obligados para nuestra disciplina en el contexto actual.




Película:Tomboy

Titulo Original:Tomboy

Director: Céline Sciamma

Año: 2011

Pais: Francia