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El trabajo en los ’Tiempos Modernos’: Una mirada psicosocial

por Nápoli, María Laura

Tiempos modernos y condiciones de trabajo

‘Todo el espacio, del suelo a la techumbre de la nave, estaba roto, cortado, surcado por el movimiento de las máquinas. Grúas de puente corrían por encima de los bancos. En el suelo, unas carretillas eléctricas se esforzaban por circular en estrechos tramos. Ya no había sitio para el humo. En el fondo de la nave, unas prensas colosales cortaban travesaños, capos y aletas, con un ruido parecido al de las explosiones. Entretanto, el metrallazo de los martillos automáticos de la calderería se imponía al estrépito de las máquinas’. (p. 1)

Como el espectador en el cine, el operario de Citroen Saint-Ouen, en la narración de Coriat (1982), ingresa al taller y se encuentra con una escena [1]. En la misma hay máquinas que rompen, espacios estrechos o nulos, ruido de explosiones, estrépitos. En esta escena se puede ver y oír, pero nada se dice sobre el pensar y el sentir.

Sin embargo, Coriat se pone en la piel del operario, en La sensación de la lima tal como denomina a la introducción de una de sus más destacadas obras: El taller y el cronómetro [2]. Y además ‘le pone voz’ a la narración en los discursos de audacia y ánimo que pronuncia para sí este trabajador: ‘Mis manos me daban confianza…una lima imaginaria pesaba entre mis dedos…me harían una prueba, tenía confianza’. (p. 1)

En la escena descripta, situada en la década de 1920, un trabajador vuelve al taller tras un periodo de diez años de intervalo. En Tiempos modernos, el protagonista - a quien haciendo uso de una pequeña licencia cinematográfica se mencionará como Charlot- abandona el trabajo tras un ‘colapso nervioso’ -tal como aparece referido en los intertítulos de la película-, en el contexto de la llamada “crisis del 30” -imaginando el contexto histórico real en el cual se realizó el film-.

Irónica elección, realizar una película muda en tiempos en que ya se había impuesto el cine sonoro y poner como protagonista a un obrero que abandona su trabajo en pleno auge del taylorismo. Tiempos modernos es una historia en la cual el ruido de las máquinas de la empresa taylorista será reemplazado -hacia el final de la película- por la voz de un trabajador.

‘Era como en las películas locas, donde las imágenes se suceden a una velocidad sorprendente. El tiempo que se ganaba se perdía esperando la muela, la taladora o la grúa puente’. (p. 2) Tal como se transmite en esta frase, la entrada del cronómetro al taller significó una verdadera revolución en las relaciones laborales y sus consecuencias fueron múltiples (Coriat, 1982).

El cronómetro, como una de las expresiones de las relaciones de trabajo en la organización taylorista, acaba con el control de los obreros sobre las operaciones, parcializa sus movimientos y los mide –control de tiempos y movimientos- y expropia al trabajador del saber de su oficio, constituyéndose así en un instrumento político de dominación sobre el trabajo.

La primera escena de la película arroja una idea sobre la noción de trabajador que prima desde el paradigma clásico: la aguja de un gran reloj gira hasta llegar a las seis. Luego aparece un rebaño de ovejas, y a continuación –utilizando el recurso de montaje relacionado con efecto simbólico- una muchedumbre sale de la boca del subterráneo y se dirige hacia la fábrica apresuradamente formando una fila. En esa fila todos los hombres son iguales, no hay lugar para la subjetividad, ni tampoco para la comunicación entre ellos. ¿En busca de qué cosa corren estos hombres? La respuesta se impone por su obviedad: trabajan para obtener los medios básicos para su subsistencia, el trabajo es para ellos un medio para obtener otros fines pero nunca un fin en sí mismo.

La organización científica del trabajo ataca la confraternidad de los gremios, impidiendo que el obrero profesional de oficio pueda imponer tarifas y ritmos propios a la producción de mercancías. De este modo, el obrero profesional es sustituido por el obrero-masa, recién inmigrado y no organizado. Esta situación de los obreros es brillantemente ilustrada en una de las escenas más célebres de la película. Charlot, ‘curado de su colapso nervioso pero sin trabajo’ –tal como se indica en el film, enfatizando el divorcio entre el trabajo y la salud mental- abandona el hospital en el que se encontraba internado. En la escena se lo observa caminando delante de la puerta de la fábrica en la cual él trabajaba, pero que ahora está cerrada. Por la esquina se acerca un camión que lleva en su parte trasera una bandera. La bandera cae al pavimento, Charlot la levanta y por azar queda como líder abanderado de una manifestación de inmigrantes. En la misma se pueden observar carteles que portan los manifestantes, escritos en diferentes idiomas: ‘Unite, Unidad, Libertad, Liberty’. Inmediatamente, la policía reprime a los manifestantes. Charlot cae en una alcantarilla y es arrestado por la policía por ser el líder de la manifestación -más adelante en el film se aclara ‘líder comunista’-.

El trabajo manual y la cadena de montaje

Como consecuencia de la organización científica del trabajo, surge la producción en masa, como nuevo modo de acumulación del capital. El capital impone sus propios ritmos a la producción de mercancías, rompiendo con el antiguo orden del taller. La cinta transportadora, la cadena de montaje, la producción de mercancías en grandes series y de mercancías estandarizadas se convierten en norma y regla.

A principios del siglo XX existía una preponderancia del trabajo manual y fue Frederick Taylor (1856-1915) quien resolvió el problema de la productividad del trabajo manual en la empresa tradicional (Echeverría, 2006). Taylor realizó dos operaciones fundamentales en la organización científica del trabajo. Por un lado, examinó el trabajo manual, cuya fuente de productividad es la destreza física del trabajador, desagregándola en dos componentes: movimientos y tiempos. Esto le permitió examinar el tipo de movimientos que realizaba el trabajador y el tiempo en el que los ejecutaba, con el objetivo de rediseñar esos movimientos y tiempos para aumentar la productividad en una misma unidad de tiempo. De este modo, se estandarizaron todos los trabajos manuales individuales bajo una norma elaborada.

Asimismo, Taylor marcó una separación entre la actividad de ejecución del trabajo –que realiza el obrero- y la actividad de diseño del trabajo –realizada por el ingeniero-. Se produjo así una “escisión prescripta por la organización moderna del trabajo” entre la mente y el cuerpo, cuya inevitable consecuencia sería la alienación del trabajador.

Henry Ford (1863-1947) por su parte, con la invención de la línea de ensamblaje en 1914, incrementó la productividad en las actividades de coordinación de las tareas individuales (Echeverría, 2006). El mando y el control se impusieron como mecanismos de regulación del trabajo, con el miedo como emoción básica. Los capataces debían ordenar a los trabajadores aquello que éstos tenían que hacer y controlar su estricto cumplimiento.

La empresa tradicional tiene una estructura jerárquica –el poder se define por el cargo que se ocupa- y es piramidal –cuantos más obreros trabajen en la empresa, se requerirán más capataces-. La comunicación se da de un modo vertical descendente: se ordena de arriba hacia abajo en la estructura de cargos de la organización. El poder aumenta hacia la cúpula y disminuye hacia la base.

En Tiempos modernos se pueden observar escenas que ilustran las características de los modelos taylorista y fordista, presentadas en una secuencia relacionada de contraste y paralelismo. En una de ellas, uno de los operarios de la fábrica -con el torso desnudo- maneja la máquina que marca la velocidad de la producción, mientras el presidente de ‘Electro Steel Corp.’ -vestido de traje y corbata- arma un rompecabezas y lee el diario sentado en el confortable escritorio de su despacho. El ruido agobiante de la sala de máquinas contrasta con el silencio de la oficina del presidente. Él llama a los trabajadores a través de un timbre y se comunica con ellos desde una pantalla, emitiendo órdenes [3]. La comunicación es “de arriba hacia abajo”, de los jefes –en este caso el presidente de la fábrica- a los subordinados –en la escena quien maneja la máquina-. El trato es formal e impersonal. No se da lugar a la comunicación entre los trabajadores -y cuando se da aparece bajo la forma de conflicto-.

Tiempos modernos y alienación

La crítica a los métodos de trabajo y producción es evidente en el film: cada escena representa el avance de la tecnología en detrimento de la salud mental de los trabajadores –y muchas veces también de la misma productividad-.

Desde la perspectiva del marxismo, el trabajo en las sociedades capitalistas es siempre un trabajo alienado de raíz. Dicha alienación se manifiesta en dos planos. Por un lado en la relación del obrero con lo que produce: el objeto de su trabajo le es ajeno, trabaja para percibir un sueldo insuficiente y produce para otro que le paga. Por otro lado, en la relación del obrero con el proceso de producción: el obrero no se afirma mediante su trabajo sino que se niega a sí mismo, ya que no se trata de una labor voluntaria sino impuesta (Meda, 1998).

La película muestra a través de sus escenas claramente este proceso de alienación encarnado en Charlot.

Tras observar a través de una pantalla diferentes sectores de la compañía, el presidente llama con un timbre al operario que maneja la velocidad de las máquinas, le informa que el ritmo está atrasado y le pide que aumente la velocidad. Luego le avisa a un capataz que en una de sus líneas hay un problema. El capataz se acerca a la línea y reprende a Charlot. En la línea, Charlot ajusta tuercas, mientras los operarios que le siguen en fila, martillan. Una mosca lo distrae y lo hace atrasar aún más en su ritmo de trabajo. El obrero que se encuentra detrás de él en la línea le martilla un dedo, lo cual genera una discusión entre ellos en la que interviene el capataz, generando aún más conflicto. El presidente vuelve a pedir que se aumente la velocidad de las máquinas. Mientras se oye por el alto parlamente que es el turno de relevo, Charlot está muy concentrado en su tarea, tanto que el capataz le tiene que sacar la pinza de sus manos (que ya casi se ha transformado en una extensión de su cuerpo). Sin embargo, el ritmo alienante de la organización taylorista ya ha dejado su marca en Charlot: al alejarse de la línea, con una mímica insuperable, Chaplin interpretando al operario alienado, continúa realizando los mismos gestos estereotipados de su trabajo de ‘ajustador’. Charlot decide tomarse un descanso, pero mientras está fumando en el baño, es observado por el presidente a través de la ‘pantalla panóptica’ que vigila absolutamente todos los espacios de la organización. El presidente –a través de la pantalla- le ordena que no pierda tiempo y que vuelva a su puesto de trabajo.

Tras haber soportado un experimento con una máquina para comer –que tenía como objetivo eliminar los ‘tiempos muertos’ al dejar liberadas las manos para trabajar, mientras el operario es ‘violentamente alimentado’ por la máquina- Charlot debe continuar trabajando. Al regresar a su puesto de trabajo, se lo puede observar limándose las uñas con una lima de uso industrial. Esa ‘sensación de la lima’ a la que se hizo referencia al inicio del texto, ya no es tal. El operario ha perdido su seguridad, su fuerza, su oficio y también su razón. El ritmo de la cadena de montaje nuevamente lo supera, pero esta vez él no se da por vencido. Persigue las tuercas y se aferra a ellas con la pinza, y la cinta lo transporta a él también hacia el engranaje de la máquina. Mientras tanto, su compañero en la línea realiza lo que podría llamarse un ‘primer diagnóstico sobre la salud mental’ de Charlot, cuando grita que está loco y mira a su alrededor como pidiendo ayuda.

La organización – en este caso una fábrica – es una máquina, como también lo son los hombres que trabajan en ella. Todos recordarán la emblemática escena en la cual el protagonista se convierte en una pieza de la máquina y es absorbido por su engranaje: Chaplin como director utiliza legítimamente los recursos cinematográficos para crear tal ilusión, mientras Charlot encarna uno de los supuestos centrales de la teoría clásica de las organizaciones: el hombre es una pieza de la máquina, debe amoldarse a ella o será reemplazado.

Una vez fuera de la máquina, Charlot sigue repitiendo mecánicamente el movimiento estereotipado de ajuste, pero ahora dirigido ya no hacia las tuercas sino hacia las narices de sus compañeros, capataces, y hasta del presidente de la compañía. También comienza a perseguir mujeres: a la secretaria del presidente –la única mujer perteneciente a la organización- y luego, ya fuera de la fábrica, a una mujer que está caminando por la vereda. Corre hacia ellas con el mismo ‘movimiento estereotipado’, que puede suponerse tiene alguna relación con los botones de las prendas de las mujeres, ¡seguramente más llamativos e interesantes que las tuercas! Luego vuelve a ingresar a la fábrica obligado por un policía, y se pone a bailar al ‘ritmo del ajuste’, mientras hace estragos en la fábrica. Finalmente se lo puede ver volando colgado de una grúa, con una herramienta en su mano que simula ser su espada, por encima de todos…

Tiempos ¿modernos?

El cine como todas las artes es el reflejo de las problemáticas de un tiempo. Los grandes maestros del arte cinematográfico han tenido la habilidad de estudiar cuidadosamente las realidades de su época, y logaron poéticamente plasmarlas en la pantalla. Charles Chaplin fue sin lugar a dudas uno de ellos. Como director y actor realizó diferentes producciones que mostraron con ironía los acontecimientos históricos de su época. Tiempos modernos fue una de las obras artísticas que con mayor claridad transmitió las condiciones de trabajo alienantes característica de los procesos de industrialización y las consecuencias psicopatológicas observadas en los trabajadores. En su última película muda, realizada en una época en la que ya se había impuesto el cine sonoro –la obra fue estrenada en 1935- , Chaplin se rebela contra la sociedad moderna, la era de las máquinas (¿el uso del sonido en los films?) y el progreso [4] .

Sin embargo, a pesar de este ‘reflejo temporal’, las películas de Chaplin no tienen referencias temporales ni geográficas específicas. Esto puede pensarse como un elemento más en la trasferencia hacia el espectador: Charlot puede ser cualquier operario de cualquier organización, en cualquier lugar del mundo y – como explicaremos más adelante – que vive en cualquier tiempo. Asimismo, la mímica característica del cine mudo –insuperable según algunos críticos por el cine sonoro- representada nada menos que en los cuerpos de Chaplin y Goddard –su encantadora compañera en el film y también en la vida real- con sus ingenuos personajes, contribuyen a la creación de una atmósfera propia de la caricatura, con menores barreras para la expresión de las relaciones sociales de dominación y opresión características de todos los tiempos.

Godio (2001) advierte que entre la etapa fordista y la postfordista, a pesar de las diferencias, se pueden encontrar también muchas convergencias. El fordismo puede entenderse como un modo de asociación entre el keynesianismo y la empresa, y es en ese contexto que se desarrolla lo que el autor denomina la sociedad salarial: una sociedad en la cual el trabajador obtiene su identidad a través de la clase obrera y el sindicato, y se encuentra amparado por pisos culturales, políticos y jurídicos logrados por el movimiento obrero. Con la etapa postfordista, que comienza con las políticas económicas neoliberales en la inmediata post guerra, el capital se libera de los costos salariales unitarios registrados en la negociación colectiva y comienzan a descentralizarse los distintos procesos de trabajo (montaje, producción de piezas, marketing, centros de planificación estratégica) en diferentes países. La disminución de los salarios reales, la liquidación de la producción pública de bienes sociales (pensiones, salud, educación, trabajo), el desempleo, la precariedad laboral y el deterioro de las condiciones de trabajo, son las características más predominantes de los nuevos tiempos post fordistas. En ese escenario, el trabajo -como el resto de los bienes sociales- se convierte en una mercancía. Tal como expresa el Godio:

“…’la empresa compra, ante todo, a la persona y su devoción’, finalidad que se antepone a la compra del trabajo abstracto. Este era regulado por la negociación colectiva, ahora se trata de regularlo a través del contrato individual del trabajo, el ámbito en el cual se puede dar preferencia a los motivos individuales del trabajador o capacidades para valorizar su ‘capital-saber’ individual a costa de su identidad del colectivo de la empresa o rama de producción.” (p. 81)

Al parecer las cosas no cambiaron tanto, ya que la iniciativa en la empresa continúa en manos del capital privado, y así por ejemplo la empresa post fordista puede cerrar por decisión de sus propietarios con el consiguiente desencanto y desmoralización de los trabajadores. De este modo, si bien el post fordismo aumenta la productividad del trabajo, lo logra muchas veces a costa de los procesos de reingeniería, que generan desempleo al disminuir el plantel de trabajadores de la empresa.

Mujeres trabajando

Charlot consigue un nuevo trabajo en un astillero -gracias a una carta de recomendación por su buena conducta en prisión- [5]. En el astillero, el capataz le pide que consiga una madera igual a la que él tenía en su mano y Charlot cumpliendo su tarea encuentra una y la toma, sin darse cuenta que la misma estaba amarrando un barco. La imagen del barco alejándose en el horizonte y la cara de resignación de Charlot representan probablemente el sentimiento de frustración producto del desencuentro entre el hombre y el trabajo.

Tras la muerte de su padre -un desempleado- una joven vive sola en las calles. Conoce a Charlot cuando ella estaba huyendo de la policía por robar un pan. En la corrida, la joven choca cuerpo a cuerpo con Charlot en la esquina de la panadería, y ambos caen al suelo –con una gracia más característica de una danza que de un choque y que evoca más un encuentro que un desencuentro-.

Luego del enredo que produjo el robo del pan – y del cual Charlot se hace cargo para ser arrestado y cumplir su objetivo de volver a prisión, lugar en el cual según su opinión era muy feliz- Charlot y la joven huyen de la policía.

Caminando frente a una gran tienda ambos observan un tumulto y una ambulancia. La joven averigua qué pasó y tras enterarse que el sereno de la tienda se había roto una pierna, impulsa a Charlot a tomar el puesto de trabajo suplente. Gracias a ella, él consigue trabajo y pasan una noche inolvidable en la tienda, en la que se divierten mucho haciendo uso de los artículos que allí se vendían. Pero esa misma noche, un ex compañero de la fábrica en la que trabajaba Charlot roba la tienda y, en medio de los tiros, el flamante sereno suplente termina ebrio tras tragar accidentalmente un chorro de ron que cae de una bordalesa perforada por las balas. Este incidente lo conduce nuevamente a prisión. Mientras tanto, su compañera busca trabajo.

Con la música de un carrusel de fondo, la joven baila en medio de una calle, mientras un grupo de personas la observa. Entre ellas se encuentra el dueño de una cantina de esa misma calle. Los movimientos de la joven, amplios y seguros, así como su gracia al bailar, deslumbran al cantinero (interpretado por Henry Bergman) quien enseguida le da un trabajo de bailarina en la cantina. Así, en medio de la ‘gran depresión’, una mujer consigue trabajar. Ella irá en busca de Charlot para encontrarle -una vez más- también a él un trabajo. Lo espera en la puerta de la cárcel, vestida con capa, sobrero, pollera a cuadros y cartera –un atuendo muy diferente a aquel que llevaba antes de conseguir trabajo-. Cuando se encuentran, ambos se abrazan y se ríen y él parece estar impresionado por la nueva imagen de su compañera. Ya en la cantina, la joven convence al cantinero sobre las habilidades que posee Charlot y que responden a los requisitos del puesto de trabajo: servir mesas y cantar. Mientras tanto, Charlot asiente a todo lo que ella dice, otra cosa ya no puede hacer…

En algunos momentos de la película se hace referencia al modelo proveedor masculino – cuidadora femenina, contratara de la sociedad del pleno empleo (Todaro y Yañez, 2004). Ejemplo de ello puede ser la escena de la casa que añoran Charlot y la joven y en la cual los roles del hombre y de la mujer aparecen claramente delimitados según el modelo mencionado. Dicha escena muestra a una mujer saludando a su esposo en la puerta de su casa, ella vestida con atuendo de ama de casa y él con traje y maletín yendo seguramente a trabajar-. Sin embargo, en la pareja de protagonistas del film, es la mujer quien ‘toma la posta’ en la búsqueda de trabajo, no solo para sí misma sino también para el hombre.

De la alienación a la creación

En la película se incluyeron algunos efectos sonoros tales como música, cantantes, voces provenientes de radios y altavoces y, en algunas escenas, el ruido de las máquinas en la fábrica. Uno de los momentos sonoros más memorables de la película probablemente sea aquel en el cual puede oírse la voz de Chaplin interpretando una canción de Léo Daniderff, Je cherche apres Titine, pero con una letra diferente, cuya versión se conoce como Charabia. Los sonidos que la componen, semejantes a algunas palabras del francés, el italiano y el inglés, representan probablemente las características de una población inmigrante que constituía en ese entonces - tal como se refirió anteriormente- una gran parte de la mano de obra.

En el ensayo con su compañera, Charlot le advierte que se olvidará la letra de la canción y entonces ella se la escribe en un papel que simula ser un puño de la camisa de camarero. Pero cuando él sale a cantar, pierde el ‘puño recordatorio de la letra’ con el vaivén de los brazos -en un baile introductorio a la canción-. Al advertirlo, Charlot desesperado busca con la mirada a su ‘mentora’, y ella le dice que improvise. Entonces Charlot comienza a cantar.

La actividad de trabajo permite al sujeto ponerse a prueba consigo mismo, con el mundo y con su resistencia a su saber hacer, a sus conocimientos y a su experiencia. Por ello trabajar implica enfrentarse al fracaso, a lo real. Pero es esa misma prueba de sufrimiento la que incrementa la subjetividad: la creatividad, la inventiva, la astucia y el ingenio, surgen la mayoría de las veces de esas mismas situaciones de sufrimiento (Dejours, 2000).

Sobre las relaciones de dominación en el trabajo, Dejours (2000) afirma:

“Pero si el trabajo es ante todo una relación dominada, es también una relación negociada, a partir del momento en que fue abolida la esclavitud y cuando no existe una dictadura”. (p. 3)

A través del canto y de la danza, Charlot y su compañera lograron transformar dichas relaciones de dominación y acrecentar la subjetividad en su trabajo de artistas.

Metrópolis: el hallazgo en Argentina de un antecedente de Tiempos modernos

El film alemán Metrópolis de Fitz Lang, se estrenó en 1927 -antes de la cinematografía sonorizada- y fue considerado uno de los máximos exponentes del expresionismo alemán en las artes cinematográficas. Entre las diferentes versiones de la película que circularon por distintos países, en el año 2008 el hallazgo de una versión original en Argentina se hizo mundialmente conocido.

“No hizo falta más de media hora: se sucedían imágenes nunca vistas y textos que hasta ahora solo se encontraban en la reconstrucción de Patalas. Esa copia de ‘Metrópolis’ que tiene el Museo del Cine, que antes tuvo el Fondo Nacional de las Artes, antes Manuel Peña Rodríguez y antes Adolfo Z. Wilson, es la única que aun existe de la versión original de Fritz Lang”. (p. 78)

De este modo describe Peña (2011) en el libro Metrópolis, su encuentro con el material del film, luego de varias décadas investigación. Más adelante, el mencionado autor presenta una sinopsis de la película, de la cual se transcribirá a continuación un fragmento:

“La acción transcurre sin precisión de fecha o lugar, en una ciudad futura llamada Metrópolis. Mientras algunas personas viven bajo la luz del sol, hacen fortuna y se entregan a todo tipo de placeres, otras están condenadas a vivir bajo tierra, operando las máquinas que mantienen el funcionamiento de la ciudad en la superficie.

Un día la hija de un obrero, llamada María (Brigitte Helm) sale de los sótanos con un grupo de niños que hasta ese momento no habían visto la luz del día. Su aparición deja cautivado a Freder (Gustav Frohlich), que decide ir a explorar los subsuelos y queda horrorizado por las condiciones en que los obreros son obligados a vivir. Acude entonces a la Nueva Torre de Babel, donde trabaja su padre, Joh Fredersen (Alfred Abel), el hombre que ha ideado Metrópolis. Fredersen escucha a su hijo, pero le explica que así es el orden de las cosas y que los obreros están donde deben estar”. (p. 99)

El relato de Peña revela múltiples similitudes entre Metrópolis y Tiempos modernos: la lucha de clases, la alienación de los trabajadores, la imprecisión del tiempo y el lugar en los que transcurre la película y las escenas de corte futurista.

En Metrópolis la escena inicial muestra, a través de un modelo de montaje paralelo, imágenes de máquinas funcionando intercaladas con la de dos relojes -con una numeración diferente a la tradicional-. Esta escena puede pensarse como un antecedente del inicio de Tiempos modernos, cuya primera imagen es la de un reloj. Asimismo, el intertítulo que da inicio a Metrópolis – ‘Sentencia: el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón’-, transmite un mensaje similar a aquel con el cual comienza Tiempos modernos –‘Tiempos modernos. Una historia sobre la industria, los emprendimientos individuales y la cruzada de la humanidad en la búsqueda de la felicidad’-.

Referencias

Coriat, B. (1982). El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el taylorismo, el fordismo y la producción en masa. Madrid: Siglo XXI de España Editores.

Dejours, C. (2000). Psicodinámica del trabajo y vínculo social. Actualidad Psicológica, 274, 2-5.

Echeverría, R. (2006). La empresa emergente, la confianza y los desafíos de la transformación. Buenos Aires: Granica.

Godio, J. (2001). Sociología del Trabajo y Política. Buenos Aires: Editorial Atuel.

Medá, D. (1998). El Trabajo. Un valor en peligro de extinción. Barcelona: Gedisa.

Peña, F. M. (2011). Metropolis. Buenos Aires: Fan Ediciones.

Todaro, R. & Yáñez, S. (2004). El trabajo se transforma: relaciones de producción y relaciones de género. (pp. 46-62). Santiago: CEM ediciones.



NOTAS

[1Coriat refiere en una nota que las citas del texto fueron tomadas del testimonio sobre la racionalización del trabajo que constituye el libro de Georges Navel, Travaux, 1964.

[2El autor aclara que el taller puede ser la obra, la oficina o cualquier espacio de la actividad de trabajo y que con el término ‘cronómetro’ se refiere a todas las tecnologías de medición de tiempos y movimientos desarrolladas a partir del taylorismo.

[3La voz del presidente es la única que se oye en la primera parte de la película, y uno de los pocos efectos sonoros que se incluyen en el film.

[4Cabe recordar aquí la película El Artista (2011), escrita y dirigida por Michel Hazanavicius. El film, al igual que Tiempos modernos transcurre en la época de la ‘gran depresión’, y su protagonista, un artista talentoso en el cine mudo, tiene dificultades para seguir trabajando con el advenimiento del cine sonoro.

[5Al salir de la cárcel, el comisario le entrega a Charlot una carta de recomendación para que consiga un trabajo, para así convertirse en ‘un hombre de bien’.



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COMENTARIOS

Mensaje de María Laura Napoli  » 17 de octubre de 2012 » marialaura_napoli@yahoo.com.ar 

Estimada Mónica
Es muy interesante el interrogante que plantea. El mismo nos conduce a pensar, por un lado en las condiciones y medio ambiente de trabajo y más específicamente en la ergonomía, disciplina que intenta mejorar la relación del hombre con los métodos, medios y ambiente de trabajo –no solamente en sus aspectos físicos, aunque estos no deben descuidarse y siguen existiendo a pesar de los avances tecnológicos-. Seguramente el ruido tiene una dimensión clínica, ya que es “percepción de ruido” y en el fragmento del análisis del film remite a una representación mental de la fábrica –más allá de los aspectos concretos de la realidad de ese ambiente laboral-. Por otro lado, en el trabajo la dimensión subjetiva se expresa a través del vínculo social laboral, y toda clínica laboral debe tener en cuenta esa dimensión social como vía para la promoción de la salud mental y de la dignidad de los trabajadores.



Mensaje de Mónica Peisajovich  » 16 de octubre de 2012 » mbpeisajovich2@yahoo.com.ar 

Estimada Lic María Laura Napoli:

quiero agradecerle la propuesta del film y su interesantísimo análisis.
Me gustaría si saber si el tema del ruido podríamos pensarlo desde un lugar donde articular con la clínica.
Por otra parte pensab mientras leìa vuestro trabajo la relación entre trabajo y dignidad para un sujeto y su entorno.

Un cordial saludo.



Mensaje de Claudia Romina Barrenechea  » 10 de octubre de 2012 » rominabarrenechea@yahoo.com.ar 

Ambas peliculas, Metropolis y Tiempos Modernos excelentes! Chaplin un icono en la Hisotria del cine.
Respecto del analisis realizado, es importante poder pensar en la psicologia del trabajo como uno de los ambitos en los cuales puede desempeñarse el psicologo, con su formacion. Es necesario mantener en el horizonte, que respecto a su labor es un intermediario entre la empresa/organizacion y el individuo, no se centra en uno u otro angulo, o en uno en detrimento de otro, sino por el contrario, es una mirada hacia ambos lugares.
El analisis de la pelicula permite observar el cambio a traves de las epocas respecto al individuo y el trabajo, tal como afirma Medá el trabajo es una categoria historica.
A partir de pensar en una subjetivida laboral, se abre un espacio en el cual se tienen en cuenta diferentes patologias que pueden producirse en el ambito laboral. Stress, Burn out, Mobbing, Ansiedad, son algunas de las cuestiones que se infieren como manifestaciones del malestar psiquico. Claramente Trabajo y Salud Mental se relacionan intimamente, por lo cual es necesaria la permanente formacion del psicologo para realizar un buen desempeño en su labor.



Mensaje de María Florencia González  » 1ro de octubre de 2012 » gonzalez_florencia@hotmail.com 

Me pareció muy interesante el análisis de ésta película tan pero tan buena, una verdadera obra de arte que atraviesa y atravesará los tiempos (modernos). Sobre todo destaco la relación que establece la autora entre la alienación y la creación, muy buena la articulación en este punto con Dejours.



Mensaje de María Laura Napoli  » 21 de agosto de 2012 » marialaura_napoli@yahoo.com.ar 

Agradezco el valioso aporte de la cita de Bauman. La misma enfatiza la paradoja de la modernidad como progreso, pero al mismo tiempo como aumento de las diferencias sociales, permanencia de la alienación –aunque bajo nuevas modalidades- y ruptura de los lazos comunales. Excelente referencia.



Mensaje de Caro Cebey  » 20 de agosto de 2012 » carocebey@yahoo.com.ar 

"Si para los pocos escogidos el advenimiento del orden moderno significó la apertura de un horizonte vertiginosamente vasto para la autoafirmación individual, para la gran mayoría auguró que fueran reasignados de un entorno rígido y estrecho a otro. Una vez que los lazos comunales que los mantenían en su lugar quedaron cortados, esa mayoría tenía que ser sometida a una rutina enteramente distinta, patentemente diseñada, apoyada por la nuda coerción, y que tenía escaso sentido en cuanto a ’dignidad, valor u honor’." (Bauman, 2003: 39).
Muy buen análisis del pasaje hacia la vida fabril, la coerción de los cuerpos para la constitución de una ’masa de trabajadores’y las limitaciones impuestas a sus ’libertades’.
Me parece muy interesante también el análisis de las resistencias de la(s) época(s) materializándose no sólo en la trama sino también en la ideación de los films.




Película:Tiempos Modernos

Titulo Original:Modern Times

Director: Charles Chaplin

Año: 1936

Pais: Estados Unidos