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Un recorrido por la reasignación del intervencionismo médico

por Smud, Martín

Su mujer fue la primera en saberlo. —¿Me harías un pequeño favor? —le preguntó Greta desde el dormitorio la primera tarde—. ¿Me echarías una mano un momento? —Por supuesto —dijo Einar con los ojos fijos en el lienzo—, lo que haga falta. (La chica danesa, David Ebershoff, 2000) [1]

Einar pintaba al comienzo de la novela escuchando al vecino de abajo gritándole: “Puta de puerto” a su mujer, mientras él se lo imaginaba ahogándose entre su masa de colores pasteles y sonidos roncos e impotentes de ahogado. Odiaba esa postura de hombre pegador, mientras esperaba responder a lo que pidiera su mujer de la manera que hiciera falta. Su mujer, Gerda Wegener (1885-1940) que lo había elegido siendo él su profesor en la academia de Bellas Artes, le pedía que hiciera de su modelo femenina y fue la primera que le puso nombre cuando él se vistió de mujer. “Greta dijo, con un tono de voz meloso, cauto, nada habitual en ella: —Podríamos llamarte Lily”. [2]

El libro y la película cuentan una historia real: la transformación que lo lleva a Einar a renombrarse como Lily, la primera mujer transexual conocida en “someterse” a operaciones de reasignación de sexo. Película, libro y vida real cuentan tres historias diferentes. Desde el comienzo las diferencias, en la película no es su mujer Greta sino Hanna, la modelo contratada quién tarde irrumpe en el cuarto, quién lo nombra como Lily. En la película, la esposa se la nombra “Gerda” como la pintora, en la traducción del libro de Jesús Pardo se la llama “Greta”. Un montón de diferencias, algunas significativas, otras no, que nos llevan a reflexionar acerca de qué ocurre cuando una ficción tiene el calificativo de “historia real”.

Este calificativo no significa que sea verdadera sino que intenta ser verídica, todo hecho narrativo es una ficción sostenida en una interpretación, entra en el campo de lo verídico y no de lo verdadero. Verídico cualquier diccionario lo define como “que parece verdadero, o que es creíble”. Parecer verdadero es lo que intenta una “historia real” pero como sostiene Niesztche, el hecho “real” no es más que una interpretación y nunca tanto como en las “historias reales”, como sostiene Kant, el objeto en sí es incognoscible. Existe una enorme cantidad de elementos que no son verdaderos pero agregan verosimilitud (o inverosimilitud) al personaje real, creados por el autor del libro que a su vez son “recreados” por el director de la película. Nunca una historia real deja de ser ficcional, verdad y mentira se entretejen de una manera para lo cual el significante “real” no es sino simbólico, presencia en un fondo de ausencia que nos hace “imaginar” cómo esos personajes que vemos o leemos han tenido un protagonismo histórico, no son seres imaginados ni fantástico, han surcado nuestra tierra y nuestro tiempo. Así tenemos los registros lacanianos; real, simbólico e imaginario en una historia donde aparecen las problemáticas de género trans.

Este texto apunta a reflexionar sostenido por una “historia real” acerca de los límites, posibilidades y condiciones de la ciencia médica que intervienen en el cuerpo de un ser humano, en su identidad, en sus identificaciones, en su falta en ser. A pesar de que el individuo sea quien lo demande, con Einar/Lily, observamos a la medicina de reasignación de sexo en sus etapas iniciáticas, y es con ella que justamente fracasa en la asignación de útero que el cuerpo de Lily rechaza luego de cinco operaciones llevadas a cabo.

El intervencionismo médico no es sólo ese meterse con el cuerpo del otro, con sus “partes” más íntimas, ese “someter” a un ser humano y transformarlo hasta el punto de su reidentificación a otro género, a la creación de un nuevo género, conlleva una historia de desarrollo de la tecnología intervencionista médica que han llevado, a la par, al desarrollo de la bioética y la biopolítica, sino ese intervencionismo nos lleva a la necesidad de reflexionar acerca del mundo que se va produciendo.

Pero ¿se puede pensar a la tecnología médica separada de su intervencion en el cuerpo del ser humano? Evidentemente no. ¿Por qué lo llamaríamos intervencionismo cuando el acto médico conlleva un médico que interviene? Eso se espera de él. El pasaje de intervención a intervencionismo es cuando su actuación no conlleva la reflexión deontológica y ética pues o como sostiene Kleinitcki [3], no sólo toca nudos simbólicos sino que sus intervenciones transforman lo “real” y esto como demuestra el psicoanálisis lacaniano retorna a al campo simbólico en un delirio que no se detiene con la amputación, la extirpación o la muerte aunque se designe como “operaciones de reasignación de sexo” o la búsqueda del “verdadero género” que representa en sí un sujeto desesperado porque su sexo no se ajusta a su ser.

La película “La dama danesa” parece querer opacar estas condiciones delirantes del intervencionismo médico, al mostrar sólo dos operaciones y a su esposa, ahora convertida en compañera, acompañarlo hasta el final cuando los “hechos reales” cuentan que las operaciones de Lily fueron cinco, una tras otra, hasta el punto de que en la quinta estaba el delirante objetivo de implantar un útero para que Lily de cuarenta años pudiera tener hijos. La película no quiere saber nada de este cruento hecho del intervencionismo médico.

Gerda que le había propuesto vestirse de mujer, ya no lo acompañaba, y era un médico quién seguía la voluntad delirante de querer convertir un sujeto sometido, un ser manipulado convertido en puro objeto y siendo su mismo cuerpo quién, al rechazar el delirio, se vuelve leyenda de conquistas “trans” e “historia real” a ser compartida.

Esta película, este libro, este hecho real son un ejemplo de cómo la medicina además de intervenir en los comienzos de la vida y en los finales de la vida, interviene con la sexualidad de los seres humanos, metiéndose con sus órganos genitales, con la “repartija” de sexo, identidad y género. No se trata de un planteamiento teológico ni principista pues apurados por no parecer retrógrados ni de ir contra la perspectiva plenipotenciaria del deseo que en el ser humano no tiene objeto sexual y por ende no parte de una identificación absoluta con el propio sexo, nos preguntamos acerca de ese intervencionismo médico en el mismo centro de la identidad sexual y de los órganos sexuales implicados. Siempre ese intervencionismo se sostiene en el ideal de hacer el bien al otro aunque en el camino queden tantos otros.

Nadie es suficientemente hombre ni totalmente mujer, siguiendo esta hipótesis, todos necesitaríamos operaciones de reasignación de sexo. Esta ironía va al punto dónde en el camino de la identificación sexual se encuentran fallas, grietas, imposiciones, demandas. Y no hay nadie para quién el sexo se ajuste a su identidad, a su ser, a sus identificaciones.

Muchas veces frente a cuestionamientos del intervencionismo médico y falta de miramiento en reflexiones éticas aparecen ejemplos, posibilidades lógicas de “errores” de la naturaleza donde, en primer lugar, aparece el hermafroditismo (como en otros casos aparecía la debilidad mental, la psicosis, la perversión). Existen seres quienes no han nacido con el género en el cual su ser se asienta, o una ambigüedad biológica, o una incomodidad radical que debe apelar a la intervención del acto médico para que le ponga remedio. La medicina, rápida en reflejos, rápida en dar notoriedad a sus intervenciones, se predispone con ayuda de la ciencia psicológica en actuar en el cuerpo de los seres humanos. La medicina se ha metido de una manera cruenta con los tres enigmas del ser humano: vida, muerte y sexualidad.

-1-

De Eimar, ese hombre pequeño, se cuenta en el libro “era un hombre poco corriente, y Greta lo sabía. Solía pensar en ello cuando la camisa se le abría todavía más y todos los que estaban sentados a la mesa podían verle bien el pecho, que era tan turbador como el de una jovencita recién llegada a la pubertad. Con su bonito pelo y la barba, tan suave y lisa como el fondo de una tacita de té, Einar tenía un aspecto desconcertante. Tan bello era, que a veces las ancianas que paseaban por los Jardines Reales transgredían la ley para ofrecerle tulipanes arrancados de un parterre público. Tenía los labios más rosados que cualquiera de los pintalabios que compraba Greta en el tercer piso del Magasin du Nord”.

Greta sabía, por esta identificación entre su marido y una jovencita, que era lo que la había enamorado pero al mismo tiempo, las consecuencias de ese pedido: la de modelar como mujer para ella y del nombre que le pondría a ese hombre travestido, ella era la primera en saberlo y también la primera en sorprenderse cuando Lily lenta pero inexorablemente se iba separando de Einar y cobrando vida propia.

En la película, ello no es la que lo nomina como Lily pero es la que se desespera cuando ese juego, el travestismo de un hombre en una mujer, se vuelve una metamorfosis donde la segunda fagocita al primero, hasta el punto de un diálogo que sólo podría ocurrir en la película donde Gerda le pide a Lily que haga volver a su marido y ella, tímida y arrogante, se niega diciendo que ya no es posible.

En el libro, aparece mucho más que la pareja, el acto médico, Eimar/Lily comienza un peregrinar por actores médicos, algunos psiquiatras la diagnostican como homosexual, otros llegan a comprender qué hay una diferencia entre Eimar y Lily. Eimar piensa en el otro, piensa en lo que pensaría Lily, en cambio, Lily se desentiende de Eimar, es mucho más peligrosa, está muy decidida a sacarse de encima el lastre de sus huellas masculinas. Algunos médicos descubren los ovarios atrofiados, marcas de su hermafroditismo, y llegan a proponerle delirios como reimplantar un útero para que Eimar pudiera ser mamá con más de cuarenta años. No parece haber límites para algunos médicos que sostenidos en la experimentación y el delirio arrogante llevan a esa personalidad con problemas psicológicos, como tenemos todos, a una catarata de intervenciones médicas que servirán para llevarla a la muerte y a la apertura de un nuevo campo de incumbencia profesional médica: el de la reasignación de sexo.

Gerda/Greta es un personaje principal de la historia. En la película son claras sus intenciones eróticas en tocar esos puntos femeninos de su esposo que ella conocía muy bien, era la pintora provocadora que después descollaría con retratos de erotismo lésbicos y a partir de su vida asumida en el campo de la elección sexual lésbica en su estadía en Paris.

A diferencia de lo que muestra la película no acompañó por su derrotero mortal quirúrgico; en el tiempo de esa quinta y fatal operación hacía tiempo que ya no se veían. A diferencia de la ficción, las historia reales suelen ser más crueles en cuanto al idealismo del amor, de esa película llena de detalles que no acontecieron pero que desenfocan, opacan, oscurecen el asunto de las intervenciones médicas y de las dificultades psicológicas de Eimar que sólo reaparecen en detalles. Eimar pinta siempre el mismo paisaje y pintando desaparece en su tela, es fagocitado por su cuadro. Cuando comienza su transformación en Lily deja de pintar, su identificación masiva con el otro se transforma. No nos interesa el diagnóstico estructural ni las contrariedades de su personalidad pero es evidente que en las tres historias, la real, la cinematográfica y la escrita, el deseo de una mujer es puntapié inicial para desestructurar a Eimar y reestructurarlo en una desencadenada búsqueda de un saber hacer de la medicina.

Y en su propia acción, en la película, Eimar/Lily no busca en sí su identidad femenina sino que va a la feria y se mimetiza con los gestos de una mujer de compra, o va a una exhibición erótica a ver y a mimetizarse con una mujer que erotiza hombres que, al darse cuenta de cuáles eran las intenciones de Eimar, se pone a enseñarle como una hábil docente. Eimar aprende a comportarse como una mujer, lo hace desde afuera, aprende a ser mujer, esa mujer que no existe, Lily quiere demostrarse que es posible su hábil representación, va a una fiesta con el desafío de que nadie se dé cuenta de su hombría. Einar/Lily aprende la parodio de ser mujer.

Pero al principio de la historia de su transformación, Greta tuvo mucha participación en que se marido se volviera Lily. ¿Qué le iría a pedir a su marido, y desde este punto comienza el libro y no tanto la película la cual describe en colores pastales el Copenhague de la década del 20 y que Eimar retrataba una y otra vez, repitiendo su cuadro con una concentración tal que pareciera que el paisaje se lo fagocitara?

Es lo mismo que le iría a pasar con Lily, quién primero aparecía tímidamente, “Lily era aún más tímida que Einar” dice Greta en el libro y después se termina fagocitando al personaje Einar queriéndose sacar de encima cualquier rastro de su presencia, desde los órganos genitales hasta su pasión por esos paisajes pasteles de pasiones repititivas y pantanosas.

Greta despierta un deseo sepultado que una vez que es sacado afuera toma todo el escenario: ella lo pinta, le compra medias pero una vez que Lily cobra presencia no deja volver a Einar aún ante el pedido desesperado de Gerda que descubre que la condición del juego era que estuvieran los tres.

Desde esas primeras escenas donde Gerda le pide que vuelva Lily. “—He estado pensando en ella —dijo Einar. —¿En quién? —En la pequeña Lily. —Pues, entonces, ¿por qué no volvemos a verla? —dijo Greta…”

Hasta cuando le pide a Lily si pudiera hacer volver a su marido por un rato, que lo necesita, que lo extraña y que quiere hablar con él, que había sido un juego. Lily dice que ya no puede y agrega que no había sido un juego.

Gerda es el personaje principal que impulsa una acción que después es interpelada por sus consecuencias que van allá del horizonte planificado por su primera intención, ella como se ve muy bien en la película más que en el libro, es muy provocativa de las normas que se esperan en sociedad, es transgresora, en cambio en el libro ella le saca dos cabezas al frágil Einar y tiene padres con dinero que le dan una herencia con la cual puede comprar el edificio donde viven con Einar sin llegar nunca a decirle nada de esa compra a su marido. Ella lo toma a Einar bajo su cobertura y ya cansada de la vida matrimonial, muestra sus deseos de otra mujer, convirtiéndolo de su maestro de arte en marido, y a su marido en una mujer. Y en estos cambios, ella se va volviendo una pintora reconocida y famosa.

Pero todo comienza con esa acción: “Resulta que Anna me ha vuelto a llamar para decirme que no puede venir. ¿Te importaría ponerte sus medias?” Y después de ponerse no solamente las medias sino el vestido aparecerá Anna y este dialogo escuchado desde el piso de abajo:

“—¡Eres un putón! —rugió tiernamente el marinero en el piso de abajo—. ¡Un putón bellísimo!...”

Greta no es inocente al pedir las dos piernas de su marido para retratar. Y ante su dubitación, le dice que ella lo haría por él. Einar, al sentirse asustado y excitado, descubre a su mujer como provocadora de un deseo reconocido en el más recóndito escaparate de su espíritu, eso que da vergüenza, un enorme resquemor por algo que había sido sepultado por tantos años y que sólo, de vez en cuando aparecía en su pintura y que una vez que tuvo nombre y apariencia, comenzó a cobrar una encarnación insospechada. Lily aparecía frente a la pareja y ya no eran dos sino tres. Einar y Lily se convirtieron en primos que se repartían a Greta quién con uno compartía unas tareas y con la otra comenzaba a llevarla a salidas y a bailes.

El deseo de Greta parecía satisfecho, así como había puesto la primera media en las piernas de Einar, nombrado a Lily y llevado a sus primeras salidas en sociedad, poco a poco, percibió que Lily comenzaba, a pesar de su extrema timidez, a hacer desaparecer a Einar, tanto al hombre como al pintor.

Einar ya había pensado que travestirse era un truco antiguo, por ejemplo para los cantantes de ópera, o ya en las obras shakespereana eran un recurso común mucho más en las comedias que en las tragedias. En “Sueño de una noche de verano” hay travestismo y hasta “zoovestismo”, llamada parafilia convirtiendo al atuendo en un fetiche sexual. Un burro persigue a una mujer que a su vez en realidad es un hombre que está enamorada de una mujer que sigue al burro, son los clásicos trencitos orgiásticos shakespeareanos que venían de la edad media retratados por la suculenta pluma del marqués de Sade.

Pero este travestismo no debemos solamente englobarlo en el campo de la fetichización sexual ni de las perversiones sexuales sino en el campo del equívoco tragicómico. Nadie es quien parece ser y al enamorarse de quién no es, demuestra que el deseo atraviesa el género marcando al otro con el rostro de nuestro propio deseo.

Esto es un punto interesante de la película y de Gerda/Greta. Ella vió en su marido más allá de su aspecto, el deseo de encontrar en primer lugar una salida a su vida, para lo cual se debía casar con un hombre y ya liberada del estigma social, renacer a la vida liberada de las demandas sociales y su deseo lésbico que la llevó a ser la primera instigadora de la transformación de su marido en mujer. A pesar de seguir el deseo de Greta, esta transformación Eimar/Lily produce interrogantes de los más diversos niveles y complejidades. ¿Cómo es que a un hombre no le alcanza con vestirse de mujer, tomar como objeto sexual a un hombre, desear ser tomada como mujer y lo lleva a ansiar cambios en lo real de su cuerpo?

Y luego las preguntas acerca de esos cambios, hasta dónde llegar en esa enorme metamorfosis cuando un sujeto “hubo nacido” con un cuerpo y los límites biológicos que esto conlleva. Lily se convierte en objeto de la investigación médica en un momento de la historia donde la reasignación de sexo comenzaba, se ubicaba como objeto de investigación, y no solamente en una operación sino de cinco operaciones hasta que en la última, cuando se iba a implantar un útero, su cuerpo no resiste y lo rechaza, rechazando también la vida de quién quería llevar adelante ese cambio en lo real de su género.

¿Hasta dónde un deseo puede hacer extirpaciones y reconstrucciones en el cuerpo que nos pertenece pero al mismo tiempo pertenece a la especie “ser humano”? ¿Hasta dónde la moral de una época no nos deja pensar que el ser humano “decide” en su búsqueda del destino de sí? ¿Se puede plantear un dilema ético en la asignación de sexo, siempre dependiendo de cada caso pero ubicados desde un punto de vista en el imperialismo de la ciencia tecnológica médica que ha llevado su campo de incumbencia a los comienzos de la vida, a los finales y también ahora a la posibilidad de cambiar hasta los órganos genitales internos y externos?

La película “Gattaca” [4] es un ejemplo de cómo la ciencia médica introduce su saber en el encuentro entre una gameta masculina y otra femenina, y cómo a partir de esos avances científicos cambian hasta la forma de esos encuentros, destronando a “la forma antigua y anticuada del hacer el amor” como la creación de una raza humana llena de “impurezas”. La fecundación en laboratorio, por la praxis médica “Mediante la selección y manipulación genética de los embriones, los padres obtienen hijos portadores de lo mejor de su material hereditario, lo que no sólo los libra de muchas posibles enfermedades, sino de otros rasgos considerados indeseables (como la miopía o la calvicie), y les confiere otros como cierto color de ojos o de piel, o una mayor habilidad para las matemáticas. Todo ello regulado por las leyes de un mercado omnipresente que pone precio a los distintos «combos» según lo que cada uno incluye”. [5]

O cómo en la película “Intime” [6] donde se habla del final de la vida donde a partir de la compra y venta de tiempo, algunos seres humanos se convierten en inmortales mientras otros luchas con sus últimas minutos de vida en el reloj del tiempo que se termina.

Un hombre en el cuerpo de una mujer, un hombre que se siente mujer y cambia su nombre y su género hasta tirar abajo la demarcación de los géneros. Ya no se trata de un género y el otro género, un campo masculino y un campo femenino, el travestismo de Lily y sus operaciones abre una tercera puerta, la puerta trans.

Existe un sufrimiento a la entrada de esa puerta, toda una historia de sufrimiento, de no aceptación, de reveses, de incomprensión y turbulenta angustia. Greta frente a las medias de su marido lo amonesta diciéndole: ¿Cuándo vas a dejar de preocuparte por los demás?

Frase que puestas en la luz de lo que vendrá resulta irónica pues lo propulsa a un cambio tal que podríamos pensar que el género viene constituído no sólo por el deseo de los padres sino también por hábiles aperturas y cierres de puertas, de represiones que no son como represas que como muchas veces lo piensa Freud sino como un volcán que destroza las geografías llanas de los continentes y se eleva hasta construir islas, archipiélagos, masas territoriales que se vuelven lavas explosivas, calientes, destructivas.

Greta era altísima al lado de su marido, y hablaba mucho mientras pintaba, podía contarte que entre ellos cada vez hacían menos el amor. Y en ese pedido, Einar por primera vez descubre sus piernas sin bellos varonil a través de esas medias femeninas.

Einar va descubriendo texturas que no conocía, él/ella se comienza pensar como hermafrodita, y en la película aparece cuando da el primer beso a un hombre, le comienza a sangrar la nariz. Eimar/Lily empezará a leer todo lo que habla de estos temas y llegará a la conclusión: “que los órganos genitales femeninos ocultos del hermafrodita sangran en forma irregular como a modo de protesta”.

Como si el deseo y la vestimenta tuviera mucho que decirnos, igual que lo sostiene Lacan en el cuento de la cotorra que picotea la vestimenta de Picasso, llegando a su alma de artista. Hay algo en el artista a quienes les resuenan los colores y las fragancias, y los suaves tonos de los pasteles. Hay algo ahí que acontece cuando Einar se disfraza de modelo femenino, acontece una inversión descubre que vivía disfrazado de hombre.

Gerda también descubre cuando besa a Einar que es como si ella se besase a sí misma, en un juego de espejos femeninos, donde la consistencia del otro nos devuelve una boca ya transfigurada, una boca que ya ha atravesado los férreos límites del género, esa puerta que se abre en dos, descubre una puerta insospechada. Einar se va transformando, usa ambas ropas, causando una inquietud en quienes además de su esposa van observando esa transformación que pocos se animarían a pensar posible. Su esposa también se va convirtiendo en otra cosa, y hasta lo invita a que compartan una fiesta con él trasvestido. Lo pone frente a un desafío: a ver si alguien lo reconoce. La esposa descubre que ahora su pareja se ha vuelto otra cosa, que no es sólo Einar sino que también es Lili, esa primera modelo femenina que va cobrando vida, transformando a Einar en otra cosa.

Su esposa descubre que esa transformación también la va transformando cómo artista, es ella también la que va consiguiendo el reconocimiento social como artista que hasta ahora tanto envidiaba en su marido, que en la misma transformación va opacando su trabajo como artista plástico para ir descubriéndose en un nuevo cuerpo aún no del todo concretizado en las operaciones que va a buscar osadamente hasta perder la vida.

La esposa encuentra una musa femenina, siempre las musas son femeninas en la historia de la humanidad. Algo del deseo de ella sostiene ese deseo de transformación en lo real de Ainer cada vez más trasvestido como Lily.

El proceso que realiza Lily es la conversión de un hombre en el primer transgénero, hay algo de la búsqueda de esa identidad que lo llevará a la muerte, algo de la construcción en lo real en su cuerpo, que tendrá el paso de ubicarse como objeto de la ciencia, de la prueba del desarrollo de las potencialidades científicas que la advierten, que no será ninguna musa sino en un objeto

Y aquí viene el deseo loco, ese que no llegamos a comprender cuando después de una primera operación que extirpa el órgano masculino quiere llevar a cabo una segunda operación, y una tercer, y una cuarta y una quinta, la imposible; la asignación de un útero en un cuerpo de nacimiento hombre, que modelará en su cuerpo el órgano femenino. Una cosa es la extirpación, la otra es reconfigurar un cuerpo por otro, cuestión que cómo dice el médico es mucho más riesgosa y complicada y nunca antes probada.

Hoy en día, el acto inaugural de Lily es pensado desde las deontologías de la medicina y la psicología. La mayoría de los cirujanos exige dos informes de recomendación para proceder a una cirugía de reasignación de sexo. Al menos uno de estos informes debe ser de un profesional experimentado en salud mental que haya diagnosticado un desorden de identidad de género, y que conozca al paciente al menos hace un año. En los informes deben afirmar que la cirugía de reasignación de sexo es el modo adecuado para tratar al paciente.

Muchos profesionales médicos y numerosas asociaciones profesionales afirman que no se debería exigir las operaciones quirúrgicas para permitir a las personas transexuales cambiar su sexo en los documentos de identidad. Sin embargo, en muchos países se exigen con un certificado haberse sometido a estas cirugías para poder realizar el cambio de identidad en los documentos públicos, y en otros ni siquiera es posible el cambio aun habiéndose completado la cirugía genital.

Hay algo que considero importante seguir reflexionando que son las condiciones ala reasignación de sexo y al mismo tiempo analizar y cuestionar el intervencionismo médico aún sostenido en el deseo de un sujeto, pues es un tema central que la psicología debería debatir en estos tiempos donde el campo jurídico y el campo médico toman la delantera con sus acciones “reasignadas” de consecuencias.

Bibliografia

Título Original: The Danish girl Traductor: Pardo, Jesús,2000, Ebershoff, David, 2001, Anagrama.

Ibid, pág. 8.

Kletnicki, A. (2000). Un deseo que no sea anónimo. Tecnologías reproductivas: transformación de lo simbólico y afectación del núcleo real. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños, Lumen/Humanitas, Bs. As

Gatacca, dirigida por Andre Niccol, protagonizada por Umma Thurman y Ethan Hawke, Estados Unidos, 1997.

Belucci, Gabriel, “Un futuro no muy lejano….” Gattaca revisitada”, en revista Aethetika, pp, 62-76, Volumen 12, Número 1, Departamento de ética, política y tecnología, Instituto de investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, en http://www.aesthethika.org/Un-futuro-no-muy-lejano-Gattaca

In time, dirigida por Andrew Niccol, y protagonizada por Justin Timberiake, Amanda Seyfried y Cillian Murphy, Estados Unidos, 2011.



NOTAS

[1Título Original: The Danish girl Traductor: Pardo, Jesús,2000, Ebershoff, David, 2001, Anagrama.

[2Ibid, pág. 8.

[3Kletnicki, A. (2000). Un deseo que no sea anónimo. Tecnologías reproductivas: transformación de lo simbólico y afectación del núcleo real. En La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y restitución de niños, Lumen/Humanitas, Bs. As

[4Gatacca, dirigida por Andre Niccol, protagonizada por Umma Thurman y Ethan Hawke, Estados Unidos, 1997.

[5Belucci, Gabriel, “Un futuro no muy lejano….” Gattaca revisitada”, en revista Aethetika, pp, 62-76, Volumen 12, Número 1, Departamento de ética, política y tecnología, Instituto de investigaciones, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, en http://www.aesthethika.org/Un-futuro-no-muy-lejano-Gattaca

[6In time, dirigida por Andrew Niccol, y protagonizada por Justin Timberiake, Amanda Seyfried y Cillian Murphy, Estados Unidos, 2011.





COMENTARIOS

Mensaje de federicovillar  » 30 de octubre de 2016 » federicovillar@gmail.com 

Creo que la reasignación de sexo, lejos de relacionarse con "trastornos de identidad de género" (añejas cuestiones que plantean los DSM) hoy tiene que ver más con una dimensión política, yme parece terrible que la psicología tenga en algunos casos ese lugar de "autorizar".

Me gustó el artículo, aunque por momentos me costó entender la posición, y esta es una temática sin grises, donde se vuelve vital tratar de entender dónde uno está parado, desde donde piensa el género, la identidad, la intervención médica.

Me recordó constantemente al fascinante libro de Beatriz (hoy Pol) Preciado: "TESTO YONQUI". Recomiendo



Mensaje de   » 24 de octubre de 2016 »  

Omar, alguien que se realiza cinco operaciones, una a continuación de otra en épocas donde su objetivo estaba bastante distante hasta de cualquier ciencia ficción alcanzable por la ciencia de la época, va más allá de la cuestión trasn, es poner el cuerpo para que lo atraviese lo peor de la experimentación médica. La elección ética podría pensarse en el campo de la decisión pero podemos pensar este tipo de "suicidio" como una decisión ética?



Mensaje de omar  » 24 de octubre de 2016 » omarestefer@hotmail.com 

Hola: creo que no se trata de una transgresión sino de una elección ética. En este caso, la reasignacion de sexo no constituye un pasaje al acto sino una eleccion subjetiva.



Mensaje de Fernando Montoya  » 29 de septiembre de 2016 » miminayeye@gmail.com 

Con este film se muestra claramente que en la historia las grandes luchas se han llevado en la historia desde la base y con actos y sacrificios sencillos y heroicos. La lucha de una comunidad travesti hoy es una lucha en una sociedad que le cuesta aceptar las diferencias. Esa lucha es presentada y esos deseos internos se manifiestan en Einar, la primera mujer transexual.

Este articulo plantea, como tal vez lo hace también el film, un debate que cada vez se pone más de moda, el intervencionismo médico. Hoy en día se ven los numerosos casos donde la ciencia médica ha querido transformar el cuerpo humano a través de un sin número de intervenciones. Queda abierta la discusión si los deseos y las necesidades suscitadas en las personas son suficientes para autorizar a la ciencia médica para intervenir incluso hasta llevar a las últimas consecuencias aquellos que se someten a todas "avances" científicos.
Fernando Montoya



Mensaje de Claudia  » 12 de septiembre de 2016 » claudialiglesias@live.com.ar 

Valiéndome de dos artículos,uno perteneciente a Smud Martín[i] y otro a Weinmann Sofía[ii], ambos referidos al film The Danish Girl intentaré plasmar, compartir un pensamiento que me perturba, increpa y convoca desde el mismo momento en que vi la película, mucho antes de saber que tendría que realizar este análisis en la cursada de la presente Práctica.
¿Matamos a Einar o a Lily?
Mi dilema tal vez esté ubicado dentro del eje particular y un particular autorreferencial porque mientras el film se desarrollaba y a pesar de que apelaba a emociones muy fuertes en la narrativa, una pregunta insistía (e insiste) en mí: ¿Y si tuviera un paciente con esta problemática? Y no me refiero a la cuestión de género ni a los tecnicismos de la medicina sino a un deseo que no deja de hacerse escuchar, expresado por el/la analizante que demanda ayuda. Todo lo que se abre a través de mi lectura con la bibliografía utilizada son más y más interrogantes y todos ellos sin respuesta. Por un lado poseemos gracias a la Deontología, códigos de ética en los que apoyarnos, resguardarnos mediante su regulación para evitar una mala praxis y solamente pero por otro tenemos a una persona que en su singularidad reclama por su identidad. Nosotros sabemos que no hay “la identidad” sólo una búsqueda de ella, por otro también sabemos que no hay cuerpo ni nombre propio, que ambos fueron dados por el otro de la biología y por los Otros significativos. Si el cuerpo puede perderse, si un imaginario sin simbólico y real se desarma y a la vez sin real no queda nada, entonces qué hacer ante el imperativo presentado por Einar; ¿cómo se reescribiría esta historia sin Lily? Si alojamos a Lily, Einar muere. Si acompañamos a Einar en la re- construcción de su cuerpo e identidad ¿estamos acompañándolo en su suicidio? ¿Existe alguna forma y de haberla, tendríamos derecho a despojar a Einar de su deseo, en el caso de que pudiéramos hacerlo, para proteger la vida y la vida de quién estaríamos protegiendo? ¿La del cuerpo biológico que a Einar le es ajeno y al que no reconoce como propio?
No encuentro ni respuesta ni texto alguno que me guíe frente a tantos interrogantes. Cómo cita Solbakk a Carlos Fuentes “…El arte presenta un enigma, pero la resolución del enigma es otro enigma”. Para finalizar, nuevamente cito al mismo autor (Soolbakk) porque es el que trae algo de calma a mi acuciante inquietud “…mientras hay duda, hay esperanza”.



Mensaje de Sebastián Cañete  » 11 de septiembre de 2016 » cacerescolman@gmail.com 

Como bien plantea el autor del artículo, existen avances en torno a una perspectiva de género tanto en el marco jurídico como en el campo médico en relación a la población trans. En cuanto a la reasignación de sexo y, gracias a la promulgación de la Ley de identidad de género, en nuestro país se ha intentado de-construir la idea de que la intervención quirúrgica tiene que ser una condición necesaria para el sujeto. ¿Cuál es el discurso que sostiene la Psicología? ¿En qué medida sus intervenciones vulneran a los sujetos y limitan el acceso a un abordaje integral de la salud?
A lo largo de los años distintas organizaciones sociales establecieron el debate en torno a la “Des-patologización” de las identidades trans. Esto se debe a que, tanto la OMS como la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), incluyeron dentro de sus categorías y manuales de enfermedades (CIE) lo denominado como Trastorno de la identidad de género o al transexualismo como una patología mental. Todavía hoy en nuestra universidad se siguen escuchando discursos que patologizan a esta población. Se hace necesario debatir en qué términos entendemos la diversidad en cuanto a subjetividades posibles con el objetivo de no reproducir categorías que vayan en contra de un abordaje integral, repensando los imaginarios que circulan dentro de nuestra formación. El “intervencionismo médico” viene de la mano, en mi opinión, de una posición médica hegemónica pensada como lugar de saber absoluto. No está de más recordar que más allá de los avances en materia de derechos civiles, todavía hoy estos avances no se traducen en intervenciones que posibiliten una escucha activa. Actualmente transitar la “puerta trans” es un gran misterio para muchos profesionales de la salud mental, un misterio que termina operando como sesgo a la hora de entender que las personas trans son sujetos pleno de derecho.