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Aquí abajo todos flotamos

por Gallino Fernández, Griselda

It (traducida significativamente “Eso” en Hispanoamérica, ya que no existe un significante que nombre a las cosas en español) es una película de terror producida en 2017.

Es la segunda adaptación de la novela homónima de Stephen King y está destinada a ser la primera entrega de una duología planificada (“a dos tiempos”).

La novela fue adaptada previamente en una miniserie de 1990 que logró con creces alimentar el terror infantil a los payasos de un modo sublime y aterrador.

La película cuenta la historia de siete niños en Derry, Maine, que son aterrorizados por un ser epónimo, solo para hacer frente a sus propios demonios personales en el proceso.

Todo empieza en una casa donde dos hermanos hacen un barco de papel, mientras el mayor se queda en cama y el pequeño va a jugar con el barco en un sumidero y al encontrarse con Pennywise (el payaso) este en una brutal escena lo rapta para llevárselo por siempre.

Luego de 1 año de este evento, por el cuál su hermano mayor no deja de culparse sosteniéndose en la esperanza de que su hermano aún vive, vemos como se suceden una tras otra, apariciones de este payaso siniestro que hace de semblante de los peores temores de estos preadolescentes expulsados del paraíso de la popularidad y con graves problemáticas familiares.

Bill, Richie, Eddie, Stanley, Ben, Mike, Beverly y Patrick conforman un grupo de amigos al que denominan “Los perdedores”, forjan nuevas amistades y su unión surge a partir del bullying que sufren por parte de un grupo de matones del colegio.

Mientras, son aquejados mediante pesadillas con este mismo payaso que no cesa de atormentarlos como parte de un proceso oscuro y tenebroso que deben superar para transformarse en adultos. Y se embarcan en una aventura trepidante para llegar a descubrir que le paso al hermano pequeño de Bill y descubrir quién es el payaso que les acecha.

Finalmente, los niños encuentran la guarida de Pennywise: donde descubren a todos los niños que «Eso» alguna vez asesinó flotando en la luz del día bajo algún tipo de trance. Bill abraza a su hermano, pero él sabe que realmente no es Georgie, y le dispara en la cabeza. El cuerpo de Georgie se retuerce en el piso hasta convertirse en Pennywise. El payaso intenta matar a los siete niños, pero los niños pelean contra él. Antes de que Bill pueda darle el golpe final, la cabeza de un malherido Pennywise comienza a agrietarse y la criatura susurra: “Miedo...” antes de retirarse en la oscuridad.

Todos los niños asesinados por Pennywise comienzan a flotar hacia abajo mientras Bill encuentra la chaqueta impermeable de Georgie. Él se da cuenta de que su hermano menor realmente está muerto y llora mientras sus amigos se reúnen con él y lo abrazan para consolarlo por su pérdida (que recién en ese momento logra resignar).

La película se convierte en una gran metáfora de aquellos pensamientos o temores infantiles que fueron “reprimidos”, es decir expulsados de la conciencia por intolerables y que tienden constantemente a reaparecer. Sin embargo, el material retorna de manera distorsionada o deformada (en este caso, bajo la forma del oscuro Pennywise).

Estos preadolescentes deben hacer frente al duelo de la pérdida de sus familiares, al abuso paternal, a la asfixia maternal, al maltrato por no ajustarse a los mandatos sociales vigentes y al incesante temor de no lograr superarlo.

La película nos remite una y otra vez a una tenebrosa metáfora del trauma infantil.

Estas formaciones del inconsciente, a través de las cuales opera el retorno de lo reprimido, constituyen “formaciones transaccionales”, es decir, son el resultado de una suerte de negociación entre la instancia psíquica represora y las representaciones reprimidas, representantes de la pulsión.

El retorno de lo reprimido aparece como concepto muy tempranamente en la obra de Freud. Se puede rastrear su primera mención ya en las primeras publicaciones psicoanalíticas de 1896.

El concepto se fundamenta en otra idea esencial de la teoría psicoanalítica: para Freud los contenidos que se alojan en el inconsciente y que representan a las pulsiones tienen un carácter indestructible. Eso significa que la represión nunca es completamente efectiva, en el sentido de que solo logra encapsular el contenido, expulsarlo de la conciencia y empujarlo hacia el inconsciente, pero no consigue jamás aniquilarlo o destruirlo. En el inconsciente, estos contenidos conservan plena efectividad psíquica, es decir, lo reprimido está siempre activo e intentando permanentemente retornar.

Y es por ello precisamente, que esta película cuenta con una segunda parte. Sabemos también que la represión deja síntomas como secuela. ¿Haremos coincidir formación sustitutiva y formación de síntoma? Y si esto puede aceptarse globalmente, ¿se superponen el mecanismo de la formación de síntoma y el de la represión? Algunos de estos niños, ya adultos, podrán constituir formaciones sustitutivas, pero uno de ellos sólo puede reformularlo por la vía de un síntoma letal.

Ello da comienzo a la segunda parte de la película, introduciéndonos en el suicidio de uno de ellos.

Es por eso que 27 años después de los eventos del verano de 1989, los miembros del Club de los Perdedores crecen y se mudan, hasta que esta devastadora llamada telefónica sobre el suicidio de su amigo los obliga a regresar a Maine. Lo reprimido sobreviene en un acontecimiento actual que lo que evoca.

Hay algo en ellos que su antiguo némesis cambia formas provoca que Pennywise, el payaso reaparezca nuevamente y estos se ven obligados a regresar cumpliendo la promesa que realizaron en la infancia de reunirse y destruir a la criatura de una vez por todas, sin darse cuenta de que ha vuelto más fuerte que nunca y ha aguardado su llegada, esperando para cobrar venganza de ellos.

Hay algo en ellos que hay que matar, hay un monstruo que hay que sacrificar, pero que no se trata de ellos sino de aquel significante sin nombre (Eso. La cosa), el cual se presenta como sensación de catástrofe inminente del apoderamiento de su ser por lo siniestro o bien por el pavor sin nombre.

La catástrofe nunca puede ser asimilada en su totalidad, un resto insiste como retorno de un real sin palabra que pretende anudarse a una cadena simbólica.

Esa fuerza muda que insiste mórbidamente conduce a la autodestrucción si estos niños, ya de adultos, no encuentran las palabras verdaderas que nombren de alguna manera el lugar de ellos esa enunciación dañada y que necesita reconstruirse.

Freud entonces se plantea la importancia capital que cobra la compulsión repetitiva en la constitución del devenir del sujeto y su lazo con un destino mortificante: una fuerza que en el psiquismo pugna por una afiliación primera, el esfuerzo por ligar lo que se resiste a ser ligado, asimilar aquello que persiste como exceso.

Aunque de estos adultos logran llevar vidas exitosas, no es hasta que regresan a Derry a enfrentarse con sus temores de niños que logran realmente seguir adelante y redefinir sus vidas una vez que se deshacen en serio de Eso.

Ese amigo que se suicida es la imagen más fuerte y sórdida, que rompe la burbuja en la que vivían mientras la angustia les muestra que es imposible escapar del pasado y que el retorno de lo reprimido es siempre un hecho.

Por eso es que aquí abajo, en lo más profundo de nuestras entrañas somos un reptil que se come su propia cola, mientras las consecuencias del pasado se imponen en el presente.

El olor fétido del horror y que intentamos dejar en el olvido, se aparece como una tragedia en la escena de ese adulto que alguna vez fue un niño, desangrado y muerto por sus propias manos (o las de It, o las de esos temores que nunca dejan de interpelarnos, aunque hagamos oídos sordos y no miremos nunca más un globo rojo).

Quizás por eso, aquí abajo, todos flotamos.



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