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Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado

por Kunst, Miguel

“A partir de una hoguera…” de libros, como acto fundante y simbólico, es que se celebra e inaugura en Berlín la toma del poder por parte de Adolf Hitler. El partido socialdemócrata alemán, aún débil y lejos del poderoso régimen totalitario que acabó siendo, comenzaba a mostrar mediante este auto de fe, las que serían su ideología y línea de acción posteriores. El interés radica en el por qué de la elección de esta oscura ceremonia y su significado. La quema del Libro como símbolo, su desaparición en las llamas, no responde al respectivo contenido que tenga cada uno en sus páginas. Allí se incinera todo lo que tenga dos tapas y hojas escritas en su interior: novelas de amor, desarrollos científicos, textos sobre Historia, Filosofía, Religión, etcétera. Es decir, se atenta contra el concepto mismo de Libro que, en palabras de Gerard Hadad (1994), es percibida como figura del Mal. El autor plantea que el Libro sería “la materialización del Padre simbólico `canibalísticamente´ devorado en la identificación primaria” (1994: 6). Es decir, devorando un Libro con los ojos y metabolizándolo con la mente y el alma, los individuos van conformando una ideología propia, construyendo un lente a través del cual ver las cosas, generando un sentimiento de pertenencia a determinada comunidad con la cual comparte y se siente acogido y comprendido. El Libro cumple la función de transmisión: transmisión de un saber, de conocimientos, ideas, sentimientos, de una historia y una genealogía. Transmite al igual que un padre, y al incorporar esta transmisión, el sujeto es capaz de continuar con el legado y ser él quien transmita lo aprendido. Convertirse en el nuevo portador del saber, en padre que transmite a su descendencia, pone de manifiesto el paso del tiempo y enfrenta al sujeto con el inevitable destino mortal del ser humano. El acto de rechazar el Libro y todo saber que contenga, es un intento de negar toda historia anterior y aniquilar su posible futuro. Hitler al poder intentaba borrar las marcas temporales, perder referencias anteriores y posteriores, instalándose como un presente único y eterno.

De todos modos, la quema de libros, lejos de haber sido una práctica clandestina, era una ceremonia pública que tomó lugar en el centro de la ciudad de Berlín. Se le mostraba explícitamente al pueblo el desprecio por el Libro. Pero hay en ese acto cierta hipocresía. El desprecio era hacia todo Otro Libro, de modo que solo quedara un Libro único. Sino, ¿cuál era el objetivo de todo el aparato de propaganda nazi? Se transmitía a través de radios, televisores, periódicos, películas, una versión única de la historia pasada e ideas de presente y futuro. Se borraba toda genealogía y se instalaba a Hitler como el mismísimo Padre totémico de una sociedad que en cuanto lo devorara, lo haría pasar a la eterna inmortalidad, convirtiéndolo en mito y ley.

En definitiva, de lo que se trataba era de instalar un discurso que fuera universal, ya que lo universal es del orden de lo instituido, de lo establecido y lo naturalizado. Cuando algo adquiere dicho carácter escapa a toda discusión, a cualquier análisis, y pasa a integrar la base a partir de la cual se comienza a dialogar. Se convierte en un discurso que establece las conductas aceptables y las inadecuadas, las costumbres correctas y las despreciables, los pensamientos nobles y los perversos. Se construye un mito que se crea a sí mismo, que se presenta como apoyo y estructura de la historia que se funda en él, que estuvo siempre y que no fue alternativa de nada. Se presenta como un mito orgánico, como productor y no como producto, que elabora un relato de los hechos que van adquiriendo el lote de históricos a medida que el mito se desarrolla. No admite contradicciones. Es allí mismo en donde cobra sus fuerzas y tracciona los motores que lo harán reproducirse y evolucionar a lo largo del tiempo. Se atribuye así el carácter de universal. A lo largo del desarrollo de su historia irá generando ideologías y prácticas que le dan vida, que lo mantienen vigente y lo retroalimentan.

Retornando al texto de Hadad, el autor menciona a Orwell y Bradbury como escritores intuitivos que trabajaron estos temas en sus respectivas obras literarias. El segundo de ellos describe en Farenheit 451 (1953) una sociedad en donde todo lo desarrollado hasta aquí ya estaba establecido: la quema de libros no es simplemente una ceremonia inaugural sino que ya conforma un hábito cotidiano. Montag, el protagonista de la obra, es un bombero que integra una brigada que en vez de sofocar incendios, se encarga de provocarlos para quemar cualquier libro que se haya encontrado. En el país de Montag está absolutamente prohibido leer. Poseer un ejemplar de cualquier material de lectura es un delito. Se entiende que leer obliga a pensar y, por lo tanto, pensar también está prohibido. El Libro del régimen totalitario que gobierna ha sido perfectamente devorado por el pueblo, su mito totalmente difundido y su ley completamente interiorizada. Como mito orgánico, no admite contradicciones, y por eso se quema todo Otro Libro, para que no genere pensamiento y cuestionamientos. Al comienzo de la obra, se narra cómo el protagonista de la historia realiza todas sus funciones de forma mecánica. Se describe cómo al encender el fuego de una nueva hoguera la sensación que recorre el cuerpo del bombero es de placer, deslumbrado por el brillo y el calor de las llamas. Su regreso al cuartel lo realiza silbando alegremente una melodía fugaz. Sus movimientos para cambiarse de vestuario y descender por el tubo que lo dejaría en la calle se encadenan automatizados sin mediar reflexión alguna. Su llegada al hogar es con una sonrisa dibujada en su cara, la cual nunca desaparece a pesar de no ser síntoma de un sentimiento de felicidad. Un paso tras otro, todo funciona igual que siempre, como debe ser. En este tipo de dialécticas establecidas entre regímenes totalitarios y poblaciones funcionales a ellos opera un tipo de transmisión desarrollado por Kaes (2000) en su texto Transmisión de la vida psíquica. El autor afirma que si el sujeto recibe lo transmitido y no lo traduce a sus palabras, la transmisión es patológica; el sujeto recibe formaciones inconscientes de otro sujeto que se enquistan en su psiquismo como un fantasma, y condensa esta idea en el concepto de cripta, como lugar donde se esconde lo inconfesable. Esto se articula a la violencia secundaria descripta por Piera Aulagnier (1991), ya que el psiquismo es colonizado por los contenidos inconscientes que pertenecen a otro sujeto, y la actividad de pensar queda anulada bajo el poder de la sabiduría del otro. Hay una intrusión en el aparato psíquico, el cual queda inmovilizado y sin autonomía.

Con lo desarrollado hasta aquí y con las coordenadas teóricas establecidas, se propone trazar un paralelismo entre Guy Montag y Adolf Eichmann, atravesados por La Banalidad del Mal conceptualizada por Hannah Arendt (2013). Eichmann fue el encargado de organizar la logística de transportes del Holocausto. Se lo describe como un hombre tenaz en el cumplimiento del deber, muy estricto y eficiente en el registro de las estadísticas que se le exigían. Es juzgado en Israel en un juicio cubierto por periodistas de todo el mundo, de los cuales una de ellos era Hannah Arendt. Según ella, Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Sus actos habrían sido resultado del cumplimiento de órdenes de superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias, no había en él un registro del bien o el mal en sus actos. De todos modos, no deja de aclarar que los actos de Eichmann no eran disculpables, ni él inocente, pero sostiene que estos actos no fueron realizados porque estuviese dotado de una inmensa capacidad para la crueldad, sino por ser un operario dentro de un sistema basado en los actos de exterminio. Arendt acuñó la expresión banalidad del mal para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. Podemos observar que en el caso ficticio de Montag existen varios puntos en común con el de Eichmann: la descripción de simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias le encaja perfectamente. Al igual que Eichmann, Montag no era una persona de carácter perverso ni un psicópata, sino que también cumplía órdenes de superiores, siendo aparentemente operario de un sistema sin mediar reflexión sobre el bien o el mal de sus acciones. El cuartel de bomberos quemadores de Libros, de todas formas, tenía su propio Libro Guía el cual narraba relatos de bomberos de otras partes del mundo y establecía las reglas de acción para todas las brigadas. Libro Guía devorado hasta su última letra, los bomberos estaban alienados a lo que allí se establecía, sin cuestionar absolutamente nada, la actividad de pensar anulada y el sujeto sin autonomía. A pesar de esto, como suele decirse, una vez más la realidad de Eichmann supera a la ficción de Montag...

Las paredes interiores de las casas de la ciudad donde vivía Montag eran pantallas de televisores gigantes, brillantes y con parlantes ruidosos. Su esposa dormía siempre con auriculares en los oídos que aislaban herméticamente el sonido exterior. Era una sociedad vacía a pesar de la acumulación de cosas, solitaria a pesar de la gran cantidad de gente que allí residía. No existía la comunicación. Una noche luego del trabajo, Montag regresa a su casa y encuentra a su esposa desmayada en la cama y con un frasco vacío de píldoras junto a ella: había intentado suicidarse. De urgencia llama a los operarios, dos personas que sabían manejar una máquina. Le quitaban toda la sangre envenenada y le volvían a llenar el cuerpo con sangre nueva: “Se saca lo viejo, se pone lo nuevo y quedan mejor que nunca (…) en un caso así no hace falta doctor; lo único que se requiere son dos operarios hábiles y liquidar el problema en media hora” (2007: 25). Podríamos pensar a este tipo de solución como metáfora de la administración de un medicamento que repare lo que funciona mal, en una sociedad en donde lo que se busca es lo inmediato y eficaz. Nasio (2001) afirma en su texto Apertura que la psiquiatría debe trabajar complementariamente al psicoanálisis, ya que sino lo que hace es aliviar al paciente y reducir transitoriamente los síntomas…sólo transitoriamente. Nada indicaría que estos síntomas no vuelvan a emerger. Esto queda evidenciado en la historia cuando la esposa de Montag despierta a la mañana siguiente con un fuerte dolor de cabeza y estómago, sin recordar absolutamente nada del episodio de la noche anterior en el que había intentado quitarse la vida. No hay registro de su causante, la fuerte depresión en la que se encontraba inmersa por ser de las mejores alumnas del régimen gobernante, por haberse tragado hasta la última página de su Libro. Mildred continuaba siendo exactamente la misma de antes.

Siguiendo los desarrollos de Nasio (íbid), el verdadero cambio en el sujeto puede venir de la mano del psicoanálisis, el cual puede no solo hacer desaparecer duraderamente los síntomas sino también modificar en profundidad la personalidad del individuo. Precisamente, el vuelco en la historia aparece cuando el protagonista se cruza casualmente con una joven que, a diferencia del resto, caminaba despacio, observaba con detenimiento las cosas, amaba la naturaleza y, por sobre todas las cosas, aún conservaba el hábito de pensar y conversar con la gente. Las características de Clarisse McClellan despertaron gran curiosidad en Montag y hasta cierta simpatía, y para su sorpresa, se encontró manteniendo una conversación con otra persona luego de mucho tiempo. En un primer momento, ella muestra cierta desconfianza hacia el bombero: estos personajes ante la mínima sospecha podían investigar a la gente en busca de Libros. Luego de unos minutos la joven dice: “¿Sabe? No me causa usted ningún temor” (2007: 17). Ante la sorpresa del bombero y su pregunta acerca de la causa por la que ella podría temerle, Clarisse responde: “Le ocurre a mucha gente. Temer a los bomberos, quiero decir. Pero, al fin y al cabo, usted no es más que un hombre…” (íbid). A partir de aquí, la joven se anima a realizar todo tipo de preguntas: ¿cuánto tiempo lleva trabajando? ¿lee alguna vez alguno de los libros que quema? ¿es verdad que, hace mucho tiempo, los bomberos apagaban incendios en vez de provocarlos? ¿es usted feliz? Nuestro protagonista queda tan conmovido por este encuentro que su cabeza poco a poco empieza a pensar y cuestionar todo…¿era feliz? En sus pensamientos recuerda el rostro de la joven y lo describe como la “esfera de un pequeño reloj (…) que dice la hora, el minuto y el segundo (…) lleno de seguridad y sabiendo lo que debe decir de la noche” (2007: 20), y luego “el rostro de ella también se parecía mucho a un espejo (…) ¿Cuánta gente había que refractase hacia uno su propia luz? (…) ¡Cuán pocas veces los rostros de las otras personas captaban algo tuyo y te devolvían tu propia expresión, tus pensamientos más íntimos! ¡Aquella muchacha tenía un increíble poder de identificación (…)!” (2007: 21). Tausk (2005), en su texto Un corazón con muchas habitaciones, define al Sujeto Supuesto Saber como aquel que se supone que sabe. Lacan afirma que al SsS se lo ama. Se ama al portador del semblante del objeto “a” puesto que pareciera tener el objeto de la satisfacción y la felicidad. Así le sucedió a Montag con Clarisse. Deseaba con todas sus fuerzas volverla a ver, necesitaba volver a sentir eso, necesitaba más de lo que Clarisse tenía para ofrecerle. En palabras de Nasio (2001), Clarisse, cual analista, había tenido una presencia plena, activa y centrada en el psiquismo de Montag. A su vez, había ejercido una escucha dinámica, localizando el sufrimiento de aquél y poniendo de manifiesto sus tensiones inconscientes, conmoviéndolo enormemente. Montag habría establecido cierta transferencia con su nueva amiga.

Luego de algunos encuentros más con la joven, como dijimos anteriormente, la personalidad de nuestro protagonista se ve modificada radicalmente fruto de un efecto de características psicoanalíticas. Clarisse McClellan desaparece imprevistamente, probablemente por sus características personales y las de su familia, discordantes con el régimen dominante, pero el efecto producido en Montag era irreversible. Se produce en él un brusco cambio en su posición subjetiva y comienza a devorar algunos Otros Libros. En su vida ya no había un único Libro y su mente comienza a pensar, reflexionar y cuestionar todo cuanto observa a su alrededor. Se convierte en el máximo hereje en su tierra e intenta confeccionar un plan para boicotear el sistema reinante desde lo más profundo de él. Los mecanismos de espionaje del régimen, que operaban para conservar su uniformidad, funcionaban de manera tan eficaz que Montag es rápidamente descubierto y se ve obligado a huir para mantenerse vivo.

Hacia el final de la historia, Montag logra salvarse y consigue salir de la ciudad. Allí encuentra lo que parece ser una comunidad de vagabundos. Al entrar en contacto con ellos, advierte que se trata de un grupo de intelectuales que forman parte de una organización mayor. Eran un grupo de devoradores de Libros. Muchos Libros. Aunque, por miedo a ser descubiertos, también los quemaban luego de leerlos y releerlos hasta cada uno poder transmitir palabra por palabra de la obra. Cada uno era un Libro. O varios. Por primera vez en la obra aparece la posibilidad de transmisión al niño por-venir y la conformación de lazo en comunidad. A lo largo de toda la obra, en varias ocasiones se hace referencia a los hijos como una pérdida de tiempo y de energía…no había nada por engendrar, nada por transmitir. Ahora se posee un saber y, aún sin haberlos concebido, se habla de “nuestros hijos” pensándose a sí mismos como Padres con posibilidad de transmisión y construcción de un nuevo futuro.

Ante la alegría y sorpresa de Montag, uno de ellos le explica: “En este momento, nos espera una misión horrible. Esperamos a que empiece la guerra y, con idéntica rapidez, a que termine (…) Cuando la guerra haya terminado, quizá podamos ser de alguna utilidad al mundo”.

 “¿De veras cree que entonces escucharán?”

 “Si no lo hacen, no tendremos más que esperar. Transmitiremos los Libros a nuestros hijos, oralmente, y dejaremos que nuestros hijos esperen, a su vez. De este modo se perderá mucho, desde luego, pero no se puede obligar a la gente a que escuche. A su debido tiempo, deberá acudir, preguntándose qué ha ocurrido y por qué el mundo ha estallado bajo ellos. Esto no puede durar” (2007: 163).

A diferencia del régimen totalitario, esta comunidad de intelectuales acepta el paso del tiempo y su destino mortal. Lo importante no son ellos sino el saber que poseen y pueden transmitir. A su vez, contemplan la posibilidad de que otra gente no esté dispuesta a escucharlos, a devorar sus Libros, no se los puede obligar

NOTAS

(1) Cita de Juan Ramón Jiménez, pág. 9 de Farenheit 451, Ray Bradbury (2007)

Bibliografia

Arendt, H. (2013). Eichmann en Jerusalén. Random House Mondadori.

Aulagnier, P. (1991). Construir-se un pasado. Psicoanálisis APdeBA. Vol XIII n°3.

Bradbury, R. (2007). Fahrenheit 451. Colección: Biblioteca de autor Bradbury. Barcelona: Ediciones Minotauro.

Hadad, G. (1994). “A partir de una hoguera en los bibliocastas” Ariel Bs. As.

Kaes, R. (2000). Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Introducción. Amorrortu editores. Buenos Aires.

Mairet, G. (1980). La ideología de Occidente: significación de un mito orgánico. En F. Chatelet, Historia de las ideologías, vol. II, México, Premiá.

Nasio J. D. (2001) “Apertura” en Un psicoanalista en el diván. Paidós, Buenos Aires.

Tausk, J. (2005). “Un corazón de muchas habitaciones. La enseñanza ideal”. En “Nada es para siempre”, JCE, Buenos Aires.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Jorge Santoro  » 31 de octubre de 2016 » jorge132004@yahoo.com.ar 

Farenheit 451
Por Jorge Santoro

Es una adaptación de la novela de Ray Bradbury y fue dirigida por Francois Truffaut, el director de “La Noche Americana”, “Los 400 Golpes” entre otros notables trabajos.
Es tan actual esta película que si lo analizamos muy bien se asemeja a los que muchos políticos apuntan en el mundo, la ignorancia por sobre lo intelectual.
Nos es la primera vez que se aborda el totalitarismo en películas y adaptación literaria y por sólo nombrar algunas: “1984”, “The Matriz”, “12 Monos” y siguen las firmas. En dichos films el hilo conductor es que en un futuro cercano o lejano la humanidad estará sometida a una sociedad controladora, tanto en lo que se refiere a nivel tecnológico como a nivel interracial. El título se refiere a la temperatura en la que arde el papel.
Es la historia de una sociedad en donde el trabajo de los bomberos es iniciar incendios para quemar libros ya que la posesión de los mismos estaba en contra de la ley.
La lectura convierte en infelices a las personas y para evitar que se cree un pensamiento crítico e individual las autoridades crearon esas leyes para que toda la sociedad sea sumisa y pacífica.
Oskar Wenner quien es el protagonista de la historia es uno de los bomberos que se da cuenta de que su trabajo no tiene futuro y comienza una investigación implacable para determinar porque algunas personas daban sus vidas por conservar alguna obra literaria., produciéndose una Resistencia que nos hace recordar a los franceses que estaban en contra del régimen Nacional Socialista Fascista (Nazi).
Por suerte hay un final esperanzador y parafraseando a uno de los líderes de la Resistencia: “somos una minoría de indeseables que claman en el desierto. Pero algún día nos llamarán para que recitemos de memoria lo que recordamos de haber leído alguna vez y se volverá e imprimir libros”. “Los Juegos del Hambre”, “1984”, “Divergente”, “Terminator”, “The Matriz” son algunos ejemplos de literatura y cine que nos muestran, que si no nos cuidamos entre todos los habitantes mundiales, terminaremos siendo esclavos como “El Mito de la Caverna” de Platón” del hombre ignorante y mediocre que no nos va a permitir pensar.



Mensaje de Erika Vanea Tomé  » 31 de octubre de 2016 » erika.vanesa.tome@gmail.com 

Muy interesante el análisis de la acción de quemar los libros y su comparación con el inicio del régimen Nazi en Europa. Esa acción, es a mi criterio equiparable a la censura cultural (tal vez de un modo no tan manifiesto), que sufrió nuestro país durante la última dictadura militar.

Lo que siempre me impactó de esta película, es la escena en la que se muestra la simplicidad con la que cualquier habitante de la ciudad denunciaba anónimamente a sus vecinos y conocidos, depositando en un buzón su acusación. Esta acción, como ejemplo de práctica naturalizada, es de utilidad para pensar en la relación entre los gobiernos totalitarios y el apoyo de la sociedad civil, que inmersa en su ideología, sostiene a los mismos. Volviendo a la historia de nuestro país, hoy en día al referirnos a la última dictadura argentina, hablamos de un golpe cívico-militar, ya que se reconoce la influencia de grupos de poder de civiles que fomentaron y sostuvieron el gobierno de facto.

Saludos. Érika.



Mensaje de Marien  » 24 de octubre de 2016 » marienhye@gmail.com 

En el comienzo del libro el protagonista llega a su casa luego de su día laboral y encuentra a Mildred, su esposa, inconsciente y recostada en su cama. En el piso halla un frasco vacío de pastillas sedantes. Llama rápidamente a la línea de urgencias y llegan dos hombres, sólo aparentemente médicos, quienes aspiran del cuerpo de Mildred las pastillas y drenan su sangre para proveer a su organismo con sangre nueva, buena, limpia. Lo que se ve en la obra es angustia disfrazada de indeleble sonrisa. Angustia que se abre paso hacia la acción. Los miembros de la sociedad en la que vive Montag están sedados con pantallas, ruidos estridentes, colores brillantes y un único discurso permitido, posible. Son aparentemente felices, causa de la falta de diversidad. En dicha sociedad pensar genera angustia porque genera preguntas, genera puntos de vista, genera problemas que resolver. La angustia se evita, se niega, la muerte y el paso del tiempo igual, el suicidio es un evento de características biológicas, es cuestión de sangre. Las cosas siempre fueron así, si dicen lo contrario mienten, no existe un antes.

Me gusta la propuesta de Marcelo Percia sobre la angustia para articularla con lo que nos presentan en la obra. Percia propone que sin malestar no hay cultura. La angustia es algo necesario. La angustia en pos de la inconformidad y no de la insatisfacción. Porque la insatisfacción está ligada a un objeto, a lo neurótico. En cambio, la inconformidad lo está al cambio, al pensar, a la filosofía, al arte, a los locos, a la revolución. Es la enfermedad sin cura que no cae ante los productos que ofrece el sistema. La inconformidad de Montag no cede ante lo establecido, da batalla.



Mensaje de Mercedes  » 3 de octubre de 2016 » mechii15@hotmail.com 

Muy interesante!
Retomando lo planteado, la eternidad que se instala en la quema de libros por parte de quien la ordena, anula a la creación y perpetúa los instituidos.
Por otro lado habría otro tipo de eternidad en la preservación de los libros en el sentido de poder dar entidad a una historia en la re-lectura de los mismos, mas encontrándose siempre con algo del orden de la novedad, algo que no se ha tomado en cuenta antes y sobre lo que es necesario volver. Esto da pie a la invención por parte de cada sujeto y eternidad en este sentido, en el sentido de poder ir al reencuentro de un pasado que no será estático y que permitirá a cada quien apropiarse de sus huellas. Eternidad en el sentido del acceso: acceso a los libros, al pensamiento a la reflexión, a lo instituyente y a que el saber no es propiedad de uno sino transmisible.



Mensaje de Florencia Torres  » 9 de septiembre de 2016 » florenciatorres88@hotmail.com 

Un cambio de Paradigma en Montag
Montag vivía en un mundo que le estaba naturalizado, pero que poco tenía de natural. En una sociedad de índole narcisista, donde las órdenes están para cumplirlas, y donde se aniquila toda estela de emoción. Se queman libros con la excusa de nivelar a todos por igual. Nivelarlos a la mediocridad. Inmerso en este régimen verticalista, se encuentra Montag, quien piensa, pero no críticamente. Pero paulatinamente su modo de habitar el mundo cambiará. Hay un punto de inflexión en la conversación con Clarisse, quien siembra en él la semilla que dará como fruto una ampliación de las condiciones de posibilidades del bombero.
Como toda elaboración, le lleva un tiempo a Montag agenciarse de sus sentimientos, de esa verdad que le emerge que supera su realidad. Entonces su realidad cotidiana ya no será la misma, su pensamiento, su trabajo y su relación con su esposa, tampoco.
Él sigue existiendo pero de otro modo. En términos heideggerianos, deja ese modo de ser impropio para comenzar un modo de ser propio, más auténtico. Ya no negará su mortalidad como la sociedad en la que fue arrojado, al estilo de Linda, viendo lo último que salió en la tv como novedad. Sino que se meterá en escena, dejará de estar guionado, y conocerá personas que tomaron su mismo rumbo. Rumbo que, desde Sartre, los convirtió en hombres de buena fe, en héroes, ya que su búsqueda es la de la libertad. Y ¿Cómo utilizaron su libertad? Formando una comunidad basada en la colaboración, de índole horizontal, donde nadie se asume eterno, y por lo tanto deciden enseñar a los que siguen.




Película:Farenheit 451

Titulo Original:Farenheit 451

Director: François Truffaut

Año: 1986

Pais: Reino Unido