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La última capa para develarse

por Domínguez, María Elena

Resumen

Un viaje, un deseo, postas interminables, aprendizajes en el camino de regreso. Todo ello acontece en la vida de Abraham Bursztein en su viaje para cumplir su promesa. Un adulto mayor que no deja de sorprendernos, pues su autonomía en decadencia no deja de poner al otro en jaque y allí, donde el saber no alcanza, el acto con su suplementación es ocasión para la posibilidad de subjetivación, cada vez, para él y para aquellos que lo acompañen en su último viaje, su último traje. No hay víctima a la vista ni auxilio para ella, sólo un relato encantador sobre su identidad narrada paso por paso, a su modo.

Palabras clave: adulto | autonomía | viaje | subjetivación.

1. Las festividades

El film inicia con una gran fiesta judía. El Bar Mitzvah de Abraham, sabremos luego. Bailes típicos, cánticos alusivos, alegría y la complicidad de tres niños dos varones al parecer muy amigos y una pequeña que se gana la escena y las miradas con su recitado. Un gran abrazo con uno de estos dos jóvenes al final del mismo coronan la celebración. ¿Una historia de amor? Ya lo sabremos.

2. La actualidad

Un sastre judío de 88 años en su casa es rodeado por sus hijas que le informan de su destino: al día siguiente irá a un geriátrico a vivir y su pierna “Sures” es muy posible que deba ser amputada por el estado en que se encuentra su afección. Se ve una casa dónde todo está embalado, todo preparado para vaciarla, la casa ya no le pertenece a su dueño, ha sido vendida y pronto su pierna tal vez tampoco, la decisión pretenden tomarla las hijas junto al médico sin tomar en consideración su deseo.

Una foto familiar, la última, con sus bisnietos para alardear en el geriátrico es el motivo del encuentro. Un armado que pareciera imposible. Una nieta Micaela, su preferida se niega a participar. El abuelo va en su búsqueda: negocian y regatean –el imaginario del universo judío rodea esta escena del film y varias partes del mismo-. Aunque la palabra desilusión aparece en la conversación ¿será la única que veremos a lo largo de la película? Sin embargo, el Zeide, como lo llama Micaela, tiene un gesto amoroso con esa nieta, su preferida, que nos recuerda a la niña de la escena de la fiesta. Ella ha heredado de él una marca y eso lo enorgullece enormemente. Y por fin la esperada foto se realiza! con aquella pequeña que él ansía.

En medio de la organización del embalaje de todas sus pertenencias, aparece la mucama con un traje y pregunta “¿qué hago con esto?”. Nuestro personaje lo toma en sus manos como un gran tesoro y no lo suelta, parece “cosa de viejos”, pero es a lo único que se aferra nuestro sastre además de su pierna. Adelantemos: ese preciado traje marcará el curso de sus días.

Antes de despedirse de su familia, el Zeide, pronuncia un contundente y breve discurso: “vamos a decir una cosa. Vamos a estar bien, a veces los viejos no aceptamos la edad, pero tampoco queremos ser una carga para nadie. Así que vamos a tomar este tiempo que nos toca vivir con agradecimiento y felicidad (…) van a entender que queremos quedarnos solos para despedirnos de la casa en la que vivimos 50 años”. Dice lo que los demás quieren oír de él. No obstante, le dará durante todo el film otro sentido. Generalmente es lo que los hijos quieren oír para no sentir “culpa” por enviarlos a un Hogar de Residencia, apelando a su falta de autonomía y a que lo hacen “por su bien”.

Así, pese a la promesa de irse al otro día al geriátrico. Este sastre se va de su casa, cojeando, esa misma noche con una valija pequeña y su traje y emprende una nueva vida, un nuevo viaje, su viaje. No sin antes conversar con la mucama sobre su hija Claudia a la que él ha desheredado.

Durante el inicio todo se centra en la organización de su ingreso al geriátrico. El mismo que ronda lo ridículo y ubica que, aún con sus achaques, Abraham Burstzein posee muchos más recursos de los que sus hijas creían y a ellos recurre para llegar a Lodz en su Polonia su casa natal. El geriátrico no es su destino final sino Polonia. El supuesto cascarrabias que pretende sacar provecho de todo y de todos emprende su última aventura; pero ¿será así él? o acaso ¿es la máscara social de lo que vulgarmente se cree del universo judío y donde él se ha escondido por 70 largos años? o ¿solamente describe la “supuesta irracionalidad” de un adulto mayor que no sabe lo que hace? Se deja ver por un instante su tatuaje 111497 en su brazo izquierdo. Los prejuicios sobre el edadismo comienzan a caer para dar paso a su identidad narrativa, lo que él siente que es, su identidad personal, que se soporta en su condición de judío.

3. El viaje y sus postas

Con la excusa de una promesa realizada hace 70 años: la entrega de un traje, comenzaremos junto con él la aventura de desandar su vida, sus recuerdos, sus dolencias sus amores, su dulzura, sus peleas, sus reconciliaciones hasta llegar a la esencia de este ser que, poco a poco, se nos da a ver. Seremos testigos de cómo, capa por capa, se va desprendiendo de esos trajes con los que ha cubierto su cuerpo y su alma hasta quedar allí desnudo, sólo con su último traje y dejando al descubierto aquello enterrado en un lugar de su corazón. He incluso nos permitirá resignificar la escena del comienzo. Pese a ese malhumor que presenta y los tratos poco habituales para lo que lo conocen en su recorrido, Abraham siempre se saldrá con la suya, encontrará alguien dispuesto a ayudarlo, en este viaje de humores encontrados, sentimientos encontrados y prejuicios arraigados sobre…el otro ya sea en él como en los que se le acercan.

3.1. Prejuicio número uno: abuelo la nominación desacertada del taxista

Abraham se traslada en taxi a un local de Once, Lavalle entre Junín y Uriburu para ser exactos, como demora en indicar su destino el chofer éste lo nombra “abuelo” para preguntarle hacia dónde van. Nuestro adulto mayor responde tajantemente que él no es su abuelo. El joven, se desorienta le indica que es una expresión común, pero advierte el grado de intimidad de ese significante con que lo nombra y se repliega y disculpa por haber atravesado ese umbral, llevándolo en silencio a su destino. Allí, pese a querer volar directamente a Polonia esa noche sólo consigue, de la nieta de su amigo muerto Tarnapolsky, un pasaje a España, luego podrá llegar a Varsovia en tren, taxi de por medio en París, todo arreglado!, o así parece. Ese mismo taxista lo conduce al aeropuerto. El viaje debe realizarse esa misma noche. No hay tiempo que perder. Así, emprende su viaje de ida.

3.2. Prejuicio número dos: la insistencia de los adultos mayores sobre una temática

Nuestro personaje necesita viajar cómodo, su pierna derecha no soportaría un viaje de 12 horas sentado en un asiento, requiere recostarse y su compañero de fila Leo, un joven músico, es incomodado e interrogado constantemente –sin malicia pero sin perder su objetivo- para lograr lo deseado: que se mude de asiento y así poder acostarse en tres asientos y dormir rumbo a Europa. Como un “niño insistente” podrán decir que hace berrinche para logra su objetivo; pero Abraham no es ningún niño y sabe muy bien lo que hace, su sonrisa cada vez que aparece un “prejuicio hacia el adulto mayor” nos lo hace saber y él saca provecho, cada vez que puede, pues su autonomía física está en regresión, pero cada vez, delata su dulzura y picardía juntas. ¿Marcas que conserva de su niñez, más allá del tatuaje que intentó barrer con ellas?

Ya allí migraciones ambos: Leo y Abraham son demorados por no tener pasaje de vuelta. Nos enteramos que nuestro sastre viaja a Polonia a entregarle un traje a un amigo que lo salvó en 1945, que esa fue su promesa y que en Buenos Aires lo esperarían: geriátrico, amputación y la reciente pérdida de su casa vendida por sus hijas. El tener dinero para moverse por Europa y el regresar a su país de origen le permiten el paso. Luego, él lo ayuda a Leo y juntos recorren Madrid en un taxi. En el Hostal Madrid se despiden no sin antes dejarle Leo su teléfono para llevarlo a la estación de tren por la noche, tal como estaba planeado para llegar a París.

3.4. Su encuentro con María

En el Hostal, se encuentra con María. Nuevamente el regateo, la seducción a una mujer que detesta a los argentinos y es tan astuta como él. Ella gana la pulseada y vemos a Abraham entrar a la habitación agotado. Un baño nos deja ver su pierna gangrenada. Se dispone a descansar y un sueño, un flashback lo invade: el recitado de una pequeña niña sobre la vida de las estrellas, un jovencito orgulloso y un abrazo interminable, que sólo acaba por los gritos de María en la puerta para despertarlo. Abraham perdió el tren y María lo invita en recompensa a que la acompañe a un sitio. Ella canta, él la mira embelesado, no enamorado, pero hace mucho que no ve a una mujer así. Se hacen amigos y llega la esperada pregunta: ¿a qué va a Polonia? A entregar un traje, dice nuestro sastre. No quiere contar más. Otro tropiezo en sus postas al destino final. Ahora le han robado. Y la pregunta se formula ¿qué hago yo ahora?

Una charla con María en el desayuno le hace hablar de Claudia su hija que vive en Madrid. Es ella quién lo convence de ir a verla. Cerrándole las puertas de su lugar.

3.5. Claudia, su hija

Leo lo lleva a la casa de Claudia. La ve, no puede hablarle. Vuelve con María y le cuenta la historia que le hizo alejarse de ella: pongo mi casa a nombre de ustedes y me dicen lo que me quieren y ella dice que no dirá falsedades. María logra ponerlo en eje con Claudia y las verdades. Al otro día va a su casa y toca el timbre. Claudia baja a verlo. ¿Qué está pasando papá?, dice Claudia. Vine a disculparme con vos cometí un error me equivoqué. ¿Qué está pasando papá?, dice Claudia nuevamente. Él se acerca y le muestra su papel que dice Polonia. Ella le recuerda que esa era una mala palabra. Y él le dice que va a ver a alguien. Ella pregunta de nuevo ¿a qué viniste? Finalmente Abraham le pide la plata que necesita y logra ver que su hija se ha tatuado el número que los nazis marcaron en su brazo. Ella ante ese descubrimiento lo oculta y sube a buscar el dinero. Él se sorprende del amor de su hija y la marca que porta de él. Su pregunta ¿qué me quiere Claudia? ha sido respondida en España. Así, Leo, María y el amor de Claudia lo acompañan a tomar el tren hasta su próxima posta.

3.6. El viaje en tren con un amigo

Un nuevo flashback nos muestra un joven muchacho cojeando, muy lastimado, la gente lo mira andar por un callejón, pero no lo ayuda. Llega a su casa y está ocupada por la familia de su amigo Piotrek quien discute con su padre y le recrimina que no quiera ayudarlo ya que dice que todo lo que tiene es por el padre de Abraham. Cierra la puerta y alza a su amigo y lo conduce a una habitación, parece la imagen de la piedad de Miguel Ángel, el modo dulce en que lo carga y le dice mientras lo deja en una cama y lo acuna, me oyes, estas en casa. Así, con ese recuerdo, llega a París y una nueva peripecia lo espera, pero ya conocemos a dónde se dirige y en busca de quién. Otra capa más se ha develado. Otro amor además del de su hija Claudia el de su incondicional amigo nos es revelada, ese amigo con el que Abraham festeja su conversión en hombre.

3.7. Las peripecias del cruce por Alemania con Ingrid

En la estación de tren en París las consecuencias de la gangrena de su pierna ya se hacen sentir cada vez más. Pero no es sólo eso descubre que para llegar a su Polonia natal debe atravesar Alemania. Pide que lo ayuden a llegar a Polonia sin pasar por Alemania. Le dicen que vaya en avión. Que no es posible su pedido y se burlan de él.

Otra mujer ingresa en su viaje Ingrid quien le habla en Idish y le dice que no se rieron de él sino que no lo entendieron. Y agrega que no es judía sino alemana. Abraham enfurece y le impide hablar idish si ella no es judía. Ingrid lo sorprende porque habla español también y le dice: lo estoy tratando de ayudarle, usted no está bien, disculpe si lo molesté. Ingrid se retira de la escena, pero otro flashback con su amigo que lo cuida trae otra mujer importante en su vida, una que perdió por los alemanes, de allí su rechazo a Ingrid. Piotrek le pregunta por Sheine y le muestra una foto de ella, la niña de sus sueños. Una mirada entre ellos basta para saber que no sobrevivió.

Pese a su testarudez, la que le permitió sobrevivir y no darse por vencido ni antes ni ahora, sube al tren. Ingrid va en su búsqueda y ante su rechazo le cuenta que ella es antropóloga. Él muy enojado le pregunta qué quiere, ella en un tono dulce le pregunta qué va a hacer a Polonia. Él de modo sarcástico le responde: voy a ver a un amigo que me salvó la vida cuando se fueron ustedes. ¿Nosotros?, pregunta azorada Ingrid. Ustedes. Se refiere a la ocupación alemana en Polonia.

Ingrid arremete de nuevo, lo busca y le dice ya estamos en Alemania y le cuenta que allí las cosas cambiaron, que incluso los que no habían nacido son responsables de lo que hicieron. Y añade yo me siento avergonzada. Abraham sólo dice me la arrancaron de las manos. Ingrid decide no molestarlo más y se despide besándolo en la frente. Eso sorprende a nuestro viajante. La llama: nena si querés hacer algo por mí, búscame el modo de que no pise el suelo de tu país, dado que había que hacer trasbordo de tren.

La siguiente escena nos muestra la ocurrencia de Ingrid que se soporta en el pensamiento de Badiou “romper con la concepción victimista del hombre y sus derechos, y dejar de pensar que la figura humana se perfila entre la víctima y la compasión por la víctima [1], pero por sobre todo nos sorprende en demasía pues ante la adversidad en la que se hunde Abraham, ella adopta una posición ética, aquella que “confrontada a las apariencias de lo imposible, no deja de ser creador de posibilidades [2] para ese sujeto que tiene enfrente de ella, para ese otro. De este modo, se le ocurre una solución impensada: esparcir su ropa haciendo un camino para que camine por ese nuevo sendero y así no pise el suelo alemán hasta llegar a la banca de espera.

Al llegar el comienza a contarle su vida, mientras, en agradecimiento, dobla su ropa. Mi madre fue maestra, mi padre sastre, tuve una hermano y una hermanita, contaba historias, nos hipnotizó desde chiquita contaba cuentos preciosos. Ahí se resignifica el lugar de esa niña en su vida, ese amor por ella. Familia unida. En las fiestas éramos más de 60, éramos felices, pero no lo sabíamos. Sabe cuál fue el crimen de mi padre, además de ser judío, tener un acordeón, sabe cuál fue el crimen de mi tío, el hermano de mi madre, tocar el violín. Un tiro en la cabeza de mi padre, un tiro en la cabeza de mi tío. No me lo contaron, lo vi desde mi ventana. Sabe cuál fue el crimen de mi hermanita que inventó los cuentos no haber nacido 1 mes antes (…) veinte vagones enteros desde bebés llenos de gritos y de llantos. A ella sólo le faltaba un mes. Había que tener 11 años para salvarse a ella le faltaba sólo 1 mes. Yo lo vi no me lo contaron…con éstos ojos.

Llamada del tren. Ya había guardado él la ropa en la valija de ella y ella le pregunta ahora como piensa hacer. Patea la valija, la abraza y lo vemos ya en el tren. Logró pisar suelo Alemán, despojarse de otra capa más, quizás la más pesada gracias a una alemana. Un abrazo afectuoso de despedida corona la escena. El acto de Ingrid suplementa una parte del horror vivido y sus pérdidas.

3.8. Gosia otra mujer, su enfermera y guía hacia el final

Ya en el tren la gente habla en alemán y Abraham no lo soporta, se cambia de lugar. Una alucinación por la fiebre aparece: él camina por el tren y llega a un al vagón comedor en donde ve una escena antigua los nazis emborrachándose con mujeres con perros guardianes y tratándolo a él como un muchachito y humillándolo. Abre una puerta y allí su familia sonriendo, su hermano, su padre, su madre y adorada hermana. Cae al piso, no puede tenerse en pie.

La siguiente escena lo ubica en un hospital con su enfermera Gosia. Está internado. Ya está en Varsovia. Ubicado en tiempo y espacio. Debe decir los nombres de sus padres. Otra capa cae. Usted sabe que volvió de la muerte, le dice ella. Es un hombre muy afortunado. Decidieron no amputar la pierna. Él le pide antes de volver a dormirse si ella cuando le den el alta sería tan amable de acompañarlo a la casa de un amigo. Gosia acepta.

Viajan al tiempo en auto. Sígame contándome sobre su amigo le pide ella era hijo de una empleada nuestra, su padre un empleado de mi padre y él, tenía una voz era hermosa suave, una caricia. Éramos como hermanos. Hasta que nos tuvimos que ir en el ´39 al gueto. Luego estuve en dos campos de trabajo forzado. Cuando terminó la guerra nos iban a matar a todos, nos hicieron marchar, yo me escapé y me perdí en el bosque y me trepé a un árbol, comí pájaros, raíces, tomé agua de lluvia, cuando no pude más bajé y me enteré que estaban los rusos y que ellos no mataban judíos. No sé cómo logré llegar a mi casa. Piotrek me metió en el mismo cuarto de servicio donde se había criado y cuando estuve recuperado, me dio un bolso con ropa y me entregó los ahorros de su padre que él mismo le robó. Había en la casa una carta de una tía que se había ido a Argentina antes de la guerra y me la dio junto con la ropa y la plata.

3.7. El encuentro tan deseado

Llegan a la ciudad de Lodz. Gosia empuja la silla de ruedas. Abraham mira asombrado los edificios. Tomamos a la izquierda y entramos al callejón, dice ella. Tengo miedo! Por primera vez pareciera que se tratar del prejuicio del adulto mayor como un niño, pero no es así. Su miedo pasa por otro lado, soportar una nueva pérdida y así lo expresa: de que esté de que no esté mejor volvamos. ¿Y si se fue?, le pregunta Abraham que ya no tiene ningún traje como escondite a Gosia a quien le ha revelado su historia, sus raíces, sus miedos… Ella responde es muy probable que se haya ido o se haya muerto, pero no va a ser bueno para usted haberse ido sin haberlo comprobado. Ella le dice: le voy a decir una sola cosa usted es un gran hombre por eso llegó hasta aquí. Recorren juntos el callejón. Llegan. Supongo que tenemos que llamar. Va a estar, dice Gosia. No lo encuentran y él se arrepiente de no haber ido antes. Él se fue pronuncia angustiado Abraham ¿qué quiere hacer?, insiste Gosia… quedarme con él. Ella baja a la habitación de servicio y él ve, mientras tanto, por la ventana a un viejo sastre, su amigo. Se miran, se reconocen. Piotrek sale de la casa y le acaricia la cara con el mismo amor de siempre y pronuncia su nombre con esa suavidad por Abraham siempre recordada. Él le da el traje y le dice este es mi último traje, lo hice según el patrón que me diste en 1945. Uno azul. Se abrazan, lloran. Gosia los mira serenamente. Vamos a casa dice Piotrek. Y juntos se van. Gosia deja la silla. Su promesa también ha terminado. Y los amigos han regresado al hogar.

4. Conclusiones

Los adultos mayores, los grandes olvidados del holocausto nazi, sólo recordados para dar su testimonio también tiene derechos, pero no se trata de aquellos que se dirimen en el campo judicial, sino –justamente- en el campo subjetivo. En la posibilidad de subjetivación posible. Ellos pese a su autonomía regresiva, sienten, aman, desean, deciden. De allí, que Abraham haya decidido dónde vivir sus últimos días y cómo morir, qué cosas cargar y que ya no cargar. Pero también son capaces de nuevos aprendizajes sus postas, rodeado de mujeres como sus hijas le han dado grandes lecciones de vida. Abraham no es sólo la herencia y lo que porta; sino su capacidad de otro encuentro con lo otro. Otro relato de la catástrofe del nazismo pero también del tratamiento que se les da a los adultos mayores.

Bibliografía

AMADASI, E. Y TINOBORAS, C. (2016). El desafío de la diversidad en el envejecimiento. Familia, sociabilidad y bienestar en un nuevo contexto, Editorial Educa, Buenos Aires.

BADIOU, A. (2000). Ética y Psiquiatría. Reflexiones sobre nuestro tiempo acerca de la ética, la política y la experiencia de lo inhumano. Ediciones del Cifrado, Buenos Aires, 37-43.

CONVENCIÓN INTERAMERICANA SOBRE LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS PERSONAS MAYORES. (2015). Organización de Estados Americanos.

DOMÍNGUEZ, M. E. (2017). Problemas actuales de la ética. Premio Facultad de Psicología, “Aportes de la Psicología para la Lectura del Mundo Contemporáneo”. Universidad de Buenos Aires (2017), pp.75-100.

DOMÍNGUEZ, M. E. y LÓPEZ, G. (2018). Desafíos éticos en la práctica con adultos mayores: un caso por partida doble y un recorrido posible. Inédito

IACUB, R. (2015). Identidad y envejecimiento. Buenos Aires: Paidós.

LAURENT, E. (2009). Psicoanálisis y salud mental. Tres Haches, Buenos Aires.

LOSADA BALTAR, A. (2004). Edadismo: consecuencias de los estereotipos, del prejuicio y la discriminación en la atención a las personas mayores. Algunas pautas para la intervención de Andrés de la Universidad Autónoma de Madrid. En: http://www.imsersomayores.csic.es/documentos/documentos/losada-edadismo-01.pdf


NOTAS

[1Badiou, A. (2000), p. 39.

[2Badiou, A. (2000), p. 43.






COMENTARIOS

Mensaje de Jorge Santoro  » 31 de octubre de 2018 » jorge132004@yahoo.com.ar 

El Último Traje por Jorge Santoro
(Argentina – España 2017)

Es una tragicómica película dirigida por Pablo Solarz, en una coproducción de Argentina con España.

Narra la historia de un anciano de 88 años, en la que quiere conmover con sus acciones. Aparecen diferentes alegorías, explora profundamente el judaísmo, las diferencias generacionales, la vejez y las heridas abiertas de la 2° Guerra Mundial. Su nombre en la ficción es Abraham Burstein, tiene bisnietos y sus hijas quieren vender su departamento y enviarlo a un geriátrico. Pensemos que el actor que personifica al atribulado anciano es Miguel Angel Solá y tiene 67 años. Está muy bien maquillado para envejecerlo. Hay varios flashbacks, que para mí son demasiados y por el azar consigue a diferentes personajes que lo ayudan.
Es ese viejo huérfano que pierde la soledad y consigue mucha compañía y solidaridad.
Lo ayudan en su raid desesperado, Leo (Martín Piroyansky), una alemana Ingrid (Julia Beerhold) y también una joven enfermera que va al auxilio del pobre viejo. Esta chica abandona el hospital donde trabajaba para acompañar al envejecido protagonista, de esta historia tan particular, historia en la que quiere hacer llorar a la platea, y no lo consigue en forma contundente como suponía su director.
El realizador de la película fue guionista de Historias Mínimas, Un novio para mi mujer, Me casé con un Boludo y ¿Quién dice que es Fácil?

Para terminar, podríamos decir que se hicieron muchas películas de ancianos en problemas que narra la problemática familiar y en este caso tiene el plus del sufrimiento de la Segunda Guerra Mundial con el asesinato masivo de más de 6.000.000 de personas en los campos de concentración que conllevan a revisar una y otra vez a lo que son capaces los seres humanos, de matar masivamente o querer sacarle las pertenencias a sus padres.



Mensaje de María Elena Domínguez  » 12 de octubre de 2018 » menadomin@gmail.com 

Muchas gracias por todos los comentarios, me emocionaron mucho. No soy muy adicta al cine pero este film logró conmoverme enormemente y me alegro de poder logrado transmitirles algo de eso en mi texto.
Alejandro, voy a tomar lo que recortas del zurcido, justo que voy a presentar algo del film en unas Jornadas en el Hospital Esteves que no deja de resonarme al Sures de su pierna.
GRACIAS A TODOS!



Mensaje de Rosario Gimenez  » 1ro de octubre de 2018 » rosarioagimenez@gmail.com 

Hola, disfrute mucho leer el articulo, no vi la película todavía, pero el relato me pareció muy completo para entender la realidad del protagonista. Me parece muy interesante el modo en que se abordan los prejuicios que caen sobre las personas mayores, prejuicios que viven en su cotidianidad y que no solo los siguen a los distintos espacios a donde van sino que lo viven principalmente en el seno de su propia familia, en este caso creo que se ve sobre todo cuando sus hijas acuerdan con el medico su ida al geriátrico y venden su casa sin consultarle y además esperan que él las libere de su culpa.



Mensaje de Lucía Amatriain  » 30 de septiembre de 2018 » lu.amatr@gmail.com 

Muy interesante el enfoque del artículo sobre un film que escapa a la concepción compasiva de los adultos mayores. En la película se muestra a Abraham como un sujeto más en tanto responsable por sus decisiones, por su deseo. Si bien vulnerado por sus dolencias físicas, se observa a un hombre activo que no se define en primer instancia por su edad, ni como víctima de lo que ello conlleva, sino como capaz de hacer algo con su vida.
El contexto de la película me parece propicio para dar cuenta de los prejuicios, las problemáticas familiares y cotidianas que giran en torno a las personas mayores.
La autonomía regresiva de Abraham y los conflictos que surgen en el trayecto hacia Polonia, no son suficientes para detener lo que mueve el deseo. El acompañamiento de las mujeres que van apareciendo en el transcurso del film, permite el despliegue de la subjetividad del protagonista. Esa escucha compartida por distintas personas da lugar a algo que va más allá de cada uno de ellos.



Mensaje de Emiliano Montelongo  » 22 de septiembre de 2018 » emilianomontelongo@outlook.com 

Muy interesante el análisis y el recorrido por los diversos prejuicios que emergen en el film. Prejuicios que se sostienen y nos atraviesan, que nos dicen que en la vejez no hay deseo, no hay sexualidad, no hay posibilidad de acto. Me parecio un trabajo muy interesante ya que aborda esta tematica poco estudiada y cada vez con mayor necesidad de abordaje .



Mensaje de Giselle A. López  » 29 de agosto de 2018 » giselle.andrea.lopez@gmail.com 

Brillante film y excelente artículo que desglosa, punto a punto, el recorrido de este particular personaje que, a pesar de su huraña presentación, logra volverse entrañable por su fortaleza, sus dolores guardados, los recuerdos de sus seres amados y sus amores actuales.

No obstante, me gustaría señalar otro aspecto que muestra el film y es que no hay una ontología para la ética, es decir, no hay seres éticos. En la escena con su hija Claudia, es posible advertir cierta mezquindad del sujeto y la falta de responsabilidad, en términos de posición subjetiva, respecto de su actitud frente a Claudia. Él sólo vuelve por necesidad, para pedirle dinero, pero no se arrepiente de nada. Su testarudez, aquella que le permitió sobrevivir, a la vez lo separa de una hija amorosa que ha recogido la herencia paterna en el tatuaje del número de prisionero.

Un film para recomendar y seguir extrayendo conclusiones.



Mensaje de gonzalez  » 8 de agosto de 2018 » mlauragonzalez@hotmail.es 

Hola, antes que nada quiero decirte felicidades!! me encanto esta pelicula no la vi pero el modo en que relataste y relacionaste la pelicula con la tematica expuesta me encanto!!
Sin dudas bien tenga un poco de tiempo la mirare porque tu manera de ver los desafios que conlleva la vejez, la manera de vulnerabilizar al adulto mayor.sin olvidar que su subjetividad tambien es un constructo social es importante siempre tener en cuenta que no se puede violentar sus derechos .
Ame este analisis!!
Gracias