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Una mirada fílmica sobre los orígenes de un conflicto

por Agudelo Ramírez, Martín

Red Iberoamericana de Cine y Derecho. Art Kiné Internacional

Resumen

Un estado bastante débil, incapaz de proteger las libertades individuales, es caricaturizado en el filme. El estado termina desdibujado, sin poder suficiente para detener la espiral de violencia presente. Este es el retrato de una sociedad confundida, desprovista de un derecho eficaz. No hay duda que en el poblado retratado por Luzardo se ha distorsionado la conciencia del miedo, pasión de rasgo político descrita en la obra de Hobbes. En este escenario sólo habrá espacio para unos burócratas ineptos. La distorsión en el miedo hace inane el derecho penal como factor de cohesión. Mientras no se recupere una conciencia nítida, el río de tumbas seguirá su curso.

Palabras Clave: Conflicto | Corrupción | Miedo | Violencia

Ficha técnica

Colombia, 1964. D. Julio Luzardo. G. Gustavo Andrade Rivera, Julio Luzardo. I. Santiago García, Carlos Duplat, Jorge Andrade Rivera Carlos José Reyes, Carlos Perozzo, Rafael Murillo, Eduardo Vidal, Milena Fierro, Alberto Piedrahita, Juan Harvey Caycedo, Pepe Sánchez, Yamil Omar. 90 m. B/N.

Temática Jurídica

Ausencia de estado. Autoritarismo. Conciencia de miedo. Corrupción. Derecho/poder. Derecho penal. Investigación criminal. Justicia. Pena. Prueba.

Comentario

El Río de las Tumbas es una película producida en una época decisiva para la identidad del cine colombiano. Julio Luzardo es uno de esos maestros que realizó un aporte importante en ese sentido. Luego de su trilogía Tres cuentos colombianos (1962), Luzardo, en Rio de Tumbas, presenta un interesante retrato sobre la violencia y la corrupción. El cauce de un río pasa por un pequeño pueblo ficticio, Villavieja, un poblado que para el director representa lo que era Colombia en la mitad del siglo pasado, un país sobre el que se cierne la amenaza de convertirse en una tumba.

Cuatro hombres, que se desplazan en un camión, tiran a una persona maniatada a un río, cuyas corrientes la llevan hasta Villavieja. El cadáver aparece en la ribera, y es visto por Chocho (Carlos Duplat), el bobo del pueblo. Debe hacerse el levantamiento. La confusión es total; la reacción inicial del alcalde, luego de enterarse de la noticia, da cuenta de la ineficacia del burgomaestre: “Eso no me toca a mí. Busquen al cura o al cabo o a cualquiera”.

En el filme se muestra el conflicto existente entre autoridades temporales y espirituales, en una sociedad manifiestamente provinciana. El cura del pueblo, buscando un poder absoluto sobre las almas, invita a los fieles a que se distancien del alcalde. El púlpito de la iglesia se usa para fines exclusivamente políticos, en una época en la que existía un contubernio estrecho entre el partido conservador colombiano y las autoridades eclesiásticas. El clérigo motiva el odio frente al alcalde, indicando que no está dispuesto a “tolerarlo más tiempo”, porque sólo ha hecho “barbaridades”.

El alcalde, pese a su negativa inicial, decide realizar el levantamiento del cadáver. Le pide al cabo que lo acompañe al río. Luego de la diligencia solicita la intervención de un investigador especial, enviado desde la capital. La presencia de este funcionario no arrojará resultados positivos en el esclarecimiento de los hechos. Las declaraciones de los interrogados no aportan datos importantes, y la investigación criminal no podrá salir adelante. No se encuentra nada relevante en las respuestas ofrecidas por los testigos. Por ejemplo, a la pregunta “¿Qué hizo ayer?, uno de los declarantes responde: “Lo mismo que anteayer. P/ ¿Y qué hizo anteayer? R/ Nada.” Los demás testimonios también desconciertan. “Nadie conoce al muerto”, expresa el investigador. No hay avances en la misión encomendada. El funcionario estupefacto manifiesta que lo hicieron venir al pueblo “para nada”. No hay material probatorio que permita obtener convicción desde la perspectiva del hecho principal. Lo único que justifica la presencia del investigador son las próximas fiestas de la pitahaya

El caso quedará impune. El proceso no podrá determinar las responsabilidades correspondientes, ni sancionar a un culpable. No están dadas las condiciones para erradicar la impunidad. En este contexto, la película de Luzardo revela tanto la ausencia de un derecho penal eficaz, como también la falta de una política criminal en un estado que para mediados del siglo XX no tenía la capacidad de responder frente a la oleada de crímenes que iban extendiéndose a lo largo y ancho del territorio.

No hay nada por hacer en lo que concierne al esclarecimiento de los hechos delictivos. El alcalde le manifiesta al investigador que puede firmarle el certificado de permanencia por el tiempo que desee. La corrupción se hace visible. El burgomaestre le facilita al investigador su permanencia en el pueblo, para que se dedique a la diversión y pueda participar en las fiestas sin preocuparse por viáticos. El documento podrá ser llenado por el investigador por los días que quiera. Todo resulta caricaturesco. Es imposible vincular un sospechoso en el trámite penal. Según el doctor Reyes, el caso es bastante complicado al sólo contar con “indicios”. El investigador está seguro que se trata de un “asesinato”, hipótesis que uno de sus interlocutores cuestiona, ya que Villavieja es un pueblo tranquilo y festivo.

Una oda de alegría invade al pueblo que festeja en nombre de una fruta que sirve de laxante, y que a la población le sirve para no amargarse por el olvido estatal. No importa que lleguen políticos inescrupulosos y oportunistas, como el que llega al pueblo –hombre cercano al alcalde-, con la pretensión de ser elegido como parlamentario. El oscuro hombre dicharachero aparece en el balcón del Palacio Municipal presentándose como un campesino y expresando a quienes lo escuchan que está en condiciones de ofrecer “redención para su gente, en el mismo lenguaje que habla su gente y que va a cumplir sus promesas, porque de no hacerlo es como si se burlara de sí mismo”.

El político visitante es un ser ambicioso, un portador de falsas esperanzas; presenta un discurso ramplón y engañoso, en el que pide apoyo a sabiendas que no podrá cumplir las promesas hechas. El visitante expresa a sus oyentes que está dispuesto a luchar por la justicia, que no tiene aspiraciones electorales, y que sólo está dispuesto a servir. Para esto anuncia lo siguiente: “Si para conseguir la justicia que necesitamos y pedimos, es preciso que yo siga siendo vuestro vocero y vuelva al Congreso, me sacrificaré con gusto e iré a la Cámara todas las veces que sea preciso.” El político pedirá apoyo a la comunidad, ya que las elecciones se “ganan con votos”¸ pero el pueblo le será indiferente, ya que prefiere su “laxante”; lo que más importa en Villavieja son las fiestas. No obstante, el alcalde animará al político, a través de sus pretensiones clientelistas, asegurándole que podrá contar con los votos de esa gente indiferente.

La justicia, el fin último del derecho para muchos iusfilósofos, en la película de Luzardo pasa ser un objetivo irrealizable. El derecho está de espaldas a la justicia cuando la sociedad está dominada por la corrupción y la inequidad social. Ante la falta de credibilidad en sus líderes, la gente de Villavieja se dedicará a festejar, aunque la violencia siga acechando. Predominará un profundo letargo que se sobrepondrá sobre la conciencia del miedo. No importa que el río siga dejando sus huellas de crueldad, como bien lo muestra el filme en la escena del cabo de la policía que empuja a otro de cadáveres que aparecen hacia las corrientes del río, para alejarlo del pueblo. La impunidad se consolida. Según Pérez La Rotta: “Ahora el río no lleva espumas, como manifestación de un mundo bucólico, según la canción de Villamil, sino muertos”.

En la última parte de la película, la música y las “papayeras” dan paso para contagiar de alegría a una gente que no quiere saber de violencia; entretanto, un disparo acaba con la vida de una persona, la de Víctor Manuel, uno de los hombres comprometidos en los asesinatos. Las fiestas de la pitahaya impiden escuchar el ruido ensordecedor que provoca el fuego de la violencia que se ha hecho visible. La muerte se ha alojado de manera definitiva en el pueblo.

Un estado bastante débil, incapaz de proteger las libertades individuales, es caricaturizado en el filme. El estado termina desdibujado, sin poder suficiente para detener la espiral de violencia presente. Este es el retrato de una sociedad confundida, desprovista de un derecho eficaz. No hay duda que en el poblado retratado por Luzardo se ha distorsionado la conciencia del miedo, pasión de rasgo político descrita en la obra de Hobbes. En este escenario sólo habrá espacio para unos burócratas ineptos. La distorsión en el miedo hace inane el derecho penal como factor de cohesión. Mientras no se recupere una conciencia nítida, el río de tumbas seguirá su curso.

Sugerencias

La película El Río de las Tumbas permite entender los orígenes del conflicto armado en Colombia en la segunda mitad del siglo XX. Se sugiere lo expuesto por Guillermo Pérez La Rotta en Cine Colombiano, Estética, modernidad y cultura. Universidad del Cauca, Popayán, pp. 86-97. También puede consultarse el estudio presentado por Diego Rojas Romero para Cinemateca Distrital de Bogotá / Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, en: http://www.patrimoniofilmico.org.co/anterior/docs/2012-01/40-25_08.pdf. Igualmente, el artículo de Luis Ospina “Cine urbano y la tercera violencia colombiana” es bastante esclarecedor para entender la aproximación que se ha hecho sobre la violencia en Colombia por parte de los realizadores de séptimo arte. Puede consultarse en: http://www.luisospina.com/sobre-su-obra/rese%C3%B1as/el-cine-urbano-y-la-tercera-violencia-colombiana-por-geoffrey-kantaris/

Sobre el legado del cine de los sesenta del siglo pasado se destaca los capítulos 7 “Llegan los maestros (1960-1970)” y 8 “El cine toma su rumbo”, del documental Historia del Cine Colombiano de la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano (2012). Puede consultarse en: https://www.youtube.com/watch?v=3rDQ1e-PGVc y https://www.youtube.com/watch?v=mzUo1r0Gc7w

Se sugiere el filme Cóndores no entierran todos los días (Francisco Norden, 1983). Se trata de un testimonio fílmico en el que se tratan problemas afines a los retratados en Rio de Tumbas como son, entre otros, la ausencia de estado, el autoritarismo, la corrupción, la impunidad y la violencia. La película de Norden, basada en la novela homónima de Gustavo Álvarez Gardeazábal, presenta la historia de un grupo criminal, de filiación conservadora, llamado los “pájaros”, que realiza un plan de asesinatos selectivos de líderes regionales, y amenaza a los contradictores liberales, llevando a cabo el desalojo de las tierras habitadas por campesinos pobres, considerados por sus verdugos como hombres “sin principios”.

La impunidad y la corrupción son males correlativos que han minado el surgimiento de auténticos estados garantes y protectores de los derechos fundamentales. Los países de Latinoamérica han padecido esos problemas. En el caso colombiano, los realizadores de cine han encarado tal realidad, a título de diagnóstico y denuncia. Hay varios filmes relevantes en este sentido. Se destacan, entre otros, el cine de Dunav Kuzmanic (Canagauro, 1979, y Ajuste de cuentas, 1983), legados importantes para comprender el contubernio entre política y violencia, en una sociedad fracturada en la que se iba filtrando poco a poco una cultura mafiosa. También sobresale Perder es cuestión de método (Sergio Cabrera, 2004), una buena historia para reconocer en qué términos la corrupción se apodera de distintas instancias de un poder que corree tanto lo público, como lo privado. Todos tus muertos (Carlos Moreno, 2011) es otro filme interesante en el que se describe la amalgama existente entre corrupción y violencia, alojadas en la política colombiana.

Bibliografia

Guillermo Pérez La Rotta en Cine Colombiano, Estética, modernidad y cultura. Universidad del Cauca, Popayán.

Diego Rojas Romero para Cinemateca Distrital de Bogotá / Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, en: http://www.patrimoniofilmico.org.co/anterior/docs/2012-01/40-25_08.pdf.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Lorena Alexandra Parra Arroyave  » 2 de septiembre de 2017 » alexa_815@hotmail.es 

¡El Estado está enfermo y sus miembros empiezan a sucumbir ante la enfermedad! La película muestra los síntomas de malestar de un Estado ausente, ineficaz e indiferente ante los conflictos internos; muestra una cultura que tristemente está acostumbrada a padecer la corrupción y la falta de ética profesional de sus dirigentes políticos y espirituales, quienes esconden la escalofriante verdad del conflicto tras la pompa de sus fiestas, mientras sus ríos siguen llenándose de tumbas.



Mensaje de Lorena Alexandra Parra Arroyave  » 2 de septiembre de 2017 » alexa_815@hotmail.es 

¡El Estado está enfermo y sus miembros empiezan a sucumbir ante la enfermedad! La película muestra los síntomas de malestar de un Estado ausente, ineficaz e indiferente ante los conflictos internos; muestra una cultura que tristemente está acostumbrada a padecer la corrupción y la falta de ética profesional de sus dirigentes políticos y espirituales, quienes esconden la escalofriante verdad del conflicto tras la pompa de sus fiestas, mientras sus ríos siguen llenándose de tumbas.



Mensaje de manuela ortega marin  » 2 de septiembre de 2017 » manuela.ortegam15@gmail.com 

Aunque la película fue filmada en un contexto diferente al actual, la realidad evidenciada en el filme es muy parecida a la nuestra, parece que los años han cambiado todo a nuestro alrededor excepto la forma de gobernar, aún seguimos viviendo sucesos de siglos pasados la corrupción y la violencia nos siguen acompañando y tal parece que así lo será por muchos años más. La ineptitud e indiferencia de quienes nos gobiernan y representan están evidente que parece que nos hubiéramos quedado en el pasado.
Solo basta mirar a nuestro lado, como nuestra gente y en su defecto nosotros mismos salimos perjudicados por un sistema que termina siempre segregando las minorías y donde los hechos delictivos quedan impunes por la ineficaz política criminal y la ausencia de un estado garante, en la película mas que reflejar un ambiente político nos muestra una realidad delictiva y una indiferencia ante situaciones de violencia que parecen no tener fin.



Mensaje de Mariana  » 30 de agosto de 2017 » marisanta-16@hotmail.com 

A sabiendas que el pueblo de Villavieja, es un pueblo donde el olvido estatal se hace manifiesto, citaremos a Hector Abad Faciolince y su libro El olvido que seremos: " (...)casi todo lo que he escrito, lo he escrito para alguien que no puede leerme, y esto no es otra cosa que la carta a una sombra(...)", sombra eso es lo que es el Estado para Villavieja, un Estado fallido, que es débil e incapaz de proteger las libertades individuales; el filme se sitúa en el contexto histórico de 1964, en el cual emerge un conflicto armado aún latente.
También nos referimos en este apartado a Gabriel García Marquez con su frase: "pueblo apresado por el olvido, en Colombia todo puede pasar; como si se volviera al principio, una violencia endémica.



Mensaje de Juan José Jaramillo  » 23 de agosto de 2017 » juanjjc9522@gmail.com 

El contexto comienza por parecernos un poco ajeno (sin por esto indiferente) para quienes habitamos la urbe; una cultura provinciana y la siempre presente alegría de pueblo. Elementos que se extrañan al vivir subsumidos en la pálida ciudad. Es entonces cuando comparando hábitats, entendemos que si la política criminal citadina, es en general ineficaz para erradicar la violencia, la misma política aplicada a nuestras zonas rurales, es simple y puro abandono, inexistencia de la misma. Nos sorprende de buena forma, poder acercarnos al inicio del conflicto colombiano en un cine un tanto opaco pero de sobra lúcido en historia, y que, pese a ser obvio, con un diferente aspecto que el séptimo arte moderno. Con todo y lo anterior, es aún más sorprende, y bastante decepcionante, que el conflicto que parecía en aquella época pasajero, sea hoy día el mismo y no haya tenido el progreso que podemos encontrar en la pantalla grande. Las mismas raíces de la violencia se ven aunadas a la politiquería y corrupción presentes en el filme, otra "peste cíclica" que nos recuerda que en en manos del mismo gobierno bipartito, cae la responsabilidad de no haber tenido progreso en media década como civilización, y de que en sus vigorosas pero vacías palabras, no hay otra verdad distinta, a que, sin cargar fusiles, llevan la desigualdad y la sangre del pueblo en sus manos.



Mensaje de Juan José Jaramillo Cardona  » 20 de agosto de 2017 » juanjjc9522@gmail.com 

El contexto comienza por parecernos un poco ajeno (Sin por esto indiferente) para quienes habitamos la urbe; una cultura provinciana y la siempre presente alegría de pueblo; elementos que se extrañan al vivir subsumido en la pálida ciudad, Es entonces cuando comparando, entendemos que si la política criminal citadina es en general ineficaz para erradicar la violencia, la misma política, aplicada a nuestras zonas rurales, es simple y puro abandono, inexistencia de la misma. Nos sorprende de buena forma, poder acercarnos al inicio del conflicto Colombiano en un cine opaco pero lúcido en historia, y que, pese a ser obvio, con un diferente aspecto que el séptimo arte moderno. Con todo y lo anterior es aun más sorprendente, y bastante decepcionante, que el conflicto que parecía en aquella época pasajero, sea hoy día el mismo y no haya tenido el progreso que podemos encontrar en la pantalla grande. Las misma raíces de la violencia, se ven aunadas a la politiquería presente en el filme; otra "peste cíclica" que nos recuerda que en manos del mismo gobierno bipartito, cae la responsabilidad de en media década no haber tenido progreso como civilización y de que en sus vigorosas palabras, no hay otra verdad distinta, a que sin cargar fusiles, llevan la sangre del pueblo en sus manos y la causa de la desigualdad.




Película:El río de las tumbas

Titulo Original:El río de las tumbas

Director: Julio Luzardo

Año: 1964

Pais: Colombia