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El choque de los cuerpos y la puesta en escena del goce perverso

por Merkt, Luciana Veronica

En 1905, Sigmund Freud teorizaba sobre la perversión señalándola como “el negativo de la neurosis” [1]; en otras palabras, lo que el neurótico fantasea, el perverso lo lleva al acto. En la perversión, el sujeto se determina a sí mismo como objeto frente a la subjetividad, a la división, del otro (del partenaire)

Crash (“Colisión”) es un polémico film de 1996 escrito, producido y dirigido por el canadiense David Cronenberg y protagonizado por James Spader, Deborah Kara Unger, Holly Hunter, Elias Koteas y Rosanna Arquette. Su guión se encuentra cargado de escenas de alto contenido sexual entre los diferentes protagonistas, motivo por el cual fue censurado en muchos países.

Para comprender el sentido que la película intenta transmitir, se hace necesario volver a algunos conceptos psicoanalíticos básicos: Lacan dará el nombre de “goce” a la satisfacción de la pulsión, satisfacción que nada tiene que ver con el placer, con la homeostasis, sino y por el contrario, con lo que Freud denominó el más allá del principio del placer. Por otra parte, si el goce es del Uno, el deseo se origina en una falta (la castración) y siempre es deseo del Otro. El significante de dicha falta se denomina “falo”. El perverso se constituye en el falo de la madre (aquello que la completa), esto significa que el padre, como significante, no ha podido ejecutar el corte de esa célula narcisista.

La perversión no ha sido extensamente abordada en materia cinematográfica, sin embargo podemos citar algunos títulos como: “Nueve semanas y media” (9 ½ weeks), “El imperio de los sentidos” (In the realm of the senses), “Perros de la calle” (Reservoir Dogs), “La decisión de Sophie” (Sophie’s Choice), “Terciopelo Azul” (Blue Velvet, en especial el personaje encarnado por Dennis Hopper, “Frank”), entre otras. Todas estas películas muestran, de una u otra manera, las características de la fantasía o de la estructura perversa.

La película cuenta la historia del matrimonio de James y Catherine Ballard (James Spader y Deborah Kara Unger), él un hombre de clase media que trabaja como productor televisivo, ella trabaja (nunca se especifica en qué) y, como hobbie, tiene horas de vuelo en avioneta. Ambos desarrollan una intensa curiosidad por mantener relaciones sexuales con partenaires desconocidos, para luego contarse mutuamente sus historias. Sin embargo, aquello que parece llevarlos a una excitación intensa, no lo es tal, dado que ninguno de los dos consigue llegar a la satisfacción.

La película se inicia con Catherine semidesnuda, posada sobre la parte trasera de una avioneta y acompañada por un desconocido. Por su parte, James mantiene relaciones sexuales con una mujer desconocida en el sector de cámaras de un estudio televisivo, pero es interrumpido al ser solicitado por sus colegas.

Al encontrarse ambos en su apartamento, el diálogo entre ellos sólo se remite a contarse sus experiencias: La mujer relata haber estado en un hangar aéreo privado, en el cual “cualquiera pudo haber entrado”; frente a la pregunta de su marido por si quedó satisfecha, responde por la negativa. El silencio domina a James cuando su esposa le dirige el mismo interrogante, sólo contesta “nos interrumpieron, tuve que volver al set”, como si esa circunstancia fuera la excusa perfecta para evitar darse cuenta que no ha satisfecho a su partenaire. Su esposa le profiere un “pobrecito” seguido de la frase que se reiterará en el film: “Quizás la próxima vez…”.

Hasta aquí, primeros cinco minutos de la película, los actos de los personajes comienzan a decirnos muchas cosas:

En primer lugar, el curioso contacto con el metal parece ser un ingrediente común de todas las escenas: Catherine se posa en la fría superficie metálica de la avioneta, la partenaire de James acaricia un maletín de metal y, finalmente, Catherine sostiene firmemente la baranda metálica de su apartamento mientras habla con su esposo en el balcón. El “choque” con lo frío y metálico pasa ser un estimulante para esta pareja, el cual se verá con mayor protagonismo conforme avance el film. En efecto, Cronenberg inicia la película con luces que simulan ser los faros de un auto, resalta el brillo del metal en las pulseras de Catherine, en la avioneta del hangar, en las carrocerías de los coches y en las varillas metálicas implantadas en la pierna de James luego de haber sufrido un accidente.

En segundo lugar, el diálogo del matrimonio no está referido a otra cosa más que a la sexualidad y el modo de ejercerla; no hay palabras para nada más, como si el constante hablar fuera un intento desesperado por ligar algo de lo no dicho, de lo que queda oscuro, opaco, en contraposición al brillo que enceguece.

En tercer lugar, ambos personajes mantienen encuentros sexuales en lugares donde saben que pueden ser vistos (el hangar y la sala de cámaras) como si algo del orden del exhibicionismo fuera condición para la satisfacción sexual. El “ser descubiertos” por la mirada del otro se vuelve determinante en todo el film; lo escópico se pone en juego a través del espiar las relaciones sexuales y los accidentes de autos, en una posición casi voyeurista.

En “Tres ensayos para una teoría sexual”, Freud afirma que en la neurosis no falta algún elemento que pueda ser designado como perverso, junto a la meta sexual considerada normal (que, en la teoría freudiana, es la reproducción) De este modo, nos vemos obligados a diferenciar las fantasías perversas que se dan en las estructuras neuróticas, y que pueden funcionar como una especie de “condimento”, de la perversión como estructura clínica.

Así, para Catherine y James, la posibilidad de ser observados u espiados, esta suerte de deseo exhibicionista encubierto, se constituye en este “condimento” que, no obstante, no llega a producir su cometido: la satisfacción. Será necesario algo más, “la próxima vez”.

Ese “algo más” vendrá de la mano de nuevos personajes que se incorporarán a la vida del matrimonio. En estos tiempos en que la función paterna, la Ley, parece no ser suficiente como punto de basta, el goce contemporáneo es el “plus de gozar”, un “más allá” constantemente buscado, plus que Cronenberg supo captar con astucia en su film, conduciendo a sus personajes hasta las últimas consecuencias.

Una escena clave de “Crash” es aquella en la que, luego de intentar leer un documento mientras conduce su vehículo a gran velocidad, James colisiona con otro auto. En este último, viaja la pareja integrada por la Dra. Helen Remington (Holly Hunter) y un hombre que muere en el acto al ser expulsado por el parabrisas, debido a la fuerza del choque. Lejos de quedar traumatizada por la colisión, Helen atina a querer quitarse el cinturón de seguridad y, conciente o inconcientemente, muestra uno de sus pechos a James que la mira con fascinación. Asimismo, lejos de toda culpabilidad, James sólo se limita a observar desangrarse al hombre que cayó dentro de su auto. No hay angustia, no hay desesperación por la muerte de una persona, no hay absolutamente nada.

A partir del momento del choque se arma una escena perversa (autos a gran velocidad colisionando con otros) que se reiterará a lo largo del film y será motivo de la puesta en acto de todo tipo de fantasías (heterosexuales y homosexuales) entre los personajes. En efecto, luego de pasar un tiempo en recuperación, con su pierna izquierda muy malherida, James adquiere un auto de color y modelo exactamente idénticos a aquel con el cual tuvo el accidente. Dicha adquisición es un intento de repetir una y otra vez la escena perversa que se acaba de gestar. Escena que se despliega con Helen, quien estando dentro del auto de James en el garage de un aeropuerto, vuelve a descubrirse uno de sus pechos para luego concretar el encuentro sexual.

Es de la mano de Helen que Vaughn (Elias Koteas) aparece en escena. Vaughn es un hombre plagado de grotescas cicatrices y extrañamente obsesionado con accidentes automovilísticos, que no sólo disfruta mirando fotografías de colisiones, sino que además se regodea en recrearlas con autos reales, al punto de quedar seriamente lastimado. Junto a él está Gabrielle (Rosanna Arquette), una mujer víctima de un accidente de tránsito, cuyas piernas están totalmente recubiertas por estructuras de metal y con una terrible cicatriz en la pierna que excita a James.

Vaughn es el fiel representante del perverso. Su goce sádico consiste en chocar su Lincoln 1963 con cuanto auto se encuentre en la carretera, aun a costa de su propia vida. No desarrolla culpa de ninguna clase, por el contrario se satisface en ello.

La ausencia de culpabilidad en el perverso es considerada como diametralmente opuesta a la conciencia moral del neurótico, caracterizada por la intensidad de los reproches y remordimientos del superyó. Haciendo una analogía con el film, podríamos decir que el perverso es tan frío como el metal de los autos que Cronenberg se dispone a hacer colisionar.

Vaughn se convierte en el centro de las fantasías de la pareja, ejerce una fascinación sobre ellos, al punto tal que tanto Catherine como James mantendrán encuentros sexuales con él (nuevamente, dentro de un auto)

Las marcas reales en los cuerpos (las cicatrices de James y el personaje de Koteas, las marcas en el cuerpo de Catherine) se constituyen en metáfora del corte imposible de efectuar en lo simbólico. Se crea entre ellos una unión perversa que culmina con la muerte de Vaughn, al precipitarse sobre un autobús, luego de provocar un terrible choque. Como si Vaughn se hiciera instrumento, objeto, del goce del otro (James – Catherine) intentando dividirlos de algún modo.

El Lincoln 1963 destruido por la colisión es pedido por James, nuevamente como un intento de recrear indefinidamente la escena perversa. El auto se constituye así en un fetiche, en un objeto para gozar, condición sine qua non de la satisfacción sexual.

De modo que Cronenberg nos pone frente a nuestros ojos todos los componentes del goce perverso: El sadismo y el voyeurismo a través de Vaughn, ávido fotógrafo y generador de accidentes, con total ausencia de culpa. El masoquismo se presentifica a través de Catherine quien alcanza la satisfacción luego de que su cuerpo fuera severamente marcado por Vaughn con hematomas de todo tipo. Finalmente, el exhibicionismo se presenta a través del placer alcanzado en tener relaciones sexuales en lugares públicos.

Algunas consideraciones finales…

El nombre del film, “Crash”, es decir choque o colisión, remite a dos cuestiones: El choque de los cuerpos, que sólo pueden “unirse” en el montaje de la escena perversa, sin encuentro, sin enamoramiento, sin miradas ni palabras, puro goce parcial. Al mismo tiempo, la colisión de los autos constituye un subrogado de la relación sexual, como un intento desesperado de hacer coincidir en Uno aquello marcado por la imposibilidad estructural: la no relación – proporción sexual. El fetiche (el coche) es la suplencia a la relación sexual inexistente.

Lacan señala que en la perversión se intenta volver a unir el goce y el cuerpo separados por el significante (como los autos se unen en la colisión) Lo que queda acentuado es que en el acto sexual el goce del otro queda en suspenso.

Luego de la desaparición de Vaughn, el matrimonio Ballard intenta llevar al acto la fantasía de conducir un coche con historia (el viejo y destruido Lincoln 63) con el cual James embiste por detrás a su esposa en busca del placer último, del “plus” tan ansiado. Luego de verla caída al borde de la autopista producto de haber volcado su auto, James le pregunta si se encuentra bien, a lo que Catherine responde que sí, como si ese “estar bien” fuera más un fracaso que algo positivo y, en efecto, lo es.

El éxito del acto perverso, el goce, la satisfacción, se alcanza sólo cuando el sujeto recibe alguna señal de que el otro ha sido conmovido por su acto. El perverso se dirige al deseo y al goce del otro aun en contra del placer y del goce del otro. No se dirige a la conciencia (al yo) del sujeto, va más allá del principio del placer.

¿Los Ballard han alcanzado dicho goce? Al parecer no, aunque lo intenten desesperadamente, aunque vayan hasta las últimas consecuencias de su acto. ¿Lo hallarán tal vez? Catherine tiene la respuesta: Quizás la próxima vez.

Referencias

Eidelsztein, A. “El grafo del deseo”. Ediciones Letra Viva. Buenos Aires, julio 2007.

García Dupont, E. “Fundamentos de la enseñanza de Jacques Lacan”. Ediciones El Otro. Colección Brújula. Buenos Aires, 1995.

Mazzuca, R. “La categoría clínica de la perversión en el psicoanálisis”. Mesa Redonda 8° Congreso Internacional de Psiquiatría, en ALCMEON Revista Argentina de Clínica Neuropsiquiátrica. Año XII, vol 10, N°3, diciembre de 2001

Mazzuca, R.: “La elaboración lacaniana de “La Perversión” como categoría clínica”, en Perversión. De la psychopathia sexualis a la subjetividad perversa. Ed. Berggasse 19. Buenos Aires, 2003

Miller, Jacques A. “El Otro que no existe y sus comités de ética”. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2005.

Piasek, D. “Clínica de las perversiones”. Coloquio de verano. Escuela Freudiana de Buenos Aires. 2000.



NOTAS

[1Freud, S. “Tres ensayos para una teoría sexual” (1905). Obras Completas.





COMENTARIOS

Mensaje de Merkt, Luciana Veronica  » 19 de agosto de 2013 » lucianamerkt@gmail.com 

Ana María, es verdad, se presta a confusión el texto. La película está adaptada por Cronenberg, sobre un texto de Ballard, no había reparado en ese detalle. Gracias por su comentario y por las felicitaciones. Un saludo.



Mensaje de Ana María Gómez  » 18 de agosto de 2013 » acaurel@fibertel.com.ar 

Estimada Luciana:
En primer lugar le comento que "Crash" no fue escrita sino adaptada por Cronenberg. La novela original homónima fue publicada en 1973 por James Graham Ballard.
Pero, más allá de ello, habiendo visto en su oportunidad y revisado en mi Institución "Grupos Clínicos de Buenos Aires" el film, debo decirle que me parece sumamente interesante y atinado su trabajo. ¡Muchas gracias y mis congratulaciones!




Película:Crash

Titulo Original:Crash

Director: David Cronenberg

Año: 1996

Pais: Canadá - UK