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Sociedad de control en el capitalismo tardío

por Rivas, Facundo

Universidad de Buenos Aires

Resumen

La actual sociedad capitalista, en el marco del neoliberalismo, plantea nuevas formas de producción de subjetividad, marcadas por nuevas relaciones de poder. La revolución tecnológica de los últimos tiempos es la base sobre la que se construyeron nuevas formas de producción. Las sociedades disciplinarias que determinaban los modos de producción industriales dan paso a las sociedades de control, modificando tanto las relaciones de poder y producción cómo la manera en que éste se ejerce. Se utilizará como punto de apoyo para el análisis el film “Brazil” (1985) de Terry Gilliam.

Palabras Clave: Brazil | Disciplina | Control | Capitalismo

1. Introducción

En la sociedad capitalista actual encontramos relaciones de poder que condicionan a sus participantes a nuevas formas de producción de la subjetividad. En este contexto, se buscará encontrar puntos en común y discordancias entre los dispositivos disciplinarios característicos del período capitalista industrial y los dispositivos de control que actualmente los suplantan.

Para su análisis se tomará como ejemplo el film “Brazil” (1985) de Terry Gilliam. Se verá cómo la visión distópica del film producido en una época de transición entre los antiguos modos de producción y el desarrollo exponencial de nuevas tecnologías de la comunicación es particularmente interesante, ya que se inscribe entre medio de dos futuros posibles.

Las nociones de sociedades disciplinarias y sociedades de control serán tomadas de Michel Foucault y Gilles Deleuze, respectivamente. Asimismo, se trabajará sobre el paradigma de redes de Manuel de Ugarte y los desarrollos de Byung-Chul Han acerca de la “psicopolítica” (en contraposición a la “biopolítica” de Foucault).

Se hará énfasis en los nuevos dispositivos de control a los que el sujeto actual se encuentra sometido, teniendo en cuenta cuáles son los mecanismos de poder actuales en los que el sujeto se ve inmerso.

2.1. Brazil

Sam Lowry es un burócrata de mediana edad que trabaja en el Ministerio de Información, que recauda y administra información sobre la población. Un día, una mosca ingresa en el sistema y desencadena una falla: cambia una “T” por una “B” en uno de los informes. Esto lleva al Estado a arrestar, interrogar y asesinar a Archibald Buttle en lugar de a Archibald Tuttle, un plomero buscado por realizar arreglos por fuera del sistema, lo que es considerado como una actividad revolucionaria. Al notar el error, Sam es el encargado de visitar a la familia del muerto, encontrándose allí con Jill, la mujer con la que fantasea habitualmente, aún sin conocerla.

Esto llevará a Sam a encontrarse con distintos personajes que poseen un carácter contracultural, viéndose él mismo cada vez más implicado en la trama del poder. La emergencia de su propio deseo se suma a un Estado hipercontrolador y violento, que lo lleva a posicionarse como un verdadero revolucionario. En su insistencia por salvar a Jill del Ministerio de Información, termina él mismo como un elemento contracultural a ser eliminado por el sistema, siendo al final torturado en un interrogatorio.

2.2. Capitalismo

Al comienzo del film, encontramos un Ministerio abarrotado de información. Vemos una gran cantidad de burócratas en una línea de montaje, donde los papeles pasan de una mano a otra. Las terminales de trabajo son máquinas donde cada individuo procesa, registra, sella y pasa la información. Al final del pasillo, sobre una tarima y observando todo el proceso, se encuentra el Sr. Kurtzman. En cuanto entra a su oficina y deja de supervisar, los burócratas dejan de trabajar. Cuando vuelve a salir, reanudan sus tareas. El Sr. Kurtzman descubre un error al intentar ingresar en el sistema el nombre Archibald Buttle (víctima del error inicial). Al notarlo, llama a Sam Lowry, que no se encuentra en su lugar de trabajo.

La escena cambia y nos encontramos en una fantasía de Sam. La música evoca a la canción “Brasil”, de Ary Barroso. Sam lleva un traje que le permite volar y una mujer lo llama. Él la ve, vuela hasta ella y la besa.

Suena un teléfono y vemos a Sam durmiendo en su casa: una falla eléctrica hizo que el despertador no funcionase, por lo que se quedó dormido. Su departamento se encuentra automatizado: en cuanto registra que es la hora determinada las persianas se levantan, el desayuno comienza a prepararse, la bañera se llena. Comienza la actividad. Sin embargo, un mal funcionamiento complica este proceso, generando distintas incomodidades que Sam debe atravesar antes de salir a trabajar.

En el capitalismo tardío que nuestra sociedad transita, existe la idea de un mercado y un sistema de producción que tendría la facultad de colmar todas nuestras necesidades. Como en la casa de Sam, se espera que el mismo sistema productivo se anticipe a nuestros posibles consumos, buscando que, incluso, pueda realizar esta tarea de forma automatizada.

El desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) creció de forma exponencial en los últimos decenios. De este modo, la información tiene un lugar cada vez más valioso en torno a las posibilidades de ejercicio del poder. Hoy, quien maneja la información es quien tiene a su alcance las mayores herramientas de dominación. Un ejemplo, entre otros, es el del Big Data.

“El Big Data es un instrumento psicopolítico muy eficiente que permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo” (Byung-Chul Han, 2014, p. 25).

En este marco se puede comenzar a pensar en cuáles son las estrategias del poder en el contexto del neoliberalismo y de qué forma condicionan al sujeto, que se encuentra de alguna manera atrapado entre su propio deseo y una constante imposición de un consumo inmediato. Así, el sujeto de hoy debe someterse a un flujo de información constante, pero no sin antes pagar…con información. En este sentido, ya no se encuentra frente a un poder hegemónico que busca dominar la historia o el pasado, sino más bien controlar el futuro.

Las técnicas que utiliza el poder también han cambiado, en la medida en que “no es prohibitoria, protectora o represiva, sino prospectiva, permisiva y proyectiva […] El Smartphone sustituye a la cámara de tortura. El Big Brother tiene un aspecto amable. La eficiencia de su vigilancia reside en su amabilidad.” (Byung-Chul Han, 2014, p. 61).

En la medida en que el ser sujeto implica un sometimiento, una sujeción; la experiencia implica una discontinuidad frente a ese sometimiento, lo arranca de esa sujeción. Por el contrario, el neoliberalismo le otorga un valor privilegiado a la vivencia o la emoción por sobre la experiencia, anudando al sujeto todavía más al sometimiento.

La masa deja de tener una unidad en tanto pierde su alma, el atributo en común que le otorga unidad. La sociedad neoliberal exalta el individualismo. Las asociaciones entre sujetos producen cada vez menos fenómenos de masas. En la era digital, los individuos que se agrupan no desarrollan un nosotros.

“En una primera aproximación la multitud ha de entenderse como composición de todos aquellos que trabajan bajo el dominio del capital y, en consecuencia, potencialmente como la clase que se resiste al dominio del capital. La violencia que surge del imperio global es interpretada como poder de explotación del otro”. (Byung-Chul Han, 2013, p. 19).

La masa se disuelve dando lugar a multitudes de individuos. Sin embargo, y al contrario del ejemplo del film, donde la información se encuentra acumulada en un “nodo” central, las redes de información actuales cada vez funcionan más en distribuciones rizomáticas.

David de Ugarte (2007) distingue entre tres tipos de redes: centralizadas, descentralizadas y distribuidas. Las primeras poseen un nodo central por donde pasan necesariamente todos los conectores hacia otros nodos periféricos. Este es el caso del Ministerio de Información. Las descentralizadas poseen distintos nodos de mayor importancia por donde pasa y se procesa una mayor cantidad de información. Por último, las redes distribuidas no poseen nodos de mayor centralidad que otros, funcionando en un nivel de estructuración rizomático.

Las posibilidades de un acceso casi ilimitado a una fuente masiva de información, principalmente de datos que crecen de manera acumulativa, le brinda al sujeto grandes posibilidades. Le permite acceder a un saber mayor que nunca en la historia, al mismo tiempo que lo atrapa en una red donde debe aportar él mismo la mayor cantidad de información posible. Hoy se generan datos aun cuando no se está haciendo nada.

2.3. Disciplina

En su afán por encontrar a Jill, Sam acepta un ascenso al departamento de recuperación de información. Lo vemos entrar en un edificio de grandes magnitudes donde es recibido por un recepcionista. No hace falta que se presente, ya que en recuperación de información saben quién es. Al subir por un pequeño ascensor llega a un pasillo inmenso. Nuevamente, una estructura fabril, pero esta vez hay una puerta al lado de la otra. La información se recupera a puertas cerradas.

Comienza a escuchar movimiento. Se voltea y ve una masa de gente siguiendo a una persona. La multitud aparece y desaparece, perdiéndose por los pasillos. Finalmente se cruzan. Es el Sr. Warren, su jefe, seguido por burócratas que le hacen preguntas. Mientras camina, habla con todos y al mismo tiempo no sostiene ninguna conversación. Recibe a Sam mientras responde distintas preguntas y lo lleva a su nueva oficina: un cubículo mínimo.

La figura del Sr. Warren es un ejemplo de información centralizada. Todos los subalternos lo siguen en busca de respuestas. Ninguno puede decidir o desarrollar una tarea por sí mismo. Incluso en cuestiones burocráticas o automatizadas, toda la información pasa por el centro. Así, aquel que controla la totalidad de la información es quien sostiene el único poder y acumula el saber.

“Hay que admitir más bien que el poder produce saber (y no simplemente favoreciéndolo porque lo sirva o aplicándolo porque sea útil); que poder y saber se implican directamente el uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de poder” (Foucault, 2003, p. 28).

Para sostener este poder-saber, entonces, es necesario monopolizar cierta información. El Sr. Warren es el único que la maneja, es de quién sale, sin pasar por ningún intermediario. De la única manera en que esto es posible es a través del control, tanto de la información como de los cuerpos. Lo vemos cuando Sam ingresa a su pequeña oficina (compartiendo la mitad de ella, pero sin ver a la persona que está al lado). El cuerpo se limita a un espacio reducido, donde la función de Sam es buscar y recuperar información para nutrir y acrecentar el poder central. A esta estrategia de dominación del cuerpo, Foucault la llama “Disciplina”.

“A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar las ‘disciplinas’”. (Foucault, 2003, p. 126)

El ejercicio del poder se constituye entonces como una coerción constante, principalmente sobre el cuerpo. La clausura es un elemento fundamental en la política disciplinaria, ya que permite al poder cerrarse sobre sí mismo. Es por esto que también su unidad está determinada fundamentalmente por la jerarquía. Aquellos que poseen un rango más elevado son quienes acumulan una mayor cantidad de poder.

Asimismo, las sociedades disciplinarias se sustentan en una necesidad permanente de control. Como ejemplo principal, existe el panóptico de Bentham (Bentham, 1976), una estructura centralizada donde una sola mirada puede abarcar todo y donde tanto los sujetos como el observador se encuentran coaccionados por la posibilidad de una supervisión constante.

“Las instituciones disciplinarias han secretado una maquinaria de control que ha funcionado como un microscopio de la conducta […] El aparato disciplinario perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo permanentemente.” (Foucault, 2003, p. 161)

Podemos situar una sociedad de este tipo en el capitalismo industrial. En la medida en que el trabajador fue situado en el lugar de máquina de producción, su valor fue dado por su capacidad laboral. Los dispositivos disciplinarios industriales integraban la vigilancia jerarquizada, continua y funcional, para optimizar la utilidad de los sujetos en la cadena de producción. Es así como estos dispositivos también se extrapolaron a distintas instituciones sociales (el hospital, la escuela, la prisión).

En la actualidad, la dinámica de la producción ha cambiado. A partir de la revolución generada por las nuevas tecnologías, la fuerza de trabajo humana es cada vez menos útil. Aunque, de la misma forma que en el capitalismo industrial, el trabajo se resalta como un valor fundamental al mismo tiempo que se hace cada vez más superfluo. Esto implica una nueva y mayor segregación, así como también la puesta en marcha de nuevas formas de control.

“Una sociedad centralizada en la abstracta irracionalidad del trabajo desarrolla obligadamente la tendencia al apartheid social cuando el éxito de la venta de la mercancía ‘fuerza de trabajo’ deja de ser la regla y pasa a ser la excepción […] La fracción neoliberal deja confiadamente el negocio sucio y social-darwinista a la mano invisible del mercado” (Grupo Krisis, 1999, p. 2)

En la medida en que el trabajo se transforma en el soporte de valoración del capital, se convierte en un fin en sí mismo. La fuerza de trabajo, como una mercancía más, es más valiosa que el contenido de la producción. En este contexto, frente a una demanda constante de venta de fuerza de trabajo, los dispositivos disciplinarios ceden ante nuevos mecanismos de poder. Los dispositivos de control los sustituyen.
El sujeto ya no se encuentra sometido a través de la vigilancia y el control del cuerpo, sino que es obligado a ser un empresario de sí mismo, sometiéndose a una competencia constante.

“La fábrica hacía de los individuos un cuerpo, con la doble ventaja de que, de este modo, el patrono podía vigilar cada uno de los elementos que formaban la masa y los sindicatos podían movilizar a toda una masa de resistentes. La empresa, en cambio, instituye entre los individuos una rivalidad interminable a modo de sana competición” (Deleuze, 2006, p. 2).

Así, el capitalismo ya no se encuentra centrado en la producción, sino que lo que principalmente intenta vender son servicios. El sujeto ya no es tanto pasible de ser encerrado como lo es de otra forma de encierro: la deuda.

2.4. Control

Luego de rescatar a Jill y de haberse refugiado con ella en la casa de su madre, Sam es descubierto por el Ministerio y secuestrado. Vemos cómo es llevado frente a diferentes burócratas, encapuchado y coaccionado. Primero, aparece frente a él alguien que le lee sus acusaciones; luego, distintos prestamistas que le ofrecen opciones de crédito para afrontar su propio interrogatorio y tortura. Mientras le hablan, se ve una sombra proyectada en la pared: son otros como Sam, que pasan colgados como reses en una carnicería. Se los inspecciona y se pasa al siguiente.

Luego, aparece en su celda frente al Sr. Helpmann (quien le consiguió su ascenso en primer lugar). Este se encuentra disfrazado de Papá Noel. Le da una pequeña descripción desinteresada de lo ocurrido, sin hacer caso de su desesperación. A continuación, los guardias lo llevan hacia la sala de torturas, advirtiéndole que confiese pronto para no exceder su línea de crédito. En su torturador enmascarado, Sam reconoce a Jack, un viejo amigo. A punto de ser torturado, un disparo atraviesa a Jack. Es Archibald Tuttle, que llega para rescatarlo. La secuencia deviene en una nueva fantasía de escape, pero esta vez permanente, ya que Sam ha sido en realidad torturado hasta la locura.

Para los dispositivos de poder la instancia de la confesión es fundamental, ya que implica la validación de un enunciado. En la medida en que se despliega en una relación de poder, ya que es necesaria la presencia de un otro a quién se dirige la confesión, se configura como un ritual esencial en su ejercicio.

“La instancia de dominación no está del lado del que habla (pues él es el coercionado) sino del que escucha y se calla; no del lado del que sabe y formula una respuesta, sino del que interroga y no pasa por saber. Por último, este discurso verídico tiene efectos en aquel a quien le es arrancado y no en quien lo recibe.” (Foucault, 2007, p. 79).

Aquel que escucha la confesión tiene entonces una función hermenéutica, ya que será el dueño de la verdad. Al final del film vemos a Jack y al Sr. Helpmann lamentándose porque Sam enloqueció antes de poder confesar. Al haberse sustraído por completo al mundo de la fantasía, privó a sus torturadores de ostentar la verdad.

En las sociedades de control, los mecanismos de confesión se simplifican. Las nuevas posibilidades de distribución de la información llevan al sujeto a la confesión inmediata. El interlocutor ya no es un ente que coacciona hacia la confesión, sino que esta se realiza de manera voluntaria. Se insta al sujeto a que produzca información y él mismo la distribuya. Al mismo tiempo, el estatuto de verdad que tiene esa confesión se disipa, en la medida en que cualquiera puede confesar cualquier cosa. Sin embargo, el sujeto continúa produciendo confesiones sobre la creencia de un otro que las cree. Slavoj Žižek hace referencia a esto como un fenómeno de desubjetivización.

“En cuanto la subjetividad como tal es histérica, en la medida en que emerge a través del cuestionamiento de la interpelación que hace el Otro, aquí nos encontramos ante la perfecta descripción de una desubjetivización perversa: el sujeto renuncia a su escisión constitutiva postulándose directamente como el instrumento de la Voluntad del Otro.” (Žižek, 2011, p. 42)

3. Conclusiones

A lo largo de su historia, el capitalismo fue mutando los modos de desarrollo del poder. Los dispositivos disciplinarios, en un principio, respondían a una necesidad de dominación que era extensible al cuerpo. Se buscaba apropiarse de la producción a partir de una fuerza de trabajo que se encontraba centrada en ésta. Así, se instituyó la disciplina y la vigilancia coactiva como forma de optimización de la producción. Este era un capitalismo de concentración.

Actualmente, observamos un cambio, no sólo en cuanto a las formas de producción, donde la fuerza de trabajo es cada vez menos útil y las nuevas tecnologías dan lugar a la posibilidad de una producción automatizada, sino una transformación del capitalismo mismo. Las sociedades actuales no se centran en la producción sino en el producto. Es un capitalismo de la sobreproducción. Así, los mercados ya no se conquistan mediante la disciplina, sino a través del control.

En este contexto, los mecanismos de dominación cambian. Hoy el sujeto se encuentra en la encrucijada entre el acceso masivo a la información sin filtros y una instancia que lo lleva a producir por sí mismo más información, que lejos de tener un fin analítico, posee uno acumulativo. Se generan datos de forma constante. Quienes los acumulan no necesitan de un poder reflexivo sobre los mismos: los datos hablan por sí solos.

En el film, el Ministerio de Información se encarga de vigilar, castigar y clasificar a los sujetos en una enorme cadena de producción, que trabaja sobre la información misma. Esto lo logra a través de una coacción directa. La población entera, tanto quienes trabajan para el Ministerio como quienes no, está sometida a su vigilancia. Hoy esta coacción no es necesaria: los sujetos están obligados a venderse compitiendo entre sí, en la medida en que hay cada vez menos fenómenos de masificación y cada vez más enjambres de individuos; en que cada sujeto tiene acceso a casi la totalidad de la información; es el sujeto mismo quien se clasifica y controla, confesándose en la red ante un Otro que siempre es garante de la verdad que allí se expresa.

Referencias

Bentham, J. (1976). El Panóptico. Madrid, España: Las Ediciones de la Piqueta.

Deleuze, G. (2006). Post-Scriptum sobre las sociedades de control. Polis En Línea N° 13.

de Ugarte, D. (2007). El Poder de las Redes. Recuperado de http://deugarte.com

Foucault, M. (2003). Vigilar y Castigar. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Foucault, M. (2007). Historia de la Sexualidad I, La Voluntad de Saber. México D.F., México: Siglo XXI.

Han, B-C. (2013). En el Enjambre. Barcelona, España: Herder.

Han, B-C. (2014). Psicopolítica. Barcelona, España: Herder.

Grupo Krisis (1999). Manifiesto Contra el Trabajo. Recuperado de http://www.krisis.org

Žižek, S. (2011). El Títere y el Enano, El Núcleo Perverso del Cristianismo. Buenos Aires, Argentina: Paidós.



NOTAS





COMENTARIOS

Mensaje de Andre Dias  » 30 de septiembre de 2019 » and10.dias@gmail.com 

El texto sobre Brasil me pareció muy interesante. Tengo tres puntos que señalar sobre lo mismo.

El primer punto trata de la relación entre big data y subjetividad. Como lo demostró Byung-Chul Han y usted lo citó, nos encontramos en una sociedad donde la recopilación de datos por las redes sociales y otras tecnologías permite nuevas formas sutiles y eficientes de producir y controlar la subjetividad.

El segundo punto es sobre la relación entre estas nuevas tecnologías psicopolíticas y los intereses capitalistas: hemos llegado al punto en que es posible la venta de aspectos psicológicos. Por ejemplo, tenemos intervenciones en procesos electorales mediante el uso de big data en los últimos años.

En tercer lugar, debemos pensar hasta qué punto vivimos una democracia real, o cuánto tiempo viviremos en una. El advenimiento del capital subjetivo, la subjetividad como producto, nos coloca en una posición donde es posible la venta de sujetos, sin que comprendan cómo desarrollar estrategias de resistencia en la materialidad.

Me gustaría felicitarlo por la producción del texto y agradecerle por la oportunidad de diálogo.



Mensaje de Facundo Javier Mondragón   » 30 de agosto de 2019 » facumondragon@gmail.com 

En relación al trabajo de investigación, me parece pertinente destacar uno de los tantos desplazamientos terminológicos (e ideológicos) que el neoliberalismo procura imponer y que se encuentra aquí abordado, aquel en que la masa se transforma en gente. Partiendo del carácter político y, por ende, nunca ingenuo, de todo término, este deslizamiento pretende ocultar (“despolitizar”) el entramado de relaciones también políticas que subyace a nuestra experiencia cotidiana de lo social, en virtud de presentar al individuo como indiviso, como un fin en sí mismo: el elemento último. Se borra la pertenencia a un común para hacer de la competencia la regla natural de nuestra especie (de allí que otros de los valores en boga sea el del “mérito”). El par, el otro, es ubicado ya sea en la categoría del enemigo que disputa por lo mismo que uno, o como aquel en menos, incapaz de sostener el ritmo y la dinámica de la “sana competencia”. Las desigualdades (políticas) se vuelven naturales, esenciales. Se bombardea el “nosotros” y se instala una lógica managerial angustiante en la que los mismos dispositivos (la publicidad, las redes sociales, la televisión, las ficciones, etc.) que foguean dicha angustia (la de no verse cada uno en su versión óptima, la del no lograr el automejoramiento) se venden a sí mismos como el vehículo que permitiría salir de tan penosa situación. Producimos información sin remuneración alguna y la misma nos es devuelta con la etiqueta del precio.




Película:Brazil

Titulo Original:Brazil

Director: Terry Gilliam

Año: 1985

Pais: UK | USA

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